Opinión

El partido de Unai Simón

En los regímenes que adoran los periodistas a la vanguardia del progreso hablar demasiado es menos peligroso que no decir nada

El partido de Unai Simón
El portero Unai Simón, durante la concentración de la selección española en la Eurocopa 2024 ep

Unai Simón es el portero de España y también del Athletic. Parece un tipo juicioso, serio y templado. Pero el otro día, según los Guardianes del Santo Consenso, habló demasiado. En realidad le reprocharon que no hablara lo suficiente. En los regímenes que adoran los periodistas a la vanguardia del progreso hablar demasiado es menos peligroso que no decir nada. Siempre hay algo ante lo que se debe mostrar una adhesión inquebrantable. El líder, el Partido, la Revolución. Guardar silencio ante el progreso de la Historia es una muestra de hostilidad inaceptable. Hay que aplaudir hasta que sangren las manos; en principio, metafóricamente. 

Kylian Mbappé había dejado poco antes unas declaraciones de las que gustan mucho. Animó a los franceses a que acudieran a votar contra los extremos. Los Guardianes del Santo Consenso salieron en tromba para aplaudir sus palabras, aunque añadieron un matiz que al delantero francés se le había pasado por alto. Él había hablado de votar contra el extremismo, pero en realidad había querido decir contra la extrema derecha, y eso fue lo que colocaron en los titulares de nuestra prensa más comprometida. Por lo tanto, las no-palabras de Simón no implicaban mantenerse al margen de una cuestión electoral francesa, sino que en el mejor de los casos lo convertían en una especie de Neville Chamberlain. En el peor, Simón era directamente un agente de la ultraderecha.

Por cada Unai Simón que no habla de política hay veinte directivos, entrenadores o jugadores que mediante declaraciones tribales y silencios convenientes van sembrando el campo de lugares comunes, obligaciones y tabúes

Lo que vino a decir en la comparecencia ante los medios fue que él es jugador de fútbol y que de lo que tiene que hablar es de fútbol. Se desató un ensañamiento localizado casi mayor que el que sufrió Zubizarreta tras la cantada contra Nigeria en Francia ‘98. Simón dio su opinión sobre las declaraciones de Mbappé, y los comentaristas habituales le reprocharon que ser futbolista no le impedía dar su opinión. Parecía una contradicción, pero no lo era. Lo que querían decir los comentaristas ansiosos es que debía dar su opinión, y que su opinión debía coincidir con la de ellos. 

Y ahora vamos un poco más allá, o en realidad un poco más acá. La actitud del portero de España es razonable, pero no tiene razón. Porque por cada Unai Simón que no habla de política hay veinte directivos, entrenadores o jugadores que, mediante declaraciones tribales y silencios convenientes, van sembrando el campo de lugares comunes, obligaciones y tabúes. Unai Simón es el portero de España, pero también es el portero del Athletic de Bilbao. Ha escuchado los cánticos de San Mamés. Ha escuchado periódicamente “españoles, hijos de puta”. Lo ha escuchado dirigido contra él en El Sadar, campo de Osasuna. Al “Que te mueras, puto maricón” añadían “Puta España y puta selección”. Desde la grada de animación de su equipo se ha repetido el “Arriba, arriba, arriba, arriba con la Goma 2, que en Euskadi se prepara, que en Euskadi se prepara, pim pam pum, la revolución”. Y junto a todo eso, durante décadas hubo un silencio fúnebre cada vez que ETA cometía un asesinato. Muy pocos se atrevieron a exigir a jugadores, directivas y aficionados un gesto de rechazo que rompiera la indiferencia ante el horror. La complicidad pública, por su parte, siempre gozó de una salud aceptable.

Y aquí tenemos ahora a los héroes de las batallas inanes. Reproches al portero por no querer participar en el teatro político de los miserables. Gabriel Rufián y Gorka Landaburu aprovechan la serenidad de Simón para coger otra ola de indignación oportunista y recibir los aplausos esperados. El primero es socio de Bildu, y el segundo está encantado de que Bildu esté a punto de gobernar el País Vasco. De esto nunca hay que opinar, y en esto mencionar lo evidente es hablar demasiado. Es un mundo difícil.

Cuerpos sociales extraños

Mientras tanto, cada vez hay más gente en Bilbao, especialmente jóvenes, que sigue sin complejos a la selección de España. Muchos, porque es su selección. Algunos porque Vivian, Williams y el propio Unai Simón forman parte de la expedición. Son, sin saberlo, cuerpos sociales extraños. Y a veces se lo hacen saber. 

Iñigo Landa, Deia, 2021: “Pueden hacer lo que quieran pero La Roja no juega en Bilbao. Y eso es un dato objetivo por la simple imposibilidad de poder hacerlo con público. Así, no lo va a hacer por motivos de incidencia sanitaria y no lo va a hacer (que también) porque la inmensa mayoría de la ciudadanía no lo aprobamos”. 

José Luis Bilbao, diputado general de Vizcaya, 2014: “España sería bien recibida jugando como visitante contra Euskadi. Sería muy bien recibida, igual que Francia, o que Alemania, o que Inglaterra. (…) Y no se dan las condiciones para que España juegue aquí. Y si alguien quiere pedir mi opinión le diré que mi opinión es que no venga. Y si eso supone que San Mamés no es sede de la Eurocopa 2020, pues que no lo sea”. 

Jone Goirizelaia, portavoz de EH Bildu en el Ayuntamiento de Bilbao, Gara, 2019: “San Mamés va a ser sede de la próxima Eurocopa 2020 y en junio acogerá a la selección española en varios partidos. Para unos se trata de un mero evento de carácter deportivo, pero para nosotras supone la culminación de un proceso de colonización cultural y económica. (…) Cuando juegue la selección española, ¿acudirán al palco de honor todos los representantes de la Corona española y nos inundarán Bilbo de rojigualdas? ¿Es esa la imagen que queremos proyectar de Bilbao y de Euskal Herria? (…) Efectivamente vamos a San Mamés y a Lezama e impulsamos a nuestras jugadoras, que representan los nobles valores con los que Bilbao, Bizkaia y Euskal Herria se identifican frente a «la furia española». Y además aprovechamos la más mínima opción para colar que la «roja» no nos representa”.

Dos días antes del artículo de Goirizelaia en Gara, aparecieron carteles en Bilbao con el siguiente lema: «No a esta Eurocopa. Con Euskal Herria no se juega». La imagen que acompañaba al texto era un montaje en el que Eric Cantona pateaba y rompía la cara de Sergio Ramos.

En 2021 entrevistaron en La Sexta a Iñaki Williams, el hermano de Nico, estrella de la selección de España. Ambos son jugadores del Athletic de Bilbao. El presentador le colocó un vídeo de Santiago Abascal y después le preguntó por el racismo. La respuesta de Williams fue la siguiente: “Si dijera lo que pienso me metería en problemas. Espero y deseo que la gente no haga caso a semejante sandez”. Dijo lo que tenía que decir, aunque no lo dijera. Ningún problema. Salvado. El presentador podría haberle puesto después algún vídeo de Sortu, algún cántico de San Mamés o imágenes de gente lanzando piedras contra algún acto político de los apestados sociales. Pero no lo hizo. 

En nuestra tierra se ha cumplido aquello que probablemente nunca dijo Burke. Lo único necesario para que el mal triunfe es que los buenos sean razonables y no se metan en problemas.

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