Opinión

Pedro Sánchez, “la puta i la Ramoneta” y los socialistas decentes

A Pedro Sánchez, su nuevo Frankenstein le durará lo que tarden en abrirse las cicatrices que cosen a ERC con Junts, al PNV con Bildu. Los catalanes le avisan que ya no tiene colchón para hacer 'la puta y la Ramoneta', jugar con fuego a varias bandas. Los vascos dejarán de apoyarle cuando se desvele el 'pacto de la capucha' tras las elecciones autonómicas de primavera

El 13 de septiembre, el escritor Javier Cercas, nacido en Extremadura pero criado en Cataluña, declarado votante del PSOE, escribía en El País su artículo “No habrá amnistía” en el que, preñado de desencanto y de una inocencia absoluta, aseguraba: “No habrá amnistía, no como la del 77: me niego a creerlo. Los adversarios de Pedro Sánchez han forjado una leyenda según la cual el presidente es un tipo capaz de vender su madre a una red de explotación sexual con tal de seguir en La Moncloa. Muchos no nos la hemos creído, y por eso le hemos continuado votando”.

El autor de “Anatomía de un instante” recurría a una imagen esclarecedora para insistir en que “su” líder no podía estar negociando ninguna amnistía. “En España, una inmigrante rumana de 18 años puede ir a la cárcel por robar un bolso —yo lo he visto—, pero una amnistía permitiría que no respondiese ante la justicia todo un presidente de un Gobierno autonómico que —lo vimos todos— malversó millones, violó a conciencia nuestras normas fundamentales, empezando por el Estatut y la Constitución, y colocó Cataluña al borde del enfrentamiento civil y la ruina económica”.

Y añadía: “En otras palabras: castigo ejemplar para los débiles e indefensos, impunidad para los poderosos. ¿Dónde quedaría aquí la igualdad ante la ley que promete la democracia? Y, ¿qué demonios quedaría entonces de la izquierda?”.

Pedro Sánchez y la mentira

“No habrá amnistía” –insistía Cercas- porque no es constitucional aunque no esté expresamente prohibida en la Constitución puesto “que yo sepa, los sacrificios rituales de seres humanos tampoco están prohibidos de forma explícita por la Constitución, y no por ello parecen una práctica demasiado recomendable.

Y se mostraba seguro de que no habría amnistía porque esa medida de Pedro Sánchez “diría que en Cataluña, en 2017, nuestra democracia no tenía razón, que su legalidad era un fraude, que quienes tenían razón fueron los catalanes que arremetieron contra ella —y no los que mejor o peor la defendieron— y que sus delitos fueron un invento de un régimen ilegítimo”.

“La amnistía –en fin- deslegitimaría la democracia legitimando a quienes la atacaron. No sólo es una cuestión legal; es, sobre todo, una cuestión política y moral. Un viejo socialista ha dicho que la amnistía sería una condena de la Transición; no es así: en la práctica, sería una condena de la democracia entera (una democracia de cuya legitimidad nadie en el mundo duda). Me niego en redondo a creer que el presidente Sánchez vaya a cometer semejante desatino (…)

Y, pese a las evidencias, concluía Cercas. "nos dará la razón a sus votantes, se la quitará a sus adversarios; mejor dicho, aprovechará esta oportunidad de oro para darles una buena lección: les demostrará que, para él, como para cualquier político de verdad, es más importante el futuro de la democracia que el presente del poder. No desaprovechará la ocasión”.

Hoy, dos meses y cuatro días después de ese artículo, Pedro Sánchez es de nuevo presidente gracias a Junts, ERC y Bildu y a la amnistía pactada y de Cercas, aún esperamos –como del resto de intelectuales orgánicos del PSOE tan proclives a enarcar la ceja o firmar documentos contra gobiernos con más respaldo en el Parlamento que los 179 escaños de Sánchez, como sucedía con el de Aznar- un comunicado explicando cómo, efectivamente, no volverán a votar a este PSOE. Esperemos sentados. Mejor aún, no esperemos nada y sigamos movilizados.

