Opinión

El PDeCAT y Esquerra andan a navajazo limpio

El cruce de durísimos reproches en privado contrasta con la sonrisa profident que exhibían este martes PDeCAT y Esquerra. Los primeros acusan a los segundos poco menos que de traidores,

El cruce de durísimos reproches en privado contrasta con la sonrisa profident que exhibían este martes PDeCAT y Esquerra. Los primeros acusan a los segundos poco menos que de traidores, mientras que en Esquerra dicen que los ex convergentes son unos cobardes. Pintan bastos entre los separatistas.

Suena el teléfono

Antes de proceder al aplazamiento del pleno que, en teoría, tenía que investir de manera mágica, virtual, telepática o vaya usted a saber al fugadísimo Carles Puigdemont, el presidente de la cámara catalana Roger Torrent, ya saben, el Bello Roger, intentó hablar con el cesado por teléfono. Una de dos, o la cobertura en Bélgica es de chichinabo o este no quiso cogerle la llamada, porque Torrent lo intentó hasta cuatro veces. Como el del flequillo sabía lo que le iba a decir, optó por su estrategia habitual: esconderse para, después, hacerse el ofendido.

Los de Puigdemont, empezando por él mismo, están muy cabreados con la postura adoptada por el presidente del Parlament. Contaban com montar uno de sus recurrentes espectáculos en los que la oposición abandona el hemiciclo, ellos proclaman repúblicas evanescentes o presidentes fantasmas, lo mismo da que da lo mismo, para, finalmente, cantar Els Segadors henchidos de patriotismo a mayor honra y gloria de la ex Convergencia. Ah amigo, pero en Esquerra están muy quemados y dicen que cuando Puigdemont lleve en la trena el tiempo que Oriol Junqueras lleva, hablarán de jugarse la libertad. Según un diputado de Esquerra “Desde Bruselas, yo también digo muchas cosas, que venga aquí y ja en parlarem”. Normal.

Porque la amenaza que pesaba sobre los que prestasen su concurso a una investidura ilegal era muy real y muy concreta. La justicia no dejaba resquicio ni a la duda ni a la interpretación torticera. Carme Forcadell fue de las primeras que avisó a Torrent: “No seas tonto, mira como he acabado yo”, palabras que no cayeron en saco roto visto lo visto. Los republicanos tienen la mosca detrás de la oreja respecto a sus ex socios convergentes, y no sin razón. Aseguran que están llevándose todos los méritos, mientras que ellos – recordemos que quedaron tercera fuerza política el pasado 21-O, por detrás de Ciudadanos y JuntsxCatalunya – solo se están llevando los palos.

Pero si homérico es el enfado de Esquerra, no es menor el que tienen de los del PDeCAT. Que Elsa Artadi, valida de Puigdemont y profeta suya en esta tierra de infieles que es la Cataluña post proceso, diga que ni ella, ni el expresident, ni los miembros de la Mesa sabían nada acerca del aplazamiento son palabras mayores cuando se sabe interpretar la fraseología de este personal. Indignadísima, lo manifestaba con esa expresión facial que los catalanes llamamos cara de diumenge, de domingo, a saber, la que exhibimos la fiesta dominical cuando salimos a la calle a comprar el diario y el tortell con una expresión de enfado supino, de cabreo monumental, de auténtico asco. Indignados con el mundo, vamos.

Les sienta como una patada en el hígado probar su propia medicina, a saber, que se hagan las cosas sin pedirles opinión"

Otro cabreado, ya que estamos, ha sido el vicepresidente primero de dicha Mesa, de JuntsxCatalunya, Josep Costa, que ha hecho constar en acta que él, personalmente, se había enterado del aplazamiento a través de los medios de comunicación.

La consigna repetida a lo largo de este martes ha sido, por parte de los ex convergentes, que nadie les ha consultado, que estas cosas son impropias, que es un desaire y que, si bien Torrent ha dejado claro en su declaración institucional que defendía a Puigdemont, el aplazamiento no podía conducir a nada más que al entorpecimiento de lo que ellos, pomposamente, denominan “el restablecimiento del Govern legítimo catalán”. Vamos, que les sienta como una patada en el hígado probar su propia medicina, a saber, que se hagan las cosas sin pedirles opinión.

