Berreta, un americanismo muy utilizado en la jerga política argentina, hace referencia al uso de argumentos y retóricas mediocres. Nadie en Argentina duda sobre la responsabilidad directa de los políticos berreta en el desastre que vive el país. Toneladas de palabrería para no aportar nada, cháchara hueca dirigida a seguidores fanatizados. O a fanatizar seguidores pulsando la tecla del odio al adversario. Si se analizan las elecciones del domingo en Brasil, extremo contra extremo, sin alternativas moderadas, se entiende qué dañino resulta este populismo.
¿Hay políticos berreta en España? Hace unos días me sorprendió la vuelta de Patxi López, discurseando desde la tribuna del Congreso de los Diputados. El portavoz del PSOE repitió los mismos recursos retóricos que ha utilizado durante décadas. El mundo cambia, él, no. Posee un estilo reconocible, basado en dicciones que simulan apasionamiento. Y en su caso el estilo equivale a la esencia, como sucede con todos los políticos berreta. Le ha servido, sin necesidad de cambiar nada, durante cincuenta años de vida política desde sus inicios en las Juventudes Socialistas. Y con éxito, pues le llevó directamente desde el fracaso escolar al Congreso de los Diputados. Ahí sigue.
Oírle decir “hay que huir de soflamas que señalan enemigos” para, sin solución de continuidad, pasar a vapulear sin miramientos a las “señorías del PP” responde al modelo. Tan consciente es del objeto de su retórica que él mismo soltó un espontáneo “no estoy insultando”. De hecho, no hizo otra cosa en toda la intervención. Es un político profesionalizado que responde a una tipología muy característica en el PSOE. Memorizaron un discurso rocoso sobre guerra de la socialdemocracia -¿cuál?- contra el neoliberalismo -¿el de Felipe González?-, pobres contra ricos, etcétera, y lo repiten con obstinación de catecismo.
Los países en los que, frente al riesgo del radicalismo han generado un mayoritario electorado “bisagra”, están demostrando resultados beneficiosos para toda la población
En su intervención, la sociedad se divide en un 90% de humildes por un lado, a los que representa y defiende Patxi, y el resto que son Franco, como dejó sentado entre aplausos de sus pares. Cincuenta años repitiendo lo mismo dan tablas. Como una ametralladora: “El PP enfrenta a los abuelos con los nietos”; “cuanto peor para España, mejor para el PP”; “sembradores de odio”. Cuando el berreta López toma velocidad de crucero en su blablablá progresista, no hay principio de Arquímedes que se le resista; él siempre flota.
Este tipo de políticos necesitan un ecosistema de polarización y tribalismo. Es su oficio, lo que saben hacer. Los berreta se dirigen a fans y son dañinos. El populismo provoca desastres, y no solo en Argentina. Se puede ver con el enfrentamiento radicalizado en Brasil, extrema izquierda contra extrema derecha, medio país contra la otra mitad, como fórmula política. Al otro lado, los países en los que, frente al riesgo del radicalismo han generado un mayoritario electorado “bisagra”, están demostrando resultados beneficiosos para toda la población. Que entre el extremista Lula y el extremista Bolsonaro no haya nada es una tragedia para los brasileños. Por el contrario, las sociedades capaces de “repoblar el centro político” logran escapar a la maldición.
¿En España? Afortunadamente, hay síntomas de agotamiento de las prácticas de radicalización. El domingo 19-M en Andalucía marca un antes y un después en el guerracivilismo que siempre vuelve. Allí el electorado bisagra decidió. Hay estudios de opinión que marcan la misma tendencia. El instituto DYM, en una encuesta reciente, mostraba que una gran mayoría de españoles es contraria a que Sánchez haga depender la aprobación de los PGE de Bildu y ERC. O a que el PSOE apoye en Cataluña el gobierno de los independentistas de Junqueras. Los propios votantes socialistas, según el estudio, rechazan esos pactos del Partido Socialista. Los españoles se han cansado de políticas berreta.
Proclamar a diario que el Estado de bienestar peligra con los “recortes” del PP, que solo el PSOE se preocupa de los pobres es cháchara hueca
Desde los tiempos de UCD se imponen mayorías basadas en el electorado bisagra que siempre decide. El excepcional bloque sanchista radicalizado pierde pie. El 20% de votos que migran del PSOE hacia el PP, como se demostró el 19-M, son el mejor indicador. Sánchez es percibido como un político radical que pacta con radicales. Frente a las evidencias, los discursos berreta tienen poco que aportar. Proclamar a diario que el Estado de bienestar peligra con los “recortes” del PP, que solo el PSOE se preocupa de los pobres, que los empresarios son el enemigo de la gente, etcétera, se ha convertido en cháchara hueca que expresa inanidad política y moral.
Se estrellan ante, por ejemplo, la presidenta de la AIReF: “El bono de Renfe y la ayuda a carburantes beneficia a las rentas altas”. Frente a los datos de la gestión nefasta del Ingreso Mínimo Vital o la evolución real de riesgo de pobreza con el sanchismo, el discurso berreta de López suena cómico. Además, el PSOE tiene una dificultad extra con las redes de propaganda colaboradoras, también en crisis. La trayectoria de Prisa -El País, La SER-, pegada al sanchismo, es un síntoma. Su apuesta empresarial decisivamente política refleja resultados empresariales en el valor bursátil. Una acción suya valorada en 1,7 euros en 2019, cuando Sánchez accedió al Gobierno, vale hoy 0,34. En esos datos hay más explicación sobre el estado de la coalición de radicales, cebada por medios afines, que en sesudos análisis.
No son los únicos. Para la historia quedarán los fracasos, pagados por todos los españoles, de las experiencias en RTVE de Jesús Cintora, Javier Ruiz, Javier Sardá, la propia Elena Sánchez y, en pista de salida, Julia Otero. Todos contratados por ser sanchistas acérrimos, reciben suculentas sumas por sus desastres de audiencia. Cuando nos expliquen que se deben subir impuestos – a los ricos, en lenguaje berreta-, tendrían que decir también que servirán para pagarles a ellos por nada. Este uso corrupto de medios públicos es parte del populismo berreta. Ahora todo ese complejo sanchista entró en crisis.
Alberto Núñez Feijóo visitará pronto algunos países de Iberoamérica. Podrá comprobar las consecuencias del dominio del radicalismo político, que la polarización crea pobreza. Pero también, la fortaleza creciente de moderadas alternativas políticas, intelectuales, periodísticas muy activas que empiezan a tener resultados, como en Chile o Argentina. Merecen otro destino y el apoyo desde España.
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