La competición es una actividad humana que suele dejar al descubierto la personalidad de los que compiten, en la que frecuentemente resulta patente que aquellos que están acostumbrados a ganar, no saben perder.
Sucede en el mundo del deporte, pues aceptan peor la derrota los madridistas que los atléticos, los culés que los pericos, los vikingos que los dementes … Y ahora, en el campo político lo ha demostrado Pedro Sánchez. Olvidando su escuela estudiantil y ensoberbecido por las sucesivas victorias cosechadas ante los históricos en su partido, ante Mariano Rajoy en la moción de censura, ante Pablo Casado en dos elecciones, no ha digerido adecuadamente su estrepitosa derrota ante Isabel Díaz Ayuso.
Las consecuencias de la derrota
De entrada, pretendió disimular que él era el gran derrotado. Para intentarlo, y con una inusitada rapidez, quiso endilgar a otros la culpa de su fracaso. Franco (vaya apellido para un socialista) y Gabilondo fueron los señalados, pese a que al primero no le dieron bola en la batalla electoral y el segundo no hizo sino obedecer religiosamente las órdenes recibidas. En realidad, el pecado de ambos fue aceptar con extrema sumisión las instrucciones de su jefe. Después pretendió obviar la existencia del resultado producido en Madrid hasta que la fuerza de la razón le obligó a valorar públicamente los datos del 4-M. Y cuando ya obligado tuvo que hacerlo, no dudó en intentar minimizar la dimensión y las consecuencias de su derrota.
Pasados unos días, su decisión ha sido volver a enviar a la caza de Ayuso a sus vasallos (Ábalos, Simancas…) y a sus vasallas (Calvo, Lastra, Maroto…). Eso sí, unos y otras convenientemente ayudados por sus periodistas de cámara.
Ataque a los madrileños
Como en su pretendida caza todo vale, insisten en intentar ridiculizar a la presidenta de los madrileños, la acusan de carecer de discurso, de incumplir sus promesas, de ser ultraderechista… Olvidan que atacar así, tan injustificadamente, a quien anteayer ha sido abrumadoramente votada por los madrileños, será percibido por éstos como un ataque a ellos mismos, a su voto y a sus preferencias.
La enrabietada reacción de la jauría sanchista evidencia que frente a lo que manifiestan, están híper preocupados por lo que han revelado las urnas de Madrid. Además, no están siendo capaces de percibir la dimensión del liderazgo de Ayuso que ha sido reconocido por los analistas nacionales e internacionales. Tampoco han sabido captar el mensaje de los madrileños que, negando el pan y la sal a su oferta electoral, han manifestado un clamoroso rechazo a sus políticas, a sus pactos, a sus socios, a sus proyectos y a su forma de entender la competición partidista. No han entendido, en fin, que en España se ha abierto una puerta al cambio del ciclo político, puerta por la que Pedro Sánchez y los suyos pueden salir del poder.
Bien es cierto que en la política suele cumplirse lo que, acertadamente, manifestó el presidente Kennedy. Y con frecuencia asistimos al espectáculo de ver que frente a los muchos padres que tiene la victoria, la derrota es una huérfana. Pero bien haría Sánchez en reconocer a su hija y aplicar aquella máxima que dice: El que falla / consuelo no haya / pero si no rectifica / su futuro se complica. Pero es que, guiado por su spin doctor, la única rectificación de Sánchez es demostrarnos que sabe contar al revés (100, 99, 98, 97…). Que tenga cuidado, que su retahíla cantarina acaba en cero, mal resultado para el orgullo de quien no sabe perder.
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