Para el viernes 12, último día hábil del plazo disponible, está convocada la sesión constitutiva del Parlament. Se abrirá bajo la presidencia del diputado electo de mayor edad de los presentes, asistido, en calidad de Secretarios, por los dos más jóvenes. Conforme a lo preceptuado en el reglamento se procederá a elegir a los siete miembros de la Mesa, a saber: un presidente, tres vicepresidentes y tres secretarios, que se repartirán entre Esquerra Republicana, JuntsxCat, los comunes y la CUP, dejando alguna silla de segunda fila para el PSC de Salvador Illa, que fue el más votado en número de sufragios y el que obtuvo más escaños empatado con Esquerra. A partir de ahí, quien ocupe la presidencia, previa consulta con los representantes de los grupos parlamentarios para evaluar los apoyos a los eventuales candidatos propondrá al que estime más capaz de obtener la confianza de la Cámara y ser investido presidente de la Generalitat.
Después de toda suerte de vetos cruzados y de la solemne confabulación del arco iris indepe, unánime para excluir a los socialistas; después de que Salvador Illa en el último momento alzara al cielo de los charnegos la firme promesa de que en su gobierno no habría ningún independentista; después de pronósticos y especulaciones para todos los gustos, colores y transversalidades; estamos de vuelta a las andadas porque, como decía Cuco Cerecedo, “los gansters que discuten en un garaje por el reparto del botín huyen juntos en el mismo coche al oír la sirena de la policía”.
Pero, la mejor descripción del paisaje para después de la batalla electoral acaba de escribirla este martes en el diario El País Xavier Vidal-Folch bajo el título Esquerra, en el barrizal. La tarea que se ofrece por delante a estos misioneros de la buena nueva es inmensa. Se impone favorecer una pedagogía social que anime a emplear el máximo poder de percusión ayudado de efectos flamígeros por aquellos que busquen mejor acogida a sus reivindicaciones o protestas.
Vandalismo
Al vandalismo se le da carta de naturaleza, una vez averiguado que la quema de furgones de la policía sólo es un indicio de que están hechas de material combustible al igual que los agentes uniformados. Pero antes de seguir adelante conviene reparar en que el fenómeno de la combustión requiere dos sumandos para que surja el fuego. No basta el combustible. Hace falta además el elemento oxidante, que llamamos comburente. Sin el oxígeno ambiente la combustión no se inicia y si se hubiera iniciado se apaga.
De modo que en el análisis de los disturbios que han asolado algunas calles de Vich o Barcelona deben tenerse en cuenta tanto los agents provocateurs, que naturalmente serán extranjeros o extranjeras infiltrados entre unos pacifistas ghandianos, como la suma de los ambientadores, que favorecen la chispa, aceleran las llamas y garantizan el escaqueo y la impunidad de los pirómanos. Este apostolado de la CUP, de los CDR y de los afines asimilables, tiene por delante un mar sin orillas hasta alcanzar temperaturas de incandescencia. Y del modelo de orden público, a base de agentes desarmados e ignífugos, hablaremos la próxima semana.
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