Quisieron plantear las elecciones autonómicas de Madrid en clave nacional. Eran, por un lado, el Gobierno social comunista redentor, republicano, progresista y feminista contra, por el otro, de la derecha, el fascismo, Franco, y la monarquía. Pablo Iglesias se presentó por su partido –existen otras razones de mayor peso en esa decisión que explicaremos en otro artículo – y el propio Pedro Sánchez descendió a la arena política, dejando de lado a Gabilondo, que no podía por sí solo motivar al electorado socialista. Si creían que otorgándole una dimensión a nivel de toda España iban a ganar puntos, se equivocaron. Evidentemente el mérito no ha sido de un PP que en esta campaña estorba más que otra cosa a su candidata. La equivocación consiste en considerar que Ayuso es una persona al uso. Craso error.
En el Gobierno sí acertaron, al menos, en entender que lo que se dirime el 4 de mayo es algo más que quién ocupa el edificio de la Puerta del Sol. Sánchez se juega la continuidad, porque es un test a sus propuestas y a él mismo, que se ha otorgado el papel de candidato. Si no vence, su Gobierno perdería fuerza merced al plomo en el ala que le dejaría la candidata popular, sumado al de la muerte política de Iglesias. Y todo eso le abocaría más pronto que tarde a un adelanto electoral. Eso es lo que más teme el presidente. En los últimos días ha seguido con preocupación los acercamientos del PNV al PP, sabedor de que los nacionalistas vascos hoy pueden aprobarle el presupuesto a Rajoy y mañana secundar una moción de censura en su contra. En el PNV se comenta que a Pedro Sánchez lo tienen amortizado una vez les ha entregado las competencias en materia de prisiones y ha acercado a los etarras a las Vascongadas. Me aseguran que son palabras del mismísimo Urkullu. Y ante un PP reforzado por una victoria en Madrid, los nacionalistas vascos empezarían a situarse de cara a futuros acuerdos.
No hay otra manera de entenderlo. La batalla de Madrid es la batalla por España. Serán dos semanas durísimas en las que la violencia, la amenaza, la mentira y el odio van a repartirse generosamente por parte de esa pseudo izquierda que no repara en nada con tal de seguir en su privilegiado Olimpo. Es menester, pues, mantener una calma a prueba de bombas y seguir adelante. Y medir muy bien lo que se dice. Es insostenible, por ejemplo, que Casado vaya jactándose de que no pactará con Vox si se diera el caso. En primer lugar, es Ayuso quien debe considerar con quién se pacta y para qué. En segundo, y no menos importante, si el PP no alcanzase la mayoría absoluta, que es lo más probable a pesar de que podría llegar a doblar el número actual de diputados autonómicos, ¿con quién espera lograr un acuerdo para obtener mayoría absoluta? ¿Con Ciudadanos, que está en el límite, según las encuestas, de quedarse fuera de la cámara autonómica? Y si, finalmente, tuviera representación, ¿de verdad Casado se fía de una formación que los ha traicionado en no pocos lugares y que lo habría hecho también en Madrid sino fuese porque Ayuso se anticipó convocando elecciones en Madrid?
Piensen y mediten muy bien en Génova qué han de decir las próximas dos semanas. El mejor candidato puede perder por culpa del fuego amigo, ese que, so pretexto de ayudarnos, acaba por eliminarnos del terreno de juego. Se han dado en Madrid otros casos con anterioridad. Los celos son terribles consejeros, que se lo pregunten a Esperanza Aguirre que, pudiendo ser una candidata óptima a la presidencia del Gobierno, tuvo que plegar velas. Sería muy desafortunado que ocurriese otro tanto con Ayuso. Una orquesta suena mejor en función de la calidad de los músicos que la integran. Pablo, no le tenga miedo a su candidata. A quien debe temer es a los asesores que fomentan miedos ridículos y prevenciones infundadas. Hágame caso, que usted vale más que todo eso.
Deje a la candidata popular hacer su camino y la batalla de Madrid se ganará, lo que le permitirá al líder popular afrontar en magníficas condiciones la que ya se avecina próxima batalla de España. Porque batalla a batalla se ganan las guerras. Sin menospreciar a nadie ni a nada, y menos a Vox. Como final, le diré que no tema que le acusen de fascista, porque ya lo hacen con todos los que no son de su cuerda. Que eso no le impida liderar la regeneración que precisa nuestro país.
Van a ser unos días excepcionales que pueden marcar la historia de nuestro país. Ojalá la altura de miras y el sentido del estado predominen entre aquellos que dicen defenderlo. Ahora tienen una estupenda ocasión para demostrarlo.
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