"Sánchez es el señor del río de Heráclito", comenta uno de sus perdigueros. "El hombre de ayer no es el de hoy ni será el de mañana". O sea, lo de Carmen Calvo cuando sentenció que hay dos Sánchez distintos, el de antes y el la Moncloa. Los apologetas lo bautizan de 'impredecible'. Los más escépticos concluyen que no es de fiar. Oportunista, cortoplacista, sin principios y ni apenas escrúpulos, ayer abominaba de Iglesias y luego se casa con él. Ayer cerraría Defensa y ahora sueña con la gorra de la de OTAN. Un desalmado equilibrista a punto de darse la gran trastada.
El partido lanza una campaña en redes para tansmitirle a la clase media y e incluso a la trabajadora, que Sánchez no los olvida y que los lleva en su corazón
Cerrada la semana de Biden en Madrid, se abrió la de las quinielas de la escabechina. Iban a rodar cabezas. Más que en Moncloa, en Ferraz, donde menos duele. Al cabo, ¿qué problema hay en fumigarse a algunos dirigentes del aparato si el partido ya no existe? Nadie levantaría la voz, ni frunciría el ceño. No como en el PP que a la que se mueve (o se movía) un baroncillo estallaban los resortes de la queja. Por el corredor de los ejecutables han desfilado Adriana Lastra, a quien le cargan el mochuelo el batacazo andaluz, y unos desconocidos que atienden por Felipe Sicilia y Héctor Gómez, portavoces, respectivamente, del PSOE y del grupo en el Congreso. Los medios aguardaban este lunes la ejecución de la gran purga. No hubo tal. Ni ceses ni relevos. Tan sólo el anuncio por parte de Sicilia, con esa palidez de quien ha esquivado la gran cornada, de que el partido lanza una campaña en redes para tansmitirle a la clase media, e incluso a la trabajadora, que Sánchez no los olvida y que los lleva en su corazón. Una chapuza, vamos. Un chaperón para salir del paso hasta que broten las ideas.
El PSOE es ahora un escenario en ruinas. Apenas hay planes o propuestas, proyectos u objetivos. Andan desesperados, despistados, cariacontecidos y algunos muy cabreados. La escapada a Nueva York de Irene Montero ha producido enorme enojo en una militancia, 'bien roja' que diría Sánchez, que comprueba cómo media España tiene que acortar sus vacaciones porque el presupuesto no da de sí, mientras una ministra anecdótica viaja en Falcon a Estados Unidos con un grupo de amiguitas y una agenda oficial tan vacía como el cerebro de petit Garzón.
A su compañera Teresa Ribera le han prohibido que la abra. La boca. Cada vez que dice algo sube la luz. Y así lleva un año. Más que la guerra de Putin, esa coartada que no cuela
"La sociedad no se entera de todas las iniciativas que hacemos, ni de las medidas que tomamos" se escucha en la sala del Consejo de Ministros, especialmente en el equipo económico, el más chamuscado. Nadia Claviño ha superado ya su nivel de incompetencia, y María Jesús Montero confirma, en cuanto abre la boca, lo inadecuado de su permanencia al frente de Hacienda. A su compañera Teresa Ribera le han prohibido que la abra. La boca. Cada vez que dice algo sube la luz. Y así lleva un año. Más que la guerra de Putin, esa coartada que no cuela.
Los estrategas del Ejecutivo, comandados por Antonio Hernando, amortizado ya Félix Bolaños, han sido capaces de detectar tres enormes vías de agua por donde se le escapan los votos al ritmo de las cataratas del Iguazú. Las encuestas son implacables y están a dos pasos de resultar irreversibles.
1.- El Gobierno es un galimatías, un foco de conflictos, un barullo. La coalición ha derivado en conflagración. Belarras contra Margaritas, Yolandas contra Robles. Ni una decisión unánime, ni un proyecto acompasado, ni un acorde armónico. Todo es griterío, codazos y puñadas. Tanto, que la vicepresidenta Díaz ha reclamado una reunión de la comisión del Pacto de Gobierno para decirle a Sánchez por dónde puede enjaretarse el prometido aumento del dos por ciento del presupuesto militar. Puro teatro antes de su lanzamiento electoral este viernes, desde el Matadero madrileño.
2.- Feijóo sube y está a dos pasos de consumar su escalada. Acuerdos como el pacto de la Memoria Democrática, para reescribir la Transición y hasta el felipismo de la mano de Bildu, ayudan al PP más que todas las declaraciones sensatas y tranquilas que pueda alinear el líder gallego de aquí al fin de siglo. "Nos lo ponen en bandeja. Amén de sectarios, son torpes", dicen en Génova. Y se frotan las manos.
3.- La inflación arrasa con todo. La vicepresidenta económica, después de faltar a la verdad durante meses ('coyuntural', 'pasajera', ¡anecdótica') acaba de reconocer que vienen ¡trimestres! de furia y dolor. Ella los llama 'complicados'. Hasta Sánchez ha apuntado, con esa boquita de 'mecachis qué guapo soy', que tenemos la crisis 'a las puertas de Europa'. Por no decir que se nos ha colado ya hasta la cocina.
El Gobierno catatónico
¿Cómo reacciona el Gobierno ante estos tres enemigos implacables que le están costando la estabilidad demoscópica y la tranquilidad orgánica? En forma amateur, chapucera y ineficaz.
- Contra el navajeo interno, Sánchez ha optado por aplazar la prevista decapitación de inútiles, su campana de Huesca tan anunciada, para no transmitir sensación de debilidad antes del Debate del Estado de Nación. Ya vendrá otoño, cuando necesite impulso para afrontar el supermayo electoral.
- Contra el irresistible ascenso del PP se ha sacado de la manga una estrategia mitad podemita, mitad peronista, consistente en denunciar 'poderes ocultos', 'tramas oscuras', 'conspiradores con puro' que pretenden derribar al Gobierno. Un desvarío que sólo conduce al territorio tenebroso de Iker Jiménez.
- Contra la inflación no hay parapeto alguno. Ni control de gasto, ni rebaja fiscal (el gobierno ha recolectado un 21 por ciento más que el semestre del año anterior, según contaba aquí Ruiz Jarabo), ni apoyo a las familias (los 200 euros anunciados son un trampantojo fullero), ni ayuda a autónomos, a empresarios, al ahorro, a los jóvenes (por vez primera en tres lustros sube el desempleo de los menores de 25 años). Ni una idea en positivo, ni un paso en la dirección adecuada. La gasolina, la cesta de la compra, la luz, el gas, todo será peor en otoño. La opinión pública oscila entre la desesperación y la ira mientras el sanchismo se hunde en el río de Heráclito incapaz de dilucidar qué Pedro, si el de hoy, el de ayer o el de mañana, es el que se está ahogando. Sin duda, los tres.
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