El presidente del Gobierno quiere más debates con Núñez Feijóo en un Senado convertido en ring. Eso le transmitió al grupo parlamentario socialista el pasado lunes en un contexto de arenga destinada a levantar el ánimo, al parecer alicaído, de diputados y senadores. ¿Tan mal están las cosas? Sánchez, necesitado de algún triunfo, se proclama el ganador de un falso debate, además de obviamente fallido para sus intereses. Si se tratara de boxeo, se podría resumir que quienes amañaron el combate lo perdieron, pero necesitan exhibir algo para remontar.
No fue el único recurso empleado en la charla para animar a los parlamentarios. Afirmó que el Gobierno ha hecho tantas cosas que no han tenido tiempo para explicárselas a los españoles. Eso, el mismo día en el que se publicaban los datos de Eurostat en los que se que se comprueba que los españoles son los europeos que más se empobrecen durante la “era Sánchez”. España pierde casi 1.000 euros en PIB real per cápita durante los últimos cinco años, a la vez, que el gobierno sanchista es el peor en la gestión de los fondos europeos según el Tribunal de Cuentas de la UE. Pero, Sánchez asegura que él ganó el debate.
A lo que empieza a parecerse el jefe del PSOE es a un boxeador sonado que, noqueado sobre la lona, implora al árbitro continuar la pelea. En eso anda quien está al frente de un ejecutivo que se descompone en medio de la peor crisis. Como demuestra el esperpento de la propuesta de control de precios, se han impuesto prácticas políticas de adolescentes crónicos. De eso va la pieza cómica protagonizada por una vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, en compañía del ministro de Consumo, Alberto Garzón, ambos del Partido Comunista. Y apoyados explícitamente por la ministra Isabel Rodríguez, portavoz de Sánchez.
La ministra de Defensa intenta así disociarse de los aliados fatídicos a los que se ató Sánchez. Sabe que en esas compañías no hay futuro electoral
“Es necesario topar el precio de los productos básicos”, declaró Díaz. Recuérdese, antes del habitual “lo que quiso decir fue”. Nada que no hayan practicado los compañeros peronistas. Ya en 1955, en la Plaza de Mayo, Perón se desgañitaba con su famoso “el gobierno está decidido a cumplir los precios, aunque tenga que colgarlos a todos”. Como gobierno tenían la obligación de implementar políticas contra la inflación, pero era más fácil recurrir a la demagogia. La que ahora practica nuestra vicepresidenta, la que ha llevado a la Argentina de Cristina Kirchner a topar por decretolos precios de más de mil productos con el resultado de desabastecimiento y una inflación que ya alcanza el 100% anual.
De disparates como este quieren apartarse algunos ministros, como Margarita Robles, que ha criticado que Díaz patrimonialice la defensa de los más humildes. La ministra de Defensa intenta así disociarse de los aliados fatídicos a los que se ató Sánchez. Sabe que en esas compañías no hay futuro electoral. Tiene razón, pero se le debería recordar que esos bemoles los podría haber exhibido cuando los independentistas exigieron su cabeza y ella la salvó entregando la de la directora del CNI, Paz Esteban. Ella y otros, que están pensando en el post-sanchismo sin Sánchez, necesitan borrar el apartado sanchista de su currículo.
Como todo el mundo, no ignoran que allí el candidato real era Sánchez, por decisión propia. Compitió frente a Moreno y Ayuso y perdió por goleada
Robles sabe que, a poca voluntad de supervivencia que le reste al partido, el próximo candidato socialista no puede ser Sánchez, encadenado a socios indeseables. En el PSOE se irá pasando de las dudas a las certezas a medida que se acerque la cita electoral de mayo. Por mucho que exijan a los parlamentarios salir a dar la cara en calles y plazas, no lograrán que a los candidatos en ayuntamientos y comunidades autónomas se les vaya de la cabeza la experiencia de Gabilondo en Madrid y Espadas en Andalucía. Como todo el mundo, no ignoran que allí el candidato real era Sánchez, por decisión propia. Compitió frente a Moreno y Ayuso y perdió por goleada.
Si el Partido Socialista atiende a las evidencias electorales, deberá prescindir de Sánchez como cabeza de cartel. Partiendo del estancamiento de Vox y la práctica desaparición de Cs, con el sencillo ejercicio de trasladar a toda España los datos de la evolución electoral en Andalucía, las conclusiones son contundentes. Si en ese momento se hubieran celebrado elecciones generales, Feijóo habría logrado un mínimo del 34% de los votos, que ya le otorgan hoy las encuestas.
Desde entonces, todos los estudios de tendencia de voto coinciden en un crecimiento del PP y una caída del PSOE. La camarilla del presidente lo conoce mejor que nadie. Y si están pensando en el comodín de cambios en el Gobierno, en un “vuelven los socialistas”, la venta de madurez frente al proclamado rejuvenecimiento de hace solo un año, deberían saber que lo único que lograrían es trasladar a los votantes una exhibición de extrema desesperación.
Ha provocado que la única forma que tienen los españoles para librarse de independentistas y peronistas-estatistas sea votar a Núñez Feijóo
Ya puede el presidente del gobierno autoproclamarse vencedor de su debate, en tanto los hechos -y los datos- demuestran que él es una garantía para que continúe el trasvase de electores de centroizquierda hacia la candidatura de Feijóo. Puede soslayar que gran parte del electorado antes socialista se siente mucho más próximo a un votante de centroderecha que a uno de extrema izquierda, pero ese hecho es la clave para entender por qué no puede ser candidato, salvo que la pulsión suicida se haya adueñado de lo que queda de PSOE.
Escribí hace más de tres años Pero, ¿qué es el sanchismo? sobre cómo Sánchez estaba liquidando toda posición crítica dentro del partido. ¡Objetivo plenamente logrado! Ha colocado al Partido Socialista en un callejón sin salida. Ha provocado que la única forma que tienen los españoles para librarse de independentistas y peronistas-estatistas sea votar a Núñez Feijóo. Para no hundirse electoralmente, necesita sustituir a Sánchez por un candidato antisanchista, y eso en una organización en la que solo quedan sanchistas. Pero es su única opción para poder aglutinar en el futuro el voto de centroizquierda.
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