En Cataluña, las élites –ya sean políticas, deportivas o económicas- utilizan el mismo comodín para intentar tapar sus miserias: “España (o Madrid, o el Real Madrid) nos roba”. En cuanto vienen mal dadas, y los resultados en las urnas o en los tribunales no son los que esperan, acuden al victimismo y al enemigo exterior para justificar su incompetencia o, sencillamente, sus presuntas corrupciones. Joan Laporta es el último ejemplo.
El presidente del FC Barcelona –ese que Javier Clemente ratificó que era más que un club, “es un puticlub”- acaba de ser imputado por lo que puede calificarse sin ningún problema como una “corrupción de libro”. Durante 18 años, el Barcelona pagó más de 7 millones de euros al vicepresidente de los árbitros, Enríquez Negreira, por unos trabajos que nadie ha podido justificar ante el juez. Y Joan Laporta multiplicó esos pagos al hombre que debía premiar, ascender y, por tanto, hacer que ganaran más los árbitros de la Liga española.
El Barcelona, como corresponde a todo caso de una presunta corrupción de manual, dejó de pagar a Negreira cuando este perdió su puesto en el Comité de árbitros y, por tanto, ya no podía tener influencia en los arbitrajes. Pues bien, para Laporta, su imputación y que, con ella, ya solo quede un presidente del Barça vivo que no haya sido imputado no es más que la persecución del “madridismo sociológico en los centros de poder de la capital”.
Aragonés, Laporta y Sánchez
El mismo día que Laporta se victimizaba y desviaba la atención sobre su imputación utilizando el comodín del “España nos roba”, el presidente de la Generalitat hacía de tripas corazón y, venciendo esa especie de asco que les invade a todos los ‘indepes’, venía a la capital de España para, durante diez minutos, reclamar el derecho a la “unilateralidad” desde la tribuna del Senado (eso sí, en catalán) y advertir que la amnistía no era más que el punto de partida para un “referéndum a la escocesa”. Vaya sorpresa... Eso sí, Aragonés obviaba que, la víspera, el líder independentista escocés renunciaba a la hoja de ruta 'drástica' y a la unilateralidad, y pedía a los suyos "paciencia".
Como buen demócrata que reclama el diálogo, el presidente del Govern tras acabar sus diez minutos salió de la Cámara Alta y no se dignó a escuchar al resto de las Comunidades Autónomas recordarle que todos los españoles somos iguales ante la ley y no hay españoles de primera ni de segunda, como pretenden hacernos creer desde hace años los independentistas catalanes y vascos.
Laporta y Aragonés coincidieron en el tiempo en acusar al Estado español o al “madridismo sociológico” de todos sus males, que, en su mayoría, vienen de la corrupción: los pagos a Negreira, una gestión que está a punto de llevar a la quiebra al club catalán o una Comunidad autónoma que ha pasado de ser la locomotora de España a encabezar las listas de espera en la Sanidad, a sufrir cotas inimaginables de inseguridad en las calles de su capital o a ver cómo se deterioran los servicios públicos como las Rodalíes mientras se dilapida el dinero en embajadas o en la TV3).
Preguntados más de 6.500 catalanes sobre la independencia, los más jóvenes –entre 16 y 42 años- se mostraban en su mayoría favorables del sistema autonómico. Como bien recogía una crónica al hablar de la encuesta, “al independentismo catalán le flojea la cantera”.
Y ese mismo jueves se hacía público el último estudio del CIS catalán (el Centro de Estudios de Opinión) dependiente de la Generalitat que arrojaba datos esperanzadores.Preguntados más de 6.500 catalanes sobre la independencia, los más jóvenes –entre 16 y 42 años- se mostraban en su mayoría favorables del sistema autonómico. Como bien recogía una crónica al hablar de la encuesta, “al independentismo catalán le flojea la cantera”.
Quizá por ello, a Aragonés le entraron las prisas por venir a Madrid a debatir –es un decir- y a vender su idea de la amnistía y el referéndum, no vaya a ser que no tenga otra oportunidad. Y Laporta –apoyado por esa lumbrera llamada Xavi Hernández, que defiende los valores democráticos de Qatar por encima de la malvada España y asegura que siempre han sido perseguidos por Madrid- insistía en su inocencia y aprovechaba la entrevista para mostrar su cerrado apoyo a la amnistía que negocia Puigdemont con Pedro Sánchez.
No habría de extrañar, por tanto, que entre las nuevas condiciones que se estén negociando en la amnistía para que Junts apoye la investidura de Pedro Sánchez se incluyan –además de a Artur Mas y a los CDR procesados por terrorismo- a Joan Laporta y a todos los presidentes del Barça perseguidos por el “madridismo sociológico” igual que en su tiempo Franco persiguió al club blaugrana… antes de concederle al dictador tres insignias en tres décadas distintas.
La encuesta del CEO muestra lo que las urnas ya anticipan: que el suflé independentista se desinfla y, por ello, se entiende aún menos el afán de Sánchez –cuando tienen menos apoyo y menos escaños- de conceder al fugado de Waterloo y a los republicanos de Aragonés, todo lo que pidan a cambio de su apoyo en la investidura.
La encuesta, insisto, muestra que algo está cambiando en Cataluña y que a una minoría que lleva décadas viviendo del cuento independentista y del hecho diferencial –solo hay que ver cuáles son los diez apellidos mayoritarios en la sociedad catalana y cuáles en el Parlament (ver tuit debajo), se le estaría acabando su tiempo. Un tiempo, al que solo Pedro Sánchez parece querer dar otra oportunidad a cambio de seguir en Moncloa. Nunca se pagó tanto por tan poco.
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