Opinión

Pedro, te estoy amando locamente

La desvergüenza pedro
El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, durante el desarrollo de la cumbre de la Comunidad Política Europea EFE

Señoras y señores, a mí no me duelen prendas -lo que me duele es el vientre– ni me hacen falta cartas a los españoles, periodos de reflexión, que Bolaños me guiñe un ojo o que Patxi López se digne a decirme qué tiempo va a hacer en Cascarilla de la Sierra. Me ha bastado ver un telediario de la Primera, leerme lo país artículos de fondo incluidos, que ya es leer, escuchar la SER y ver la Sexta para convencerme del tremendo error y la monstruosa injustica que he venido cometiendo poniendo cual no digan dueñas a nuestro presidente. Sí, porque Sánchez es bueno, generoso, dialogante, trabajador, justo, adalid de pobres y menesterosos, defensor de los débiles y una buena, qué digo buena, buenísima persona.

En mi disculpa he de señalar que he vivido rodeado de malas compañías, gentes de corte rencoroso y fascistoide que sólo saben atacar el socialismo y las virtudes de las freidoras de aire, que son más o menos lo mismo. ¡Pluguiera al cielo acabar con tamañas personas que tanto daño hacen a las Españas, incluido el condado de Treviño! Obcecado en mis fobias no había sabido ver la generosa mano que, llena de munificente democracia pacificadora, extendía nuestro querido Pedro a locuelos como Puigdemont que tuvieron una mala tarde y esperan ahora integrarse en esa España de las Españas, confederación de virtudes que tendrá como moneda común el Illa, símbolo de la paz que ha de sustituir a no tardar mucho a la tradicional paloma picassiana.

Obcecado en mis fobias no había sabido ver la generosa mano que, llena de munificente democracia pacificadora, extendía nuestro querido Pedro a locuelos como Puigdemont

Tampoco entendía, ¡ah, las malas lecturas!, que el comunismo siempre ha sido la mejor defensa contra el fascismo acechante y taimado, preparado para saltarnos a la yugular o a las varices. Y qué decir de ese nuevo feminismo que dice que la mujer de ahora, empoderada a tope, ni debe arreglarse, ni llevar joyas, ni ir a la peluquería ni siquiera prepararle un bocadillo a su novio. Cuánto hemos de agradecerle a esas heroínas su sacrificio al vindicar vestirse con unos vaqueros con más grasa que una cocina de las que visita Chicote y unas camisetas agujereadas que nunca conocieron la lavadora. ¡Loor y más loor, compañeres, que sin vosotras las mujeres llevarían perfume, faldas, trajes chaqueta, peinadas de peluquería, uñas pintadas, labios con rouge Chanel y seduciendo y siendo seducidas como antes!

Se lo debemos a Pedro, a su visión profética en la que las únicas que pueden gastarse una pasta en el fondo de armario y el tocador son la suya y sus aliades, sacrificándose para que veamos como visten las capitalistas fachosas. Igual que sus ministros, hombres que siguen ejerciendo los antiguos modos, maneras y costumbres para que entendamos que los tiempos de caliqueño, sol y sombra, abono en Las Ventas, piropo castizo y dos sexos forman parte del mismo siniestro patrimonio que el Valle de los Caídos, perdón, Cuelgamuros.

Y demos gracias por comer, que en Gaza están peor y eso que las hermanitas de la caridad que son los de Hamás hacen todo lo que está en sus manos y en sus misiles. Nada de eso supe ver, pero hago propósito de enmienda. A partir de ahora voy a ser como un tertuliano de la Primera de TVE, qué digo, de la Sexta, y escribiré odas a Sánchez, silvas a Begoña y sonetos a Yolanda, con o sin estrambote, ya se verá. Todo es maravilloso, perfecto, reina la paz y la prosperidad en nuestra tierra y no queda más que instaurar a Pedro como presidente caudillo vitalicio, crear un Consejo General del Movimiento Socialista, la Brigada Político Socialista, la Censura – buena falta hace con los pseudo medios – y proclamar que España es un destino en lo particular. De Sánchez, se entiende. Pedro, te estoy amando locamente pero no sé como te lo ví adicil.

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