Opinión

Predicar con el ejemplo

Nuestro presidente trabaja para ganar las elecciones o, como alternativa, dejar a Feijóo la impopular tarea de aplicar la austeridad que él no quiere acometer

Las medidas que están tomando algunos gobiernos europeos, especialmente el alemán, para ahorrar energía durante este otoño e invierno, más allá de que algunas resulten exageradas o anecdóticas, van en el buen camino: las circunstancias son las que son y, como reza el dicho, donde no hay no se puede rascar. En el caso de España, donde no existe ni de lejos la misma emergencia, parece más bien un ejercicio de cinismo. Sánchez, que como gran medida personal se quitó la corbata minutos antes de coger un helicóptero, se comporta con notable hipocresía cuando pretende que los demás se sacrifiquen pero no está dispuesto a hacer lo mismo, ya que en su gestión hay mucho donde se puede rascar, y no quiere hacerlo. Su gobierno es un fiel reflejo de esa actitud. Lleva años gastando más de lo que ingresa cuando la recaudación está en máximos históricos.

No sólo no ha aplicado una sola medida de austeridad real, es que no cesa de aumentar el gasto desde el momento mismo en que entró al Gobierno: más ministros que nadie, más asesores que nadie, más viajes en Falcon que nadie, más gasto en pensiones que nadie (contributivas y no contributivas) … y para 2023 amplía a máximos históricos el techo de gasto presupuestario.

Y todo eso con dinero que no tiene, aprovechándose hasta ahora del apoyo del BCE, aumentando la deuda y utilizando el dinero que Europa nos ha cedido. Pero la energía no se puede imprimir como ha hecho irresponsablemente con el dinero nuestro banco central, nadie nos va a prestar una energía que no hemos querido producir porque cerramos nucleares, nos negamos al fracking (aunque compramos gas, generado con esta técnica, a Estados Unidos), no hacemos prospecciones y nos hemos buscado problemas con Argelia… ¡Claro que si la guerra de Ucrania no se resuelve pronto vamos a necesitar austeridad energética! Pero ¿para cuándo el Gobierno va a dar ejemplo?

La mayor parte de los países han recuperado el nivel de PIB prepandemia. Nosotros no, y tampoco lo conseguiremos este año, lo mismo ni siquiera el siguiente

En 2020 se nos dijo que nos encerráramos, luego que saliéramos solo a determinadas horas, que teníamos que vacunarnos (y no sólo una vez), que usáramos mascarillas, que no las usáramos…La sociedad española lleva dos años de ejemplar comportamiento, unida contra un enemigo invisible. Hemos sido obedientes por responsabilidad y creíamos que seríamos premiados con ello, esperanzados porque se nos prometió que saldríamos más fuertes.

Efectivamente, la economía creció en forma razonable en 2021 en todo el mundo. La mayor parte de los países han recuperado el nivel de PIB prepandemia. Nosotros no, y tampoco lo conseguiremos este año, lo mismo ni siquiera el siguiente. Ni con tantos turistas, ni con el dinero europeo. Ya el año pasado perdimos poder adquisitivo (ganamos menos de lo que subieron los precios), tendencia que se está agudizando en 2022. Nos están amargando el primer verano realmente normal desde 2019, todas las encuestas de sentimiento económico caen, lo que se traduce en menor inversión. No estamos saliendo más fuertes, no hemos salido aún y aparecen nuevos problemas, de muy complicada solución.

Todo parece indicar que 2023 pinta peor, con un contexto internacional que empeorará justo cuando se acabe el bonancible efecto del turismo en nuestra economía

Inconvenientes además que ya se veían venir, en marzo lo decíamos: “Más allá de las cifras macro, el españolito de a pie no va a notar ninguna recuperación incluso si esquivamos la recesión, debido sobre todo a dos factores: el alza fiscal y la subida del coste de la vida”. Que no digan que no se podía saber: ¿Qué clase de estrategia es subirnos los impuestos en paralelo a una subida brutal de los precios? Parece que en 2022 quizás crezcamos en torno al 4% pero con un IPC acumulado que rondará el 8%, y seguiremos siendo la economía europea que más lejos está de los niveles prepandemia.

Todo parece indicar que 2023 pinta peor, con un contexto internacional que empeorará justo cuando se acabe el bonancible efecto del turismo en nuestra economía. No hay soluciones fáciles: reducir el consumo hará que el PIB baje y el paro aumente, aumentarlo disparará el IPC y el coste social de una inflación descontrolada. Llega el otoño y el invierno y ya ni siquiera se puede elegir: la crisis de suministro energético, para la que no nos hemos preparado a pesar de que la guerra de Ucrania y las sanciones a Rusia empezaron en febrero, nos va a obligar a un menor crecimiento, y cada vez con menos facilidades financieras para poder afrontar una nueva crisis.

La austeridad resta votos

Por eso el Gobierno no debe seguir comportándose como lo hace. No puede, con su elevación continua del gasto público, imponer, incluso a quien sí se lo puede pagar porque ha sabido gestionar sus dineros, un oscuro y frío invierno. Su política económica es que en unos meses habrá elecciones y ese es su objetico. Sabe que aún mucha gente sigue votando más por las intenciones que por los hechos, y en función de las promesas de gasto que hagan los partidos políticos. Como dijo el expresidente luxemburgués Jean Claude Juncker cuando aún era presidente del Eurogrupo: "Sabemos qué hay que hacer para salir de la crisis, lo que no sabemos es cómo salir reelegidos después". Pocos votan a alguien que reconozca que vienen malos tiempos, Sánchez sabe que la austeridad resta votos, que muchos siguen pensando que el gobierno crea dinero cuando lo único que hace es quitárselo a unos para dárselo a otros y, como ni eso sabe hacer, traer ingresos del futuro aumentando la deuda.

Nuestro presidente trabaja para ganar las elecciones o, como alternativa, dejar a Feijóo la impopular tarea de aplicar la austeridad que él no quiere acometer, y entonces denunciar, con la complicidad de medios y sindicatos, la pobreza energética y la enorme pérdida de poder adquisitivo -hoy silenciados- y, cómo no, los recortes que el próximo Ejecutivo se verá obligado a hacer.

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