Opinión

Parar los pies al sátrapa

Octubre de 2015. Francisco Rubio Llorente, catedrático de Derecho Constitucional y socialista de pro, está sentado en uno de lo

Octubre de 2015. Francisco Rubio Llorente, catedrático de Derecho Constitucional y socialista de pro, está sentado en uno de los bancos que la concejalía del distrito de Moncloa ha colocado en la plaza de San Anacleto, en Aravaca. Respira con dificultad y no parece hallarse en buen estado de salud. Víctor, dueño del cercano bar restaurante “El Zaguán” y uno de los vecinos más populares del barrio, se lo encuentra casi doblado, hecho un ovillo, y acude rápido en su ayuda, pero, para su sorpresa, el aludido rechaza amablemente el acomodo que le ofrece. Uno de sus yernos está a punto de recogerle para acercarlo al cercano centro de salud. Y Víctor, para aliviar la tensa espera, saca un tema de conversación casi al azar:

-¿Y qué te parece el Pedro Sánchez este, Paco? ¿Qué opinas de él?

Y entonces el ex vicepresidente del Tribunal Constitucional y ex presidente del Consejo de Estado, miembro del PSOE desde su juventud, se levanta como sacudido por el rayo, la compostura recuperada de repente, abre las manos como platos y exclama indignado:

-Ese es lo peor que le ha ocurrido al PSOE en 135 años de historia, créeme, Víctor, es una desgracia para el partido, no traerá nada bueno como llegue a mandar…!

Rubio Llorente falleció en Aravaca en enero de 2016, sin tiempo para ver los estragos que el personaje ha causado en un PSOE hoy reducido a cenizas y el destrozo de mayor cuantía que ha provocado en la arquitectura institucional española y en la propia democracia, hoy gravemente amenazada por este aprendiz de sátrapa dispuesto a reinar sobre un montón de escombros. Porque llegó a mandar. A mandarlo todo. Pudo haberlo evitado el propio PSOE cuando, octubre de 2016, lo expulsó de la secretaría general tras un tormentoso Comité Federal celebrado en la sede de Ferraz y en el que el sujeto trató de sacar adelante un Congreso Extraordinario exprés destinado a afianzar su poder mediante el método de esconder una urna tras una mampara en la que sus partidarios, con el vasco Rodolfo Ares a la cabeza, iban introduciendo papeletas sin control, sin censo y sin interventor. Todo le sobraba al pollo pera. Tras el escándalo, las lágrimas y los gritos de “pucherazo”, los críticos proponen una moción de censura que Sánchez pierde, votación a mano alzada, por 132 votos en contra. El sujeto huye de Ferraz como un delincuente, con el rabo entre las piernas.

Rubio Llorente falleció en Aravaca en enero de 2016, sin tiempo para ver los estragos que el personaje ha causado en un PSOE hoy reducido a cenizas

Lo mataron, pero no le dieron cristiana sepultura. De alguna manera lo dejaron vivo. Peor aún, le permitieron conquistar a una militancia muy escorada a la izquierda mediante ese discurso populista que ya era un calco del argumentario podemita florecido en torno al 15-M, tan en boga entonces. Recuperó el poder en Ferraz y asaltó después la presidencia del Gobierno en bochornosa sesión en el Congreso, 31 de mayo de 2018, con Rajoy emborrachándose en el Arahy, Alcalá esquina Independencia, y el bolso de Soraya en su escaño como siniestro testigo mudo de una de las páginas más bochornosas de nuestra historia. El granuja prometió convocar elecciones generales de inmediato, porque él había llegado para “regenerar la democracia”. Ni elecciones, ni democracia.

Albert Rivera lo retrató de cuerpo entero la tarde del 22 de julio de 2019, Congreso de los Diputados, debate de investidura de Sánchez tras las generales de 28 de abril: “Puro teatro. Es lo que lleva usted haciendo en los últimos tres meses. Y hoy nos trae aquí un truco de los malos: truco en la tribuna y trato en la habitación de al lado. Discurso aquí para despistar, mientras en la habitación de al lado se reparte sillas con Podemos y hace concesiones a los golpistas. Usted tiene un plan para perpetuarse en el poder. Y, ¿con quién piensa llevar a cabo su plan el señor Sánchez? Pues con su banda: con Podemos, con Otegui, con los nacionalistas vascos, los separatistas catalanes, Més en Baleares, Compromís en Valencia… Sánchez tiene un plan y tiene una banda. Y la pregunta es: ¿la banda se ha juntado para esta investidura? Sí, pero lleva tiempo operando, lleva como mínimo desde la moción de censura, diría yo que desde que le echaron del partido. Usted lleva más de un año ejecutando su plan, un plan que beneficia principalmente al señor Sánchez y que perjudica a los españoles. El plan de Sánchez consiste en vender humo en la tribuna del Congreso y pactar con sus socios en la habitación del pánico. Eso es lo que tenemos que desmontar”. Clarividencia suma.

