Se preguntaba el otro día un ujier del Congreso de los Diputados qué se nos había perdido en Davos, sede del World Economic Forum, y qué sentido tenía el esfuerzo desplegado por el gobierno en aras de lograr que acudieran al aula donde aparecen retratados los empresarios españoles que campean en el Ibex 35 -como Ana Botín, presidenta de Banco Santander, José María Álvarez-Pallete, presidente de Telefónica, Josu Jon Imaz, consejero delegado de Repsol, o Carlos Torres, presidente de BBVA- que les presenta posando en la primera página del periódico campeón y haciendo mención expresa de sus nombres en el pie de una foto enmarcada a cuatro columnas.
Sorprende así verlos a todos sentaditos en sillas apilables, sin brazos ni mesitas de apoyo articulables, en actitud escolar de escucha en silencio, con la mirada fija en el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en pie en el estrado cuya imagen virtual era replicada en tamaño mural en las paredes del aula. Porque, al ojo de los presentes, ya no le basta observar en directo al interviniente y reclama que además se le muestre aumentado en pantalla. quien les hablaba desde el estrado como si lo hiciera en la tribuna del Congreso. Los convocados al aula semejaban alumnos de segunda enseñanza con las manos juntas posadas sobre las rodillas.
Ni el presidente sacó tema polémico alguno en su discurso ni habló de nuevos impuestos ni puso en vergüenza los sueldazos de los dirigentes empresariales
El equipo de Moncloa, dispuesto a darlo todo, atribuyó al entusiasmo que suscitaba Pedro Sánchez unos aplausos que, en realidad, según se averiguó después iban dirigidos al consejero delegado de Cepsa, Marteen Westelaar, premiado la víspera por la revista Forbes como el de mejor visión de futuro entre sus pares. Pero el entusiasmo del cronista al dar cuenta del acontecimiento en el periódico no le iba a la zaga. En su relato de la cita de los ejecutivos del Ibex 35 con el presidente del Gobierno, lo primero que se resaltaba es que hubo prácticamente pleno de asistencia, afirmación imposible de verificar dado que nunca se había informado de quienes componían la nómina de los convocados, ni sobre qué bases habían sido escogidos.
Lo que sí supimos es que de ese pleno inclusivo formaban parte Rafael del Pino, presidente de Ferrovial, e Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola. Sucedió, como tantas veces, que los más de 1.800 kilómetros de distancia entre Davos y Madrid cambió el menú de la conversación, de modo que ni el presidente sacó tema polémico alguno en su discurso, ni habló de nuevos impuestos, ni puso en vergüenza los sueldazos de los dirigentes empresariales, ni hizo mención a las exigencias de la Generalitat para que las empresas que trasladaron su sede fuera de Cataluña regresen so pena de ser castigadas en caso contrario, ni volvió sobre las descalificaciones propinadas a Del Pino cuando se llevó la sede de Ferrovial a Países Bajos.
En definitiva, se cumplió el principio de que las actitudes se configuran en función de las expectativas de modo que por si la legislatura se prorrogara y, amnistía y referéndum mediante, tuviéramos presupuestos y estuviéramos en manos de Pedro Sánchez hasta el año de gracia de 2027 todos hicieron los correspondientes ejercicios para bien merecer de hipocresía inteligente, hasta más ver. Atentos.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación