Opinión

Los problemas de Pedro (y Pablo) con la verdad

Me detengo en la fotografía que sirven algunos periódicos del presidente Pedro Sánchez hablando por teléfono en plan estadista. No me atrevo a escribir mundial, no vaya a ser que

Me detengo en la fotografía que sirven algunos periódicos del presidente Pedro Sánchez hablando por teléfono en plan estadista. No me atrevo a escribir mundial, no vaya a ser que el lector abandone en este punto la columna. En primer plano la cartera de presidente del Gobierno en la que pone, eso, presidente del Gobierno, como si el personal no supiera a estas alturas dónde vive y a qué se dedica. Un medio plano en el que destaca su camisa rosa y dominical, el teléfono pegado a la oreja y en su cara -aunque bien podría escribir rostro- una mirada desvaída, perdida y circunspecta a causa de la gravedad de los acontecimientos. El pie de foto recuerda que Sánchez sigue la crisis de Ucrania hablando con los representantes de la Unión Europea y la OTAN.

Los servicios de propaganda de Moncloa envían a los medios textos de este jaez en boca de Sánchez “Apostamos por la unidad, la distensión, la solidaridad y el diálogo para resolver la crisis con Rusia”. ¿Apostamos? ¿Quién o quienes? ¿Irene Montero, Ione Belarra, Alberto Garzón y Enrique Santiago,  secretario de Estado y secretario general del Partido Comunista de España? Podrían haber puesto que hoy es martes y mañana hace frío, y hubiera dado lo mismo. El presidente dice lo que dice para que el personal se olvide que dentro de su gobierno tiene una parte que apoya a Putin y, de paso, a todas las autocracias comunistas que haya en el mundo. Podemos es el caballo de Troya del presidente. Sucede que ahora que Sánchez habla con estadistas de aquí y allá, no puede explicar sin sonrojarse cuál es la verdadera naturaleza de la mercancía que soporta el caballo de madera.   

El número del teléfono se fundamentó en un problema interno de difícil explicación en este momento. Vuelve el antiamericanismo, pero sin explicar cómo sacan nuevamente el No a la guerra apoyando a quien la quiere. Vuelven a la pancarta sin argumentar por qué algunos ministros defienden la independencia de Cataluña pero no la de Ucrania. Un Gobierno así y en estos momentos es una verdadera desgracia para Sánchez, y por eso el numerito del teléfono hay que situarlo a medias entre la mentira y la falacia.

Sánchez busca la amistad con EEUU, mientras su embajada en Madrid explica a Biden cuál es la verdadera naturaleza del Gobierno de España.  Resulta extraño hablar de diálogo y de unidad a la misma hora que EEUU ordena la salida de las familias de sus diplomáticos en Kiev. Es el rey de lo vacío y la narrativa líquida. Escribir vaguedades como esta sólo provocan la risa floja en aquellos analistas, pocos, capaces de distinguir en este momento las urgencias de la geopolítica y de la geoestrategia.

Ucrania, el último flotador del presidente

Incapaz de responder a las protestas del campo que  acaban de llenar la Castellana de tractores, ovejas, asnos y cencerros. Atascado con la reforma laboral; temeroso por el resultado en Castilla y León, Sánchez se ha puesto el traje de estadista sabedor de que las cosas dentro le van de aquella manera. Es paradigmática la ausencia del presidente en Castilla y León a menos de tres semanas para las elecciones. Quizá Tezanos ya le ha dado el resultado. Quizá ha decidido quedarse quieto, sólo con las cosas de Ucrania, sabedor de que, como les pasó a Felipe González, Aznar y Zapatero, ha llegado el momento en que su presencia espanta hasta las moscas de la cabeza de un burel en la dehesa salmantina.

Son esas elecciones, que la izquierda va a perder, y es esa reforma laboral tan de izquierdas que Ciudadanos va a apoyar con entusiasmo. ¡Pobre Yo Yolanda! Y con la reforma que salga, la previsible descomposición del Frankenstein. Sumen a esto la llegado en unos pocos meses del fin de los estímulos económicos del BCE; sumen la vuelta a una cierta contención fiscal para un país desmadrado con su deuda y déficit público; sumen unas posibles elecciones en Andalucía con resultados adversos al PSOE y verán la parte que no sale en la foto de marras. Esa es la verdad que no aparece en la imagen y que un a vistosa camisa rosa no puede esconder.

El ataque de honestidad brutal de Pablo Iglesias

Sin embargo, sí sabemos dónde está Pablo Iglesias, en ruta por Castilla y León para hablar de Rusia y la guerra nuclear. O sea, el gran debate en esa parte de la España vaciada a tres semanas de las elecciones regionales. Iglesias, que, aunque hoy nos parezca mentira ha sido vicepresidente del Gobierno, está del lado de Putin, que es lo propio de quien no cree en la democracia liberal. Siempre pensé que para los medios estaba amortizado, incapaz de ensanchar aún más el disparate ya conocido. Me equivoqué.

“Yo ya no soy político, puedo decir la verdad”, dijo el sábado en Valladolid.  He aquí el verdadero rostro de un tipo sin careta que dice cosas como esta sin espantar a quien le escucha, que hay gente pa tó. Vivir en y por la mentira. Si ahora puede decir la verdad, ¿qué ha estado contando los años que pasó viviendo de la política? No se puede ser más descarado a la hora de explicitar una verdad a propósito de su gran mentira.

Cuando la mentira es lo mismo que la verdad

Cierto, Iglesias ya no está en política, y aunque el no lo crea y quizá no lo note, sigue instalado en la mentira. Pertenece a ese tipo de personas que no conoce la verdad porque es incapaz de identificarla. No puede. No la siente. Lo normal en quien ha hecho del comunismo un programa para el Siglo XXI. No todo el que pretende decir una verdad termina verbalizándola. Y por eso, ante semejante impotencia, la culpa siempre es de la extrema derecha y de los medios vendidos al Ibex 35. Aunque Galapagar sea la verdad. Puede que la única. La más descarada.

Iglesias se ha puesto importante para decir una obviedad, “que hay una tensión militar entre EEUU y Rusia enormemente peligrosa”. Ya ven con qué precisión utiliza la equidistancia un mentiroso de libro. No hay que estar muy informado para saber que, después de Irak y Afganistán,  EEUU no quiere un conflicto en Ucrania. Ni lo necesita ni puede atenderlo, y menos ahora con Biden camino de acumular tanto rechazo como Trump.

Y, sin embargo, Washington sí tiene un problema con Cuba y Venezuela, dos zonas del mundo en las que, vaya, Pablo Iglesias no lo tiene. Así fue cuando era político, y así es cuando ha dejado de serlo y le ha dado por decir…más mentiras. Es decir, exactamente su verdad.  

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