Movilizados porque este Gobierno tiene tantas hipotecas y Sánchez tiene que soportar tantas exigencias –se lo han recordado desde Gabriel Rufián a Miriam Nogueras instantes antes de darle su apoyo, “no intente tentar a la suerte”- que sobrevivir va a ser un infierno y un ejercicio de funambulismo casi imposible, incluso, para Pedro Sánchez y su “obsesión fisiológica por el poder”, como apuntan con mano de delineante los ‘indepes’ que llevan meses negociando con él.

Puigdemont seguirá marcando el paso del Gobierno desde Waterloo, con negociaciones fuera de España donde deben concretarse aún muchas de sus exigencias, incluyendo la humillación de los relatores y nuevos beneficiados por la amnistía. Y como le amenazaban ayer desde el órgano oficial de Junts, Sánchez ya “se ha quedado sin opciones parlamentarias para hacer la puta i la Ramoneta” (esa expresión tan catalana que significa jugar con fuego a dos, tres y cuatro bandas y que tanto usó Jordi Pujol), se han “derrumbado definitivamente los puentes con el PP” y tiene “un colchón mínimo de seguridad de 7 escaños”.

Con esa exigua red, cada ley, cada presupuesto será un vía crucis, por no hablar de la negociación de un Puigdemont a quienes las bases independientes más radicales ya le empiezan a presionar desde hoy con manifestaciones en las calles de Vic y mañana en el resto de Cataluña: quieren más y lo quieren ya. Y Puigdemont teme que, como les sucedió a Junquras y ERC con los indultos, acabe siendo abucheado y tildado de traidor en la próxima Diada. Por eso, va a apretarle más aún a Sánchez.

Y todo lo que apriete Puigdemont por un lado –para incluir, por ejemplo, a la condenada por corrupción Laura Borrás en la amnistía- tendrá la correspondiente reacción de ERC, que –como Junts- quieren llegar a las elecciones catalanas en mejor situación posible. Y si para ello, hay que adelantarlas a esta primavera para evitar que pueda presentarse Puigdemont recibido como un pequeño Tarradellas de su fuga de Waterloo, pues se hace.

Y si una campaña electoral catalana amenazaría con empezar a desmembrar el Gobierno Frankenstein de Sánchez, lo mismo sucederá con las vascas que, sí o sí, tienen que tener lugar en la próxima primavera. Nada se sabe de lo que le ha prometido Sánchez a Otegi en lo que Feijóo llama el “pacto encapuchado”.

Los proetarras fueron los primeros en dar el apoyo a Sánchez supuestamente a cambio de la foto del presidente del Gobierno en funciones estrechando la mano a Mertxe Aizpurúa, la editorialista de Gara y señaladora de periodistas en los años de plomo de la banda.

Y en la calle, es necesaria la movilización pacífica pero permanente de la sociedad civil . Solo falta que Cercas y el resto de socialistas decentes –que los hay-, esos que hace solo dos meses decían que “no habrá amnistía”, se retracten y se retraten.

Nadie cree que sólo ese haya sido el precio que Sánchez está dispuesto a pagar a los herederos de ETA. En las elecciones municipales de mayo y en las generales de julio, Bildu dio el sorpasso al PNV: le ganó en ambas. Si el resultado se repite la próxima primavera, nadie duda de que el pacto es que el PSE gobierne con Bildu y desalojen al PNV de Ajuria Enea. ¿Y después, Aitor el del tractor seguirá apoyando con sus votos a Sánchez en Madrid?

Por no hablar de lo que hagan los supervivientes de Podemos con escaño tras anunciar Pablo Iglesias la ruptura con Sumar y que “irán por libre” en el Parlamento. Demasiados condicionantes para que este Frankenstein pueda sobrevivir sin que revienten las cicatrices de sus distintos miembros.

Y a ello debe contribuir la calle, la movilización pacífica pero permanente de la sociedad civil mostrando su oposición a un pacto que Santos Cerdán llevaba negociando desde marzo mientras Pedro Sánchez lo negaba hasta tres días antes de las elecciones generales. Solo falta que Cercas y el resto de socialistas decentes –que los hay-, esos que hace solo dos meses decían que “no habrá amnistía”, se retracten y, por fin, se retraten.

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