¿A río revuelto, ganancia de Puigdemont?

El distanciamiento entre ambas formaciones separatistas se ha hecho público, aunque ya lleva cociéndose hace meses, especialmente desde el ingreso en prisión de algunos miembros del Govern cesado.

Tiene un aspecto interesante desde el punto de vista del análisis político: mientras que los herederos de Jordi Pujol y Artur Mas quieren tirar por la calle del medio, porque Puigdemont lo único que desea a día de hoy es crearse una imagen de mártir que poder rentabilizar de cara a su futuro político, aunque para eso tenga que llevarse a todo un país por delante, los de Esquerra están en una fase más conciliadora, de apaciguamiento. Entiéndanme, ni los unos ni los otros son menos separatistas que hace tres meses. Lo que sucede es que, mientras el fugado se pasa la vida entre conferencias, declaraciones, óperas, langostas y champagne, los otros están pasando las del beri, teniendo que lidiar aquí con cárcel, presiones y una justicia que, aunque lenta, les está costando evitar más de lo que pensaban.

Todo el mundo admite privadamente que la situación es, ciertamente, imposible y que se acabará yendo a unas nuevas elecciones, de ahí ese interés que tiene el fugado en quedar ante su electorado como el pal de paller del proceso. Al electorado estelado le complace más las bravuconadas de este gachupín que el misticismo llorón de Junqueras, como se ha visto. Es un sector de catalanes que se harta de decir que si Franco, que si las dictaduras, que si el fascismo, pero se le cae la baba cuando su líder exhibe comportamientos más propios de un dictador que de un político razonable y homologable al resto de los dirigentes europeos. El nacionalismo es así, totalitario al fin y a la postre.

Puigdemont lo sabe y por eso desea convertir las próximas elecciones, no en un refrendo por la independencia, sino en un plebiscito alrededor de su persona, sin Esquerra ni nada que le estorbe en sus propósitos. Ese caudillaje es lo que más irrita a lo republicanos, que ven - ¿ahora se dan cuenta? – hasta que punto han sido los tontos útiles en aquella ficción que nos repetían hasta la náusea acerca de que el proceso era algo transversal.

De ahí que las estrategias de las dos formaciones, antes socias y ahora enemigas, sea ver como fastidian al otro. Puro navajeo. Esquerra lo tiene mejor en el sentido operativo. Con Torrent al frente de la cámara catalana puede iniciar una guerra de desgaste mediante aplazamientos, evacuación de consultas, recursos y todo lo que contribuya a ir dejando cada vez en mayor evidencia que si existe un problema en Cataluña es porque hay un tipo en Bruselas que antepone su egomanía al interés general.

Por parte del PDeCAT su artillería ha empezado a disparar en la dirección que consideran más adecuada, que no es otra que decir que Puigdemont es el president legítimo y que todo lo que sea entorpecer su nombramiento va en contra de los intereses de Cataluña y la independencia. Es una vieja táctica convergente, aquella que rezaba que, si te metías con Pujol, te metías con Cataluña, pero no por vieja es menos eficaz; siempre da resultado, porque su clientela es la misma.

A todo esto, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, este martes los Comités de Defensa de la República han roto limpiamente el cordón policial que los Mossos tenían dispuesto alrededor del Parque de la Ciudadela – menuda novedad -, plantándose ante las puertas del Parlament mientras proferían gritos de “Visca Terra Lliure”, la organización terrorista catalana, o “Si no investís al president ocuparemos el Parlament”. Añadamos que el diputado de las CUP Carles Riera estaba en primera fila., gritando como los demás, henchido de fervor revolucionario y con la tranquilidad que da cobrar un buen sueldo a costa del erario público. Todo muy democrático. Con este patio, no es de extrañar que incluso la gente de Esquerra esté echando el freno, aunque sea solamente por tacticismo.

Imaginen a que punto ha llegado la cosa. Esquerra, más moderada que Convergencia, aunque solo sea para salvar su trasero. Cosas veredes, amigo Sancho.

Miquel Giménez 

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