No consiguió formar Gobierno -“Yo estoy atado a Podemos por el cabrón de Rivera” recita aun hoy a quien quiere escucharlo- de modo que el aventurero llamó de nuevo a las urnas el 10 de noviembre de 2019, convencido de haber conquistado en unos meses el corazón de los votantes, “con sola su figura vestidos los dejó de su hermosura”, seguro de ver su labia premiada con no menos de 140 escaños sobre los 123 de abril. El batacazo fue monumental para este especialista en perder elecciones. La noche del 10 de noviembre, tras el recuento de votos, Sánchez constató que el PSOE se había dejado en la gatera nada menos que 720.957 votos y 3 escaños, mientras que sus aliados de Podemos, que también pensaban alcanzar la gloria, perdían 515.459 y hasta 12 escaños. Aquella misma aciaga noche, el caradura, presa del pánico, optó por llamar a un Pablo Iglesiascon el que no dormiría por la noche, junto con el 95% de los ciudadanos de este país”, para ofrecerle un Gobierno de coalición con cargos sin cuento y acceso directo al Presupuesto. Por nada del mundo estaba dispuesto a ceder un poder caído del cielo. Aquella noche decidió Sánchez atarse al palo mayor de la izquierda marxista y de sus socios separatistas y bilduetarras, con el PNV de acompañante bandido, más los logreros –Baldovís, Revillas, Guitartes- de rigor.

El señor Sánchez es apenas un rehén de ERC y EH Bildu, los partidos que le sostienen en el Parlamento, una situación de la que se avergüenzan no pocos socialistas honrados

Todo lo demás es conocido. El señor Sánchez es apenas un rehén de ERC y EH Bildu, los partidos que le sostienen en el Parlamento, una situación de la que se avergüenzan no pocos socialistas honrados. Un cautivo obligado a atender periódicamente las letras de cambio que los socios le pasan a cobro y que él gustosamente endosa con total desprecio a los intereses de la España de ciudadanos libres e iguales. Un prisionero que necesitaría de las mismas malas compañías para revalidar en diciembre la presidencia, de modo que en esa hora decisiva no será propiamente el candidato del PSOE, sino de la coalición de PSOE, Podemos, ERC, Bildu y Asociados, el nuevo Frente Popular de los enemigos de la España constitucional y de la convivencia pacífica entre españoles.

Y sí, Albert Rivera lo clavó. Pedro Sánchez tiene un plan y tiene una banda al servicio de ese plan: repartirse España para reinar sobre sus taifas. Ha indultado a los condenados del “procés”, ha eliminado el delito de sedición y ha abaratado la malversación para que sus socios puedan seguir delinquiendo a gusto, dejando al Estado, caso único en la historia de las democracias parlamentarias, indefenso frente a sus enemigos. Pero ha hecho mucho más y en todos los terrenos, en todos los ámbitos. Sus “obras” están demasiado frescas en la memoria colectiva como para necesitar ser enunciadas. Martínez Gorriarán contaba aquí el viernes 25 razones –habría muchas más- por las que los demócratas españoles deberían darle boleta este domingo, como digno preámbulo a la gran cita de diciembre. Todo lo ha hecho de la forma más perversa posible, al asentar su poder sobre la polarización de la sociedad, la división entre españoles buenos y malos, el emponzoñamiento, la mentira y el odio. Nunca hubo en este país un nivel de inquina semejante al que ahora impera. Pero el canalla se encuentra apenas a mitad del camino que conduce al desmantelamiento del régimen del 78, y necesita al menos otra legislatura para acabar con la España que hemos conocido de Franco a esta parte. Lo tiene acordado con sus socios de ERC y EH Bildu, a los que ha prometido, entre otras cosas, CGPJ propio (con el primer ejercicio de las oposiciones a judicatura en catalán y eusquera) –esa “Justicia propia” tantas veces reclamada por el nacionalismo-, y un nuevo referéndum de independencia. Está acordado.

Hoy empieza la moción de censura de los ciudadanos libres e iguales contra el amoral que nos gobierna, la hora de hacer realidad ese primer principio de la CE que afirma que “la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”

Por eso es tan importante, trascendental cabe decir, ponerlo en la calle, enviarlo a casa. Solo hay una tarea prioritaria para el ciudadano que guarde en su almario una pizca de patriotismo y un cierto lógico deseo de asegurar un futuro en paz y prosperidad para sus hijos y nietos: sacar de Moncloa a este desalmado cuanto antes, y ello por encima de diferencias ideológicas y discrepancias entre partidos. Echar a Sánchez como condición sine qua non para empezar a sanear y hacer respirable este gran país caído desde junio de 2018 en manos de una banda de mafiosos. No estamos hablando de votar a Feijóo o al lucero del alma. Eso vendrá después. Ahora se trata de rescatar nuestra democracia del fango y de asegurar la libertad para todos, incluso para los que no la quieren. Poner punto final al “camino de servidumbre” –título de la famosa obra que Hayek dedicó “a los socialistas de todos los partidos”- al que nos conduce este pájaro con total desparpajo. De modo que salgamos a la calle henchidos de esperanza. Hoy empieza la moción de censura de los ciudadanos libres e iguales contra el amoral que nos gobierna, la hora de hacer realidad ese primer principio de la CE que afirma que “la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”. Hoy es el día. El momento de enviar a Pedro Sánchez Pérez-Castejón a la fosa séptica de la peor historia de España.

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