Opinión

Patxi, ¿pero tú sabes lo que es una nación?

López es un ejemplo palmario del político venido a menos, y si alguna vez fue a más, fue gracias al apoyo que el PP le dio para ser lendakari

Eran tiempos de primarias en el PSOE, esa fórmula para elegir al líder que solo ha traído a este partido división y nervios. Las primarias dan siempre a las bases la posibilidad de hacer lo que está en su naturaleza, votar en contra del aparato, sobre todo si este hace alarde de sus deseos. Pablo Casado, en el PP, llegó a lomos de ese caballo desbocado. Antes, en el PSOE, fue Josep Borrell el que dejó tocado para siempre a Joaquín Almunia, el candidato de Felipe González. Lo mismo con Pepe Bono. Y más recientemente, en 2017, Pedro Sánchez, que dejó para el arrastre a Susana Díaz y a Patxi López, y ahora se dedica ahora a envenenar nuestros sueños. Que se lo pregunten, si no, a Joaquín Leguina. Otro fascista de libro. 

Pero vamos a ver Pedro, ¿tú sabes lo que es una nación?, le preguntaba Patxi López a un candidato con cara de becario que a duras penas supo responder. Pudo haber dicho entonces que nación era un concepto discutido o discutible, Zapatero dixit. Casi hubiera sido mejor que pensara así, que no lo que hoy cree que es la nación española, lo que somos sus ciudadanos, lo que es el Estado de Derecho, lo que es la división de poderes. Claro, me dirán algunos, habrá que recordar que antes Miquel Iceta, hoy ministro de Cultura de un gobierno de la nación española, se puso a contar naciones y le salieron ocho. ¡Oigan, ocho naciones en España! ¿De cuál de ellas será ministro de Cultura y Deportes?

Lo que es seguro es que la idea de nación que López tenía no era la de Sánchez, porque la pregunta entonces hubiera resultado absurda. Pero hoy caben pocas dudas de que ambos comparten la misma idea destartalada y frívola que dinamita los cimientos democráticos de España. 

En Italia, los indultos los otorga el Congreso con mayorías cualificadas. Solo nos armonizamos con lo peor, con lo más execrable de la política

El tiempo nos enseña que, con el devenir de las reformas y las alianzas que el PSOE está haciendo con partidos nacionalistas de derechas e independentistas, hay que prepararse para el próximo capítulo: amnistía y autodeterminación, que será lo que, llegado el caso, nos anunciará con cara de asustado Patxi López delante de una cámara a la que no podrá mirar con alivio. No es posible mirar a los ojos cuando no se puede decir la verdad a los españoles: que la reforma está hecha a medida de los que ya delinquieron y anuncian que lo volverán a intentar. Imposible cuando la rebaja de Sánchez del delito de sedición limita la prisión a Puigdemont a un máximo de dos años.

Qué barato sale dar un golpe, declarar la republiqueta catalana, huir, reírse del país y de sus jueces. La sedición al nivel de la fechoría. Imposible seguir mirando a los ojos de los ciudadanos cuando se habla de homologar el delito de sedición con países de nuestro entorno, porque entonces habrá que recordar a López que en Alemania, por ejemplo, Oriol Junqueras no podría haber sido indultado. Y en Italia los indultos los otorga el Congreso con mayorías cualificadas. Solo nos armonizamos con lo peor, con lo más execrable de la política. Eso no se lo voy a discutir.

El exlendakari, hoy portavoz amable de una locura política que se dispone a despenalizar el golpe independentista y a tomar el Tribunal Constitucional, no se conformó con helar la sangre de la madre de un asesinado por ETA, ahora, y cada vez que habla o balbucea, también la de millones de españoles que asistimos aterrados a la demolición de una nación y de su estado de derecho. Hay lenguas que tiran coces.

Nada de lo que está pasando fue anunciado, ni escrito en un programa electoral. Todo descansa en una fenomenal mentira que no tiene más objetivo que mantener a Sánchez en el poder. Patxi, ¿pero tú sabes lo que es la nación española?

López pone cara de estadista circunspecto, unos días, y de portavoz despistado en algunas entrevistas radiofónicas. Se empeña, pero cuesta creer lo que dice

El socialista vasco es un ejemplo palmario del político venido a menos, y si alguna vez fue a más, fue gracias al apoyo que el PP le dio para ser presidente en el País Vasco. Su carrera era tranquila cuando su perfil era bajo, y así ha podido vivir de la política desde que hecho los dientes en esto. Ahora, según los días, es el portavoz de la política más baja y destructiva que vive España en los últimos lustros.  El derribo institucional es tan grande que seguramente sea irreversible en algunos de sus extremos.

Reformar el Código Penal y delitos tan graves como la sedición y la malversación a la carta de los golpistas catalanes de 2019 deja nuestra defensa y salud democrática por los suelos. A todo esto, López pone cara de estadista circunspecto, unos días, y de portavoz despistado en algunas entrevistas radiofónicas. Se empeña, pero cuesta creer lo que dice. Acaso porque ni él mismo cree sus palabras.

Hoy el PSOE se dispone a reformar la malversación para que no paguen aquellos que desviaron -robaron, más bien-, dinero público, pero que no se enriquecieron personalmente. Habría que recordar entonces que eso es lo que terminó con Mariano Rajoy y trajo a Sánchez a la presidencia del Gobierno. Sánchez llegó al poder por un delito de partido que no hizo rico a Mariano Rajoy. Y ahí está Rajoy en el Registro Mercantil de Madrid, escribiendo libros y crónicas deportivas que ponen en cuestión la lógica aristotélica.

Y ahí está Sánchez, deprisa, deprisa, que vienen las autonómicas y municipales. Cuanto antes perpetre sus intenciones antes lo olvidará la opinión pública. Y en eso estamos. Con el PP haciendo cálculos. Con los tres jueces que hay en el Gobierno, callados. Con el colectivo de jueces y magistrados a la espera ¿de qué? Y la calle a lo suyo, que lo tiene bien cantado en una copla Carlos Cano: ¡Vengan palmas y sevillanas/ que mañana Dios dirá/ Y a ver los barcos venir/ Y a ver los barcos pasar!

Y, ya que nos ponemos, ¡gol de Messi por la escuadra! 

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