Opinión

¡Qué pinza ni qué niño muerto!

La pinza PSOE-Vox es táctica, coyuntural, burda. Para amarrar sus campañas. La pinza seria es la que conforman Sánchez y un Estado doblegado contra nuestro sistema de convivencia

Enredarse en si el PSOE y Vox conforman una pinza contra el PP al estilo de la que se quejaba con amargura Felipe González en los años noventa, apresado entre la doble 'A' de José María Aznar y Julio Anguita, es ocioso por evidente. Hay pinza. En realidad, era una triple 'A' porque el PSOE incluía en la ecuación a Luis María Anson, entonces director de ABC. Es históricamente recurrente, por obsesiva, la persecución contra el periodismo libre cuando algo se les tuerce a los socialistas, cuando algo no cuadra en su concepto excluyente de la democracia, o cuando manosean su idea ambivalente sobre la corrupción. Solo es corrupción sucia la ajena, la de la derecha. Que la nuestra, oye, la corrupción progresista, es la de los bolsillos transparentes que se sacrifican por el bien común. La derecha se lucra porque está podrida. La izquierda koldosiana, la de los titobernis y los eres concebidos como economía circular, sólo administra, ayuda y reparte, no trafica con influencias.

Sí. Tratar de analizar que hay un interés mutuo, un soporte vital y una confluencia de reciprocidades entre Pedro Sánchez y Santiago Abascal, es ocioso desde el mismo instante en que el secretario general de Vox ha reconocido que su enemigo no es el PSOE, sino el PP. Todo responde a una lógica. Si acaso, Abascal está exhibiendo la astucia que nunca demostró aquel sobreactuado Albert Rivera cuando, en su soberbia, dio por hecho que enterraría al PP antes o después, con su iconografía de niño bien, su estampa moderadita, y su artificial pose liberal, muy liberal, que ahí cabía todo. Así, hasta que esa escarapela en el pecho, la que los acreditaba como liberales ilustrados y ejemplares, se convirtió en la etiqueta de anís del Mono.

Vox no va a cometer el error de mimetizarse con el PP. Por pura subsistencia, por miedo a ser absorbido, por temor a pasar de moda, por refracción a convertirse en otro Ciudadanos… Por si un día le arrastra el voto útil. Vox sabe que no puede equivocarse con una obsesión utópica contra el PP que lo mate de éxito, como a Ciudadanos. Definitivamente, no veo a Abascal arrumbado en un bufete de abogados y lobistas esperando una mañana, y otra, y otra, a que suene el teléfono sin que nunca ocurra.

Igual que a los milagreros viene a verles Dios, a Pedro Sánchez le viene a ver Vox. Siempre a tiempo"

Igual que a los milagreros viene a verles Dios, a Sánchez le viene a ver Vox. Siempre a tiempo. Abascal es libre de impulsar cualquier estrategia que ridiculice al PP como un partido suavito, sensiblero, equidistante, blandurrón. Y Feijóo es libre de apostar por retratar en su demagogia a los partidos que viven de exagerar su radicalidad para tratar de captar el mayor espacio de derecha moderada posible. Ensanchar el campo, que dicen los politólogos y los cursis. Son apuestas y las urnas emiten mensajes. Punto. Hasta aquí la evidencia.

Lo novedoso es que ya Sánchez, en su huida permanente de sí mismo, ni siquiera lo ve suficiente. Le ríe las gracias a Abascal porque Vox castiga al PP mientras ambos se anulan rompiendo a la derecha. Pero a la vez Vox ya está personado en el proceso judicial que afecta a Begoña Gómez con el látigo electoralista de una acusación particular. Es el estado idílico del sanchismo, el que retrata ese amor-odio a Vox y, especialmente, el que alimenta la fractura socio-ideológica de la que ambos viven. Necesitan una España de ciudadanos cabreados. Más allá de que sería un error que el PP se victimizase en la pinza, PSOE y Vox juegan su mano legítimamente. Unos con el fango o exhumando el franquismo, y otros sacudiendo muñecos sanchistas en Ferraz. Nada nuevo. Milei es solo un convidado de piedra para el ruido. Mero alpiste para los ofendiditos del begoñismo.

