Opinión

¡Si hasta parecen pintados por Goya!

Familia que se ignora unida, permanece unida. Y los Borbones no son la excepción

Como si de un traje a medida se tratara, a la familia real le sienta como un guante la frase con la que Tolstoi arrancó su Ana Karenina. Con el abuelo ingresado, como en las cenas de navidad, toca tragar… por aquello de tener la fiesta en paz. Así que esta semana, al Hospital Clínico Quirón acudieron todos: los eméritos y los reinantes, los destronados y los herederos de una corona con las joyas flojas, de tanto estamparla.

Hay aires de Botsuana en cada parte médico de Juan Carlos y puestos a imaginar una foto de conjunto, nos sale un muro de los lamentos. Cristina de Borbón con sus hijos Juan Valentín, Miguel e Irene,  la viva imagen de su padre, que de duque de Palma pasó a reo de Ávila por comisionista y defraudador. Su hermana Elena, estoica, con Felipe Juan Froilán y Victoria Federica, esos niños con cara de restauración. La guinda la ponen el rey y sus hijas, casi recién salidas de un fotograma de El resplandor. Familia que se ignora unida, permanece unida. ¡Si hasta parecen pintados por Goya!

Con un pie en la hidalguía y otro en la plebe, los Borbones han escenificado esta semana la situación tipo del entremés 'hay que visitar al abuelo'

Muy recuperado, dice Leonor, la princesa de Asturias, al ser preguntada por la prensa sobre la salud del emérito. Ya tiene catorce años, aunque la vistan como si tuviera ocho y hable con la voz ñoña de quien aún no se entera de que la continuidad dinástica recae en sus hombros. Para ver películas de Kurosawa, ya podría la niña verse más desenvuelta. Es lo que tienen las madres tiesas, terminan por pasmar a los hijos de tanto incordiarlos. Y doña Letizia, en eso, parece una experta.  

Menos mal que a la salida del hospital intervino también su hermana, la infanta Sofía, que destila la simpatía de los segundones y comparte con su primo Froilán un airecillo conjurado. Le ha regalado una tarjeta al abuelo, dice. Si no fuera porque a ella también la disfrazan, Sofía compartiría con el resto de sus primos el aire relajado de cualquier adolescente normal y no una figurante de El secreto de puente viejo. Aunque las vistan de Inditex, a esas niñas les puede la afectación. Y el problema no es que se vean cursis, el problema es que lucen distantes, abstractas, lejanas. Y considerando que una de ellas será la que reine, mal pinta el asunto.

Con un pie en la hidalguía y otro en la plebe, los Borbones han escenificado esta semana la situación tipo del entremés 'hay que visitar al abuelo': las cuñadas que se detestan entre sí tanto como a su suegro; los hermanos peleados que prefieren salir al pasillo con tal de no cruzarse; los primos plasta que le hacen esquinazo a las primas pijas y la abuela estoica que intenta mediar entre todos, porque alguien tiene que poner orden.  Bien avenidos no están los Borbones, aunque siempre se puede estar peor, y si no, que le pregunten al infante don Carlos y a Isabel II. Al menos sabemos que estos no van a declararse una guerra.

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