Los jueces alemanes mantienen su negativa a incluir el delito de rebelión respecto a Puigdemont. No lo encuentran responsable de haber roto la paz social en la calle. Os habéis lucido.
Autor intelectual del delito ¿les suena, Deutsche Richter?
Es curiosísimo: tantos ciudadanos alemanes como veranean en Cataluña y, sin embargo, sus compatriotas togados no tienen ni pajolera idea de lo que pasa en mi tierra. A pesar de que el fiscal general de Alemania ha vuelto a pedir medidas severas, los magistrados de la Audiencia Territorial de Schleswig-Holstein siguen sin atribuirle al fugado de la justicia Carles Puigdemont la menor responsabilidad en los hechos que desembocaron en el 1-O. Por lo tanto, de rebelión, nada de nada. Si acaso, delito de malversación y ya veremos si eso se concreta o no.
Están muy seguros los jueces de que el cesado President no puede ser responsable de todo lo que pasara en aquellas fechas. Como no estaba personalmente en los lugares en los que hubo alteraciones del orden público, se va de rositas. Tiene pelendengues la cosa. Un individuo que, desde su cargo público, subvierte el orden legal impulsando un golpe de estado, proclama una república, da instrucciones concretas a fuerzas policiales bajo su mando para que se inhiban del cumplimiento de la legalidad y cooperen con los golpistas, ahora va y resulta que no tiene responsabilidad ninguna. Merecerían que, mañana mismo, todos los landers declarasen cada uno la independencia del gobierno federal alemán. A ver qué dirían. Lo de ser responsable intelectual de un delito les debe sonar a chino.
Un individuo que, desde su cargo público, subvierte el orden legal impulsando un golpe de estado y proclama una república ahora va y resulta que no tiene responsabilidad ninguna
Además de que la tesis que sostienen los jueces germanos sea mendaz – ellos sabrán a qué y a quién deben obediencia – es prueba palpable de que, o no conocen la realidad de lo que se está viviendo en Cataluña o, simplemente, fingen no saber nada de lo que aquí está pasando. Sus señorías deben carecer de información acerca de los encontronazos cada vez más violentos – ya hay heridos – entre separatistas y constitucionalistas en diferentes playas del litoral catalán, con las consecuentes represalias que han comenzado a padecer estos últimos: coches con las ruedas pinchadas, con lazos amarillos pintados por toda la carrocería, con llamadas telefónicas a altas horas de la noche de carácter intimidatorio, con pintadas en los que se les conmina a abandonar su pueblo o con tenerse que escuchar por la calle gritos e insultos de todo tipo ante la total inacción de las policías locales.
Tampoco deben saber que los separatistas han ido a la sede del PP en Barcelona para quemar sendas imágenes de políticos constitucionalistas, o que la ANC ha exigido a sus afiliados que den “un paso adelante” en defensa de esa república separatista. Estaría bien que aclararan en qué consiste tal paso. De momento, se contentan con quemar públicamente el 155 en El Born, ante la algarabía de sus seguidores. Esa tendencia a quemar lo que no te gusta no presagia nada nuevo, recuerden las quemas de libros por parte de Goebbels.
Es mucho el desconocimiento que parecen tener los togados teutones, pero mucho nos tememos que nada sea casual y que su indolencia obedezca al clima político que se vive en el país de Goethe y de Schiller, pero también del NSDAP y de Alternativa por Alemania. A eso vamos.
¿No les inquieta el pensamiento supremacista del actual President?
Es curiosísimo que en un país en el que levantar el brazo derecho y gritar Heil Hitler pueda llevarte a la cárcel, el partido neo nazi Alternativa por Alemania, AfD, sea quien tiene las mejores proyecciones en intención de voto. Demoscópicamente, no hay otra formación que crezca al ritmo de ellos. Ya tienen casi seis millones de votos, más de noventa escaños en el Bundestag, lo que no es poco decir para la nación que, en teoría, debería estar más y mejor vacunada contra el nazismo. Jörg Meuthen y Alexander Gauland, actuales dirigentes de AfD, son personas cultas, uno economista y el otro abogado. En el caso de Gauland, fue editor (del diario Märkische Allgemeine), escribió numerosísimos artículos y asegura ser un enamorado de la literatura. Estos son los políticos que tienen ante sí una formidable carrera y, lógicamente, ante la inacción paralizante de Merkel y sus socios del SPD, cada día van a subir más y más.
