Ese es el gravísimo error que comete la progresía en general y la socialista en particular, no atribuir la condición de derecha – de extrema derecha – al separatismo. Una condición que no es gratuita, pues que se fundamenta en los textos inspiradores del movimiento, en los discursos de sus dirigentes y en sus políticas homogeneizadoras del individuo en pro de la “nación” catalana. En todo se destila el mismo perfume a chauvinismo rancio, a repudio hacia el disidente, a clasismo de quien se considera pueblo superior.
En unos tiempos en los que solo se habla de derechos, esa ideología tenía todos los puntos para acabar triunfando, lógicamente. El hilo argumental del separatismo, y el de los ninis de acampada con iPhone y preservativos, gira alrededor del mismo leitmotiv, el de “yo tengo derechos”. Ese YO en mayúsculas, que elimina posibilidades tan humanamente enriquecedoras como el NOSOTROS o el TÚ, incitadoras de empatía con las realidades humanas que van más allá de nuestro ombligo, es lo que realmente convierte a esos movimientos en totalitarios, excluyentes y, por tanto, de extrema derecha.
Sánchez y el conjunto de la falsa progresía pertenecen a aquellos rojos de cartón piedra a los que debió parecerles muy bien el pacto Ribbentrop-Mólotov
Alguno me dirá que extrema izquierda y extrema derecha no son lo mismo, de la misma manera en la que otro puede decirme que son iguales. Lo que equipara ambas cosas es el totalitarismo simplista y dictatorial de sus postulados. Que Pedro Sánchez avise constantemente del peligro que supone Vox, la extrema derecha según él, sin que advierta a su vez de lo arriesgado que es ir de la mano de la extrema izquierda, es decir, Podemos, o del nazismo nacionalista, es lo que resulta inquietante.
Sánchez y el conjunto de la falsa progresía pertenecen a aquellos rojos de cartón piedra a los que debió parecerles muy bien el pacto Ribbentrop-Mólotov que, entre otras lindezas, dejó solos a los patriotas polacos cuando Hitler invadió Polonia y se la repartió con Stalin como si de un pastel se tratase, o la actitud de brazos cruzados del Partido Comunista Francés cuando las tropas alemanas invadieron el país galo. Recordemos que, al inicio del movimiento de la Resistencia, esta contaba solamente entre sus filas con algunos policías, militares, un puñado de incipientes gaullistas, prácticamente todos los masones, unos pocos liberales y algunos socialistas. A los comunistas, ni se les esperaba ni estaban. El nacional-bolchevismo nació ahí, seguramente.
Son demasiados los lobos que esperan agazapados en el umbral de nuestra democracia a que se abra una rendija para colarse y destruirla
Decimos esto porque el grito del pastor Pedro acerca de que viene el lobo suena tan viejo y desgastado que quizás pueda movilizar a algunos miles de indecisos, pero resulta del todo inexacto política e históricamente. Son demasiados los lobos que esperan agazapados en el umbral de nuestra democracia a que se abra una rendija para colarse y destruirla. No es Vox lo que debería preocuparnos porque, a fecha de hoy, el partido de Abascal no ha incumplido ninguna ley ni ha robado fondos públicos ni ha intentado dar un golpe de estado ni ha asesinado a nadie.
Puestos a buscar lobos, mire el pastorcillo Sánchez en el PSC. Se encontrará con una sorpresa en forma de documento. Hablo del borrador titulado “Nou protocol de relació Catalunya-Espanya”. Seguiremos hablando del asunto porque sí que viene el lobo, sí.
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