El cambio de paradigma es otro y ofrece dos derivadas. La primera, la de Sumar y algunos socios de Sánchez tumbando leyes como la del suelo o la lucha contra el proxenetismo. El tiempo dirá si es coyuntural y electoralista para que Sumar no se hunda en las europeas… aunque alguien debería decir a Yolanda Díaz que la orina de su enfermo no tiene buen color. Si por el contrario es una advertencia a Sánchez de que su soberbia solo es equiparable a su soledad, la legislatura entra en un punto ciego.

La segunda derivada de este cambio de paradigma es contemplar al IBEX en primer tiempo de saludo con Sánchez. La identificación que hace Sánchez de sí mismo con la democracia, el progreso, la libertad… Eso de argumentar que sólo él es el patriotismo, que su matrimonio encarna la soberanía nacional, y que un burdo ataque a su mujer -aun sin siquiera estar imputada- es una ofensa institucional a toda una nación, ha empujado al presidente a forzar a medio IBEX a retratarse. No contra Milei. Sino en defensa de Sánchez. Es la inédita secuencia de complicidad que permite sospechar que Sánchez está más anclado al poder, que no a la democracia, de lo que pueda presuponer Puigdemont.

Nuestros 'gordon gekkos' patrios han asumido que hay que sublevarse contra un fango que sólo existe en la mente electo-oportunista del sanchismo cuando las cosas se le desvían".

Se suceden las teorías de un bloqueo político en Cataluña. O de que Salvador Illa será investido pero no podrá gobernar. O de que la legislatura está muerta, sin leyes, con un parlamento paralizado y un presidente sin estabilidad. O de que habrá elecciones generales en octubre. Pero la reacción del Ibex asumiendo el relato 'fake' de que Milei ataca a España, y no a Sánchez, o peor aún, de que solo Sánchez es España y el resto es la amenaza de una 'internacional ultraderechista (sic)', pone de manifiesto una creciente decepción: que la metástasis extrema del sanchismo se extiende sin remisión. Hasta en las élites.

Esto no va del PSOE o de Vox. Va de que Sánchez da una orden y la obediencia debida persiste. Se acata sin discusión. El Congreso, la Fiscalía, el TC, los letrados, el CIS, RTVE, la Abogacía del Estado… el Ibex. Nadie avergüenza al rey en su desnudez. Esto debía ir de fortalecer la soberanía nacional… y solo va ya de no perder toda la dignidad. Nuestros 'gordon gekkos' patrios han asumido que hay que sublevarse contra un fango que sólo existe en la mente electo-oportunista del sanchismo cuando las cosas se le desvían. El Ibex quiere paz social, certidumbre económica, fiabilidad jurídica, seguridad inversora. Normalidad. La paradoja surge cuando esa élite defiende a quien promueve justo lo contrario asumiendo un discurso de Moncloa viciado por las medias verdades y por un soniquete lacrimógeno de impostado drama familiar.

Días atrás, el juez García Castellón sostuvo en la entrega de un galardón a su trayectoria que "si de verdad creemos en la España constitucional, hay que robustecer el camino. En un país desarrollado no son necesarios héroes. Sólo instituciones que funcionen". La diferencia es tan notable como trágica. García Castellón se jubila ya. Sánchez, no. Ni tampoco su fango, ni su simulación con Vox, ni sus illas y sus puigdemones, ni sus mileis artificiosos, ni las élites que le amparan. ¿Pinza? ¿Qué pinza ni qué niño muerto?, mascullaban las antiguas abuelas. La pinza es táctica coyuntural, momentánea, burda. Para amarrar quince días de campaña. Lo estratégico, lo esencial, es lo sistémico. Y ahí Sánchez no cede. Es su pinza. La que sí aprieta. La que conforman él y un Estado cada vez más doblegado, con nuestro sistema de convivencia aprisionado en esa pinza.

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