Pedro Sánchez es un mentiroso de manual, y ahí está la hemeroteca de sus entrevistas y sus intervenciones para comprobarlo. Y solo quien sepa que esas son sus armas –mucho peor que enfrentarse a un “tahúr del Mississippi”, como definió Alfonso Guerra a Adolfo Suárez- podrá ver con claridad el riesgo que se corre cuando alguien se sienta a intercambiar cromos con él. Alberto Núñez Feijóo lo vio tarde en la negociación del CGPJ. Pero, al menos, lo vio.
Aunque tenía motivos para romper in extremis –como ahora se demuestra con la eliminación del delito de sedición-, la maquinaria política y mediática de Moncloa le colgó el ‘muerto’ del bloqueo para ser señalado como “viejo PP”, “nuevo Casado”, “rehén de los poderes mediáticos, de la ultraderecha” y, cómo no, “de Ayuso”. El gallego ha pagado su paso en falso en la negociación con Pedro Sánchez con un frenazo en las encuestas. Otros, como Albert Rivera, lo pagaron con el fin de su carrera política. Y algún otro más anda rogando una plaza de profesor universitario mientras llora por los rincones las traiciones de su ‘elegida’ y recuerda los tiempos en que una coleta se abrazaba al presidente...
Si Feijóo hubiera caído en la trampa de la negociación de Sánchez con el CGPJ hoy sería, como los dos anteriores, otro cadáver político y una muesca más en la culata del presidente. Por ello, tras el anuncio de Sánchez -¡Oh, sorpresa!- en la tele de Ferreras (la presidenta madrileña había estado en el programa ‘hostil’ unas horas antes, cosa que no se le ocurre al presidente del Gobierno que solo acude a las emisoras amigas), en Génova reivindican como un éxito que Feijóo, aunque fuera en el descuento del partido, rompiera la negociación cuando el presidente le confirmó lo que todos sabíamos: que iba a cargarse el delito de sedición para contentar a sus socios y eliminar escollos futuros.
Pedro Sánchez y la posverdad
Pedro Sánchez, cómo no, volvió a mentir ante los poco más de 800.000 espectadores que siguieron la entrevista por TV en la noche del jueves. Con su rostro de mayor sorpresa contestó “noooo…” cuando Ferreras le preguntó si eliminar la sedición de nuestro Código Penal era el precio a pagar a ERC por su apoyo a los Presupuestos. Y, sin solución de continuidad, encadenó una tras otras falsedades con la mejor de sus sonrisas.
Sin el menor rubor, Pedro Sánchez aseguró que él había “reivindicado desde siempre” eliminar el delito de sedición para llamarlo “desórdenes públicos agravados”. Pero en mayo de 2018, ante Susana Griso en Antena3, decía exactamente esto (y las comillas son literales): “Si no hay altercados públicos, lógicamente eso no significa que no pueda haber un delito de rebelión como sí que se produjo”.
Y Pedro Sánchez –debía ser su otra personalidad, según la tesis de Carmen Calvo para diferenciar al Doctor Jekyll Sánchez, candidato del Míster Hyde Sánchez, presidente- añadió: “Creo que clarísimamente ha habido un delito de rebelión, de sedición, en España”. Un año después, en el debate electoral de 2019, el Sánchez candidato iba más allá y prometía una reforma "para prohibir de una vez por todas la celebración de referéndums ilegales”.
¿Qué ha sucedido entre el Sánchez de 2018 o 2019 y el de este jueves? Algunos, como Edmundo Bal, lo contaban de manera descarnada ayer mismo en un clarificador artículo en Vozpopuli:
“El discurso cambió cuando el PSOE ganó las elecciones y Sánchez tuvo que sumarlo todo, incluido el nacionalismo catalán, para poder gobernar. Y los nacionalistas comenzaron a usar la reforma del Código Penal como una espada de Damocles permanentemente suspendida sobre su cabeza –recordaba Bal, abogado del Estado que se batió contra el independentismo desde la Justicia española-. El cambio se materializó en la concesión del indulto a los nueve condenados por el proces en junio de 2021. Defendió que era la mejor decisión para Cataluña y el resto de España”
Pedro Sánchez, sin que le tiemble la voz, ha cambiado 180 grados su postura como ha hecho en otros temas por un puro afán de supervivencia. Es el mismo presidente que prometió que “con Bildu no vamos a pactar, si quiere lo digo cinco veces o veinte: con Bildu no vamos a pactar”; el mismo que en 2019 aseguraba que “no dormiría por la noche” si pactara con Pablo Iglesias y unos meses después se abrazaba a él y le daba cinco ministerios.
Miente Pedro Sánchez también cuando aseguraba a Ferreras que “estamos dando un paso adelante de homologación con Europa, estamos cambiando un delito que se promulgó en 1822»: el Código Penal que castiga la sedición se aprobó en 1995, con Felipe Gonzélez. Y a Sánchez se le olvidó decir que la ley del Indulto, en la que se basó para perdonar a Junqeras y compañía, es… de 1870. Por no hablar de la “homologación” con Europa: es falso que sean menores las penas por sedición en Europa, puesto que delitos en Alemania homologables a la sedición pueden ser castigados hasta con la cadena perpetua si lo cometen, como fue el caso, autoridades.
El doctor Jekyll Pedro Sánchez candidato –distinto del Míster Hyde Pedro Sánchez presidente, según Carmen Calvo- decía en 2018: “Creo que clarísimamente ha habido un delito de rebelión, de sedición, en España”
Para Pedro Sánchez, como demuestra la hemeroteca, la mentira es un arte poco valorado. Como dijo el propio Feijóo, no se puede pactar con él “ni con este PSOE”. Porque el silencio, cuando no el aplauso, como Ximo Puig, de los barones socialistas -a excepción de Lambán y un Page que parece haberse dado por fin cuenta de que puede perder Castilla-La Mancha-, demuestra que, sin ellos, la ardua tarea de desguace del andamiaje constitucional de la España del 78 sería imposible. Demasiado precio para salvar al inquilino de Moncloa y engordar al PSC de los Illa e Iceta.
Pedro Sánchez y el postsanchismo
Y el grave problema para España es que los efectos del ‘sanchismo’ –como insisto contaba en estas páginas Edmundo Bal- “no tienen como alcance una legislatura, sino un plan que va mucho más allá: pretende dejar inerme a la nación española frente a los ataques a su Estado de Derecho y a su Constitución. No se conforma con indultar los delitos del pasado, sino en disculpar preventivamente los futuros intentos de ruptura del separatismo”.
Urge pensar ya en el postsanchismo. Y en “cómo revertir democráticamente el daño sin precedentes y la desprotección de nuestro Estado de Derecho que este Gobierno prevé dejarnos como herencia”. No será fácil. Que llegue cuanto antes porque habrá mucho que volver a coser. O a España, volviendo a Guerra, no la va a conocer “ni la madre que la parió”.
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