Uno no se hace guardia civil para hacerse rico ni es el dinero uno de los factores que se ponderan cuando se opta por una carrera en la benemérita. El Cuerpo atrae a personas que se mueven por otros valores más altos. El patriotismo, el honor, la excelencia profesional, el noble deseo de servir a sus conciudadanos. David y Miguel eran todo eso y mucho más. Muy bueno tienes que ser para que te envíen al peor destino posible, una vez acabada la andadura violenta de ETA: La lucha contra el narco en el estrecho. David casado con Patricia con dos pequeñajos de 6 y 9 años, Miguel con su pareja y su niña. Qué edades para disfrutar de unos padres jóvenes y fuertes, deportistas de élite con recursos para todo. Cuántos juegos con esos progenitores como superhéroes y que orgullo al decir en el cole que mi papá es Guardia Civil, cuida de todos y mete en la cárcel a los malos. Solo que a veces no puede ser, porque los malos están más armados y tienen más recursos que los buenos.
Patricia debía saber las dificultades por las que estaba atravesando su marido y sus compañeros en su nuevo destino, me imagino esas llamadas de teléfono, por favor, ten cuidado, y a él quitándole hierro a la situación y asegurando a su mujer que no se preocupara, que no iba a pasar nada. Disimulando ella y disimulando él, día tras día, mientras el padre de familia se jugaba la vida en zodiacs de juguete contra un narco cada vez más crecido en sus narcolanchas de trescientos caballos. Cuántas confidencias no le habrá hecho sobre las dificultades de enfrentarse al cáncer de la droga sin medios ni apoyo del ministerio, abandonados a su suerte, al destino final de ser carne de videojuego en los nauseabundos videos de la peor gentuza que existe, la que le ríe las gracias del asesinato al asesino, sujetos corrompidos por la droga y el dinero fácil, sin sentimientos.
Patricia se habrá tranquilizado a sí misma muchas veces pensando en la hermandad, profunda y real, entre su marido y sus compañeros. Si no les cuida el ministro se cuidarán entre ellos, se habrá dicho una y mil veces mientras ponía la enésima lavadora de ropa infantil e intentaba poner cara alegre ante los niños que parece que no pero lo captan todo.
Si no hubieran mandado a David y Miguel y a sus compañeros a combatir a las narcolanchas en un barquito de papel su marido seguiría con ella, besando a sus niños, cerrando la puerta de su casa por las noches con todos dentro
Fernando Grande-Marlaska, desafiando los deseos de Patricia de no tener que encontrárselo de frente mientras lloraba a su marido, se presentó en la capilla ardiente, tan ardiente como su dolor, dispuesto a sacar rédito político de la muerte de David. Pero ella, lejanos ya aquellos tempos de funerales infames a cargo del maligno Setién, en los que la despedida de tantos guardias civiles y policías iba envuelta en nuevas heridas a la dignidad de los caídos, no se arredró e impidió por cuatro veces que el ministro de las caravanas de etarras camino al tercer grado, de la desmantelación de la unidad especial contra el narco, del abandono de su marido y sus compañeros, tuviera el privilegio de imponer una medalla sobre la bandera que cubría los heroicos restos de su marido. Ni Marlaska podía aspirar a más ni Patricia, padre y madre de los hijos de David podía permitir menos. Y fue un compañero,hermano de Cuerpo, el que al final lo hizo. Hizo bien Patricia, y la comprendo como la comprendemos todos y la abrazamos desde lejos, con todo el corazón. Escogió bien David a la madre de sus hijos. Superheroína a la fuerza ella también.
Algún día, pero no será pronto, Marlaska sentirá en su conciencia todo el peso de su ineficacia letal. Esa noche será el último que duerma bien. Patricia, la mujer digna y valiente que le puso frente al espejo, seguirá adelante con mucho dolor y muchas dificultades, pero con la tranquilidad de saber quién fue su marido y cuales fueron sus valores. Habrá que contarles muchas veces a los niños que tuvieron un padre extraordinario, para que no se pierdan tantos juegos, tanto amor y tantas esperanzas de futuro. Y cuando ella se canse estaremos todos para recordárselo.
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