A propósito de la influencia neo nazi en Alemania podría ser muy pedagógico recordar la denominada “Acta Rosenburg”, obra del historiador Manfred Görtemaker y el eminente jurista Chistoph Safferling. Se trata de un exhaustivo informe sobre la administración de justicia en la Alemania post Tercer Reich. A lo largo de ella, llegaron a la conclusión de que el número de funcionarios del ministerio de justicia alemán que habían sido nazis, lejos de disminuir, aumentó extraordinariamente después de finalizar la Segunda Guerra mundial. Datos: en 1957 – tampoco hace tanto – los antiguos nazis que trabajaban en dicho ministerio eran el 77%. Safferling declaró en una entrevista al conocido rotativo alemán Süddeustche Zeitung que la supervivencia de antiguos nacionalsocialistas en el ministerio de justicia era infinitamente superior a la de otras carteras. No son los únicos, claro, el ministerio de exteriores empezó a analizar los mismos hechos en 2005 y el de interior en el 2014. Aún esperamos sus resultados.
Hablamos del pensamiento totalitario que va calando lentamente como el veneno entre la población hasta que ya es demasiado tarde
Sacamos a colación esta realidad porque no debemos desconocer que la extrema derecha tiene ahora en Alemania un peso tremendo, fatal. Afinemos más, porque ya no se trata de que se reúnan los integrantes de tal o cual asociación de veteranos nazis para fantasear acerca de su pasado o de vestir camisas paras y portar antorchas por la K-Damm. De lo que hablamos es del pensamiento totalitario que va calando lentamente como el veneno entre la población hasta que ya es demasiado tarde. Pasó con la república de Weimar así que ¿por qué no podría estar pasando ahora? Sin prejuzgar a los magistrados ni mucho menos acusarlos de nada, es preciso analizar el ambiente político y social que se vive en la Alemania de hoy. Uno visita Berlín y vuelve sorprendido por aquel magnífico laboratorio de ideas y cultura que, por otra parte, siempre ha sido. Pero, igual que sucede con los EEUU, si abandonamos las grandes ciudades y nos desplazamos al Deep Country nos encontraremos con que el huevo de la serpiente está más vivo que nunca. Cuidado con esto.
Son constatables los nexos que unen al movimiento separatista con la extrema derecha europea; en Alemania, el primero en visitar a Puigdemont mientras estuvo encarcelado en Neumünster fue nada menos que el eurodiputado y cofundador de AfD Bernd Lucke, que declaraba a las puertas de la cárcel “Considero una vergüenza que un líder político sea encarcelado por sus ideas y tratado como un delincuente más”. Según parece, Lucke y Puigdemont ya se conocían desde la época de Bruselas.
Todo esto no son divagaciones. Son bits para que cada uno reflexione como mejor le parezca, pero nada es casual ni pasa por qué sí, y menos en política. Que los artículos supremacistas del actual presidente Quim Torra no merezcan la menor consideración por parte del debate jurídico sustentado entre España y Alemania es, si más no, notable. Como se preguntaba Xavier Sardá en un reciente artículo ¿expresa Torra en sus escritos algo que no compartan sus seguidores? O, dicho de otro modo, ¿es presumible que Puigdemont opine distinto de Torra respecto a los españoles o los castellano hablantes? Claro que no. ¿Eso no lo tiene en cuenta un juez alemán? Es más, ¿no debería tenerlo en cuenta?
Un panorama europeo inquietante, con un gobierno en Italia de clarísimo corte neo fascista, una Alemania que parece volver a aceptar en sus parlamentos a aquellos que quemaron el Reichstag y un mainstream que sonríe amigablemente ante aquellos que pretenden romper el marco democrático actual. Siempre ha sido así, en el extranjero se la han cogido con papel de fumar mientras que aquí pasaba lo que pasaba. No parece que las cosas hayan cambiado demasiado, para desgracia de todos.