No hace mucho escribí junto a otros colegas una serie de artículos sobre la relación entre crecimiento y desigualdad de ingresos. En estos artículos lo que quedaba claro es que nada estaba claro y que, aunque parecía existir una causalidad negativa -a más desigualdad menor crecimiento-, esta quedaba condicionada por los países en los que se centraba el análisis y por los diferentes períodos de tiempo. En todo caso, y como resumen, el consenso caía en el lado que confirmaba cierta relación negativa, es decir, que una mayor desigualdad afecta negativamente al crecimiento a largo plazo.
Pero el análisis de la desigualdad y su relación con el crecimiento no solo se ha centrado en los ingresos. Hay toda una literatura que también ha buscado comprender la vinculación posible entre la desigualdad en riqueza (patrimonio) y crecimiento. Estos trabajos han experimentado un impulso en los recientes años gracias a la Gran Recesión, que se ha convertido en una gran oportunidad para poder encontrar regularidades empíricas sobre esta posible vinculación.
Sin duda, una de las conexiones más relevantes entre crisis, riqueza y consumo es la mayor o menor dificultad de las familias para acceder al crédito"
Estos análisis se sustentan en una base teórica que trata de relacionar ambas variables. Particularmente, la magnitud de los efectos negativos de una recesión (shock negativo en la producción) en el consumo de las familias, depende tanto de cómo de desigual esté distribuida la riqueza entre las familias así como de las dificultades que estas tengan para acceder al crédito (restricciones al crédito). Lo que nos dice la teoría es que los cambios en el consumo de las familias dependen no solo de sus ingresos, sino además de su riqueza, de tal modo que, si esta es elevada, el consumo sufre menos “convulsiones” cuando es afectado por diferentes shocks productivos. Dicho de otro modo, a mayor riqueza, más “suave” es la evolución del consumo de las familias a largo plazo. Así pues, tanto el ahorro como el acceso al crédito de las familias suavizan los cambios de hábito en el consumo.
Consumo y destrucción de empleo
Pero el vínculo entre riqueza y consumo está además condicionado no solo por dicho volumen, sino particularmente por cómo está esta invertida. La composición de la misma, es decir, en qué activos tenemos materializado nuestro patrimonio, es muy relevante para comprender la reacción del consumo ante eventos no esperados. Así, si una familia tiene un porcentaje elevado de su riqueza depositado en activos que no sean aceptados como colateral de un préstamo, es muy probable que el consumo de esta venga a estar más afectado por cambios repentinos en los ingresos comparado con el de aquellas familias con similar nivel de riqueza, pero con activos que sirvan de garantía en un préstamo. Relacionado con esto último, y como he avanzado, se encuentra de nuevo el que es quizás uno de los canales más relevante que conecta riqueza con consumo: la restricción del crédito. Así, es de esperar que una mayor dotación de riqueza, que funcione como colateral, facilite el acceso de las familias al crédito, lo que les permitirá de igual modo suavizar su consumo en el tiempo.
A modo de conclusión, lo que la teoría afirma es que una mayor dispersión en la posesión de la riqueza puede implicar, en este caso, una mayor dispersión en el acceso al crédito y esto puede afectar al consumo. Si el shock afecta sobre todo y especialmente a las familias de menor nivel de renta y riqueza, incluso con patrimonio negativo, que habitualmente son aquellas que consumen más proporcionalmente y las que además sufren más restricciones al crédito, en particular durante las recesiones, podríamos construir la conexión entre distribución de riqueza y evolución del consumo.
Basándose en estas hipótesis, varios trabajos han tratado de estimar esta posible relación. Así, Gene Amromin, Mariacristina De Nardi y Karl Schulze llevan a cabo una revisión de la literatura sobre las consecuencias de un shock en la evolución del consumo. Partiendo de la salvedad de que sus resultados son solo para los Estados Unidos y el reciente período iniciado con la crisis financiera de 2008, podemos decir que lo que encuentran es sumamente interesante. Utilizando detalladas bases de datos, los autores discriminaron las familias en función no solo del volumen de riqueza sino en particular por su composición, así como identificando entre ellas cuáles estaban sometidas a restricciones del mercado de crédito.
A diferencia de la directa relación entre desigualdad en ingresos y crecimiento, la desigualdad en riqueza puede afectar a este por distintos canales"
Los autores encontraron que tanto la desigual distribución de la riqueza como el diferente acceso al crédito podrían explicar en parte la fuerte caída del consumo durante los años de la crisis y, particularmente, además explicaría que este se mantuviera bajo durante tanto tiempo. Concretamente, que la caída del consumo sea especialmente relevante entre los hogares con menor riqueza y entre aquellos en los que sus miembros son más jóvenes, refuerza la idea de que la desigual distribución de la riqueza puede afectar al crecimiento del consumo.
Algunas derivadas pueden ser enlazadas en este análisis. Por ejemplo, y en lo que respecta a las restricciones de crédito y su efecto sobre el consumo, este puede explicar el diferente comportamiento de economías ante shocks como el de 2008. Así, Thomas F. Crossley y Hamish W. Low encuentran que la elasticidad del consumo frente a los ingresos, es decir, la variación del consumo ante la variación de ingresos, es mayor entre los trabajadores desempleados que no pueden acceder al crédito. Así, en familias con patrimonio neto bajo o negativo y sin subsidios suficientes para asegurar una senda estable de ingresos a medio plazo, su reacción en el consumo será particularmente más intensa que en el resto de las familias. Aunque sus resultados son particulares para Canadá, su extrapolación para España nos viene rápidamente a la cabeza en la medida que nos lleva a preguntarnos en qué modo la rápida destrucción de empleo pudo afectar a la magnitud de la caída del consumo entre 2008 y 2013. En segundo lugar, un trabajo de Julia Le Blanc, Alessandro Porpiglia, Junyi Zhu y Michael Ziegelmeyer muestra que, según la Encuesta Financiera y Consumo de los Hogares de Europa, mientras no existen diferencias en las preferencias y razones para el ahorro entre las familias de los diferentes estados miembros de la Unión Monetaria sí existen diferencias en el acceso al crédito, en particular en los países de la cuenca del Mediterráneo. Esta restricción podría, muy posiblemente, elevar la magnitud de la recesión que mostraron los países del sur comparado con el experimentado en los centrales de la Unión.
En resumen, a diferencia de la desigualdad en ingresos y su relación con el crecimiento, la desigualdad en riqueza puede afectar al crecimiento en diversos canales. Hay que considerar no sólo la cuantía y su distribución entre las familias, sino también en qué está invertida y si esta implica una mayor o menor capacidad de acceso al crédito. La posible vinculación entre estas variables no solo puede explicar el diferente comportamiento del consumo en los ciclos entre países, sino en la mayor o menor profundidad de las recesiones. Sin duda, un tema interesante.
Agradezco a Kamal Romero sus comentarios a este post.
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