Opinión

Hic iacet pulvis, cinis et nihil

Aquellos que hayan tenido a bien seguir estas cotufas caniculares recordarán que para esta última les queríamos hablar del cardenal Portocarrero. Lo fue a una edad hoy inaudita, con 38

Aquellos que hayan tenido a bien seguir estas cotufas caniculares recordarán que para esta última les queríamos hablar del cardenal Portocarrero. Lo fue a una edad hoy inaudita, con 38 años, y vistió el color púrpura escarlata desde 1669. Sirvió al decrépito Carlos II, y también a Felipe V, que harto de su ego y sus intrigas palaciegas lo desterró al arzobispado de Toledo. Bendito destierro, supone uno que hubo de pensar Portocarrero.

A finales del mes pasado volví a Toledo, una ciudad que conozco bien a pesar de que me cueste reconocerla hoy. Una mañana muy de temprano tomé el tren, y en menos de media hora ya estaba subiendo la escalera del Arco de la Sangre para tomar un café en la plaza de Zocodover, antaño reposo de pícaros y maleantes, que afirma Cervantes en el Quijote. Si el lector fuera a Toledo y entrara a su catedral; si buscara la capilla de la patrona la Virgen del Sagrario; si entre penumbras y sombras mirara con atención al suelo desgastado en el que se mezcla el mármol de las teselas con el de las lápidas en las que han sido enterradas gentes principales, seguro que dará con el epitafio que el cardenal hizo grabar en mármol tras su muerte.

-Que debe ser el mismo que da titulo esta Cotufa.

-El mismo, querido amigo. Hic iacet pulvis, cinis et nihil. No hay nada más. Ni un dibujo, ni una cruz, un escudo o una fecha. Nada. En una lápida color hueso, y sin más adornos que dos filetes dorados lisos alrededor de la leyenda que llama nuestra atención: Aquí yace polvo, cenizas y nada.   

-Un gesto de humildad de los que ya no se llevan, ¿no te parece?

-No, no me parece. Sin necesidad de entrar en la fe del purpurado, que allá él, hay que reconocer que el epitafio busca todo menos la contención y la humildad. Esta leyenda sobre una lápida es la única que se recuerda de las decenas que hay en la catedral, y por lo tanto la única que buscan los fieles y los que no lo son. Portacarrero quiso la fama vivo y después de muerto, y ya ves si lo consiguió.…

-Al punto de que aquí nos encontramos, hablando de él tantos años después de su muerte.

-Mira, no voy a negarte que cuando veo a Pedro Sánchez estos últimos días de vino y rosas para él, me da por pensar en el epitafio del cardenal. ¿Lo conocerá, le habrán hablado de él? ¿Y si fuera así, qué le dirán esas palabras? Y ahí lo dejo, que dicen ahora.

Sucede que actuamos como los antiguos griegos y romanos, para los que lo obsceno y lo sagrado eran muchas veces la misma cosa

Porque seguro que recordarás amigo mío la primera Cotufa de este verano. Si es así, tendrás presente que nos divertimos con aquella expresión de hinchar el perro, que no es más que una forma de ponerse hueco e importante a la hora de estirar noticias. Hinchamos el perro durante los meses de agosto, pero ya hace mucho tiempo que no hace falta. Fíjate en este que aún vivimos. Sucede que actuamos como los antiguos griegos y romanos, para los que lo obsceno y lo sagrado eran muchas veces la misma cosa, y así los temas se van mezclando sin pudor alguno. Ahora leo una noticia del aeropuerto de Kabul, y después la pantalla de mi ordenador me habla de la muerte de una señora muy mayor que resulta ser la madre de la compañera de Vargas Llosa.

-Sí, cierto, se suceden las noticias, pero pareciera que desde el sábado pasado sólo hay una, esa que habla del nuevo momento que viven las relaciones entre Joe Biden y Pedro Sánchez. O nos falta memoria o capacidad crítica. O las dos cosas. ¿Cómo es que entramos de hoz en el ridículo y salimos de coz del mismo directos al éxito en las relaciones internacionales? Hace unas semanas Sánchez sembraba una cotufa en el golfo a base de llamar cumbre bilateral al medio minuto de paseo con Biden. Hoy los dos políticos lucen al mismo nivel. Hoy Sánchez marca perfil internacional. Y según algún tertuliano despistado -ma non troppo- perfil mundial, universal, sideral.

-No será para tanto hombre. Y, en todo caso, hemos de acostumbrarnos a que los juicios de valor, a veces tan imperfectos y exagerados, duren lo justo. Ayer, Sánchez era un pelele, un político patético ninguneado por Biden y hoy es un estadista que luce su bronceado en rueda de prensa junto a la presidenta de la Comisión y el presidente del Consejo Europeo. Sánchez no se ha visto en otra igual: miró a la cámara, vio el reflejo de su rostro en el visor de una cámara, sacó dentro de su garganta su voz de chantre y dijo eso de ¿Qué, y ahora qué señoras y señores?

La crisis con Marruecos

- Sí,  eso, ¿qué?

-Pues que no somos Francia, ni Alemania ni siquiera Italia en el concierto internacional, pero como diría Galdós, somos pobres de lujo que sabemos aprovechar la oportunidad. Sin necesidad de hinchar noticias España le ha dado la vuelta a su relación con Biden y, mira tú, de paso con Marruecos.

-Y eso lo hace el mismo Gobierno que entró en crisis con Rabat hace dos meses, y el mismo que nunca recibió acuse de recibo de la llamada que Sánchez hizo a Washington para felicitar a Biden por su elección.

Ahora lo pragmático y funcional lo domina todo. Incluso los ciudadanos más informados viven estos días instalados en un repulgo de amargura ante la ausencia de críticas razonadas

-El mismo. O sea, que no es difícil inferir que las cosas son cambiantes, y que es en este territorio por el que se desliza la política. Nada dura. Todo cambia. Pocas cosas dejan señal. No hay tránsito entre el drama y la comedia, y quizá por eso hemos terminado inventando entre todos a un político nuevo: el que simplemente está. El que, con permiso de Irene Vallejo, se instala en el infinito junco en el que nada hay escrito. Un político nuevo, ágrafo y misterioso que ni imita ni aprende. Atrás quedó la ideología. Ahora lo pragmático y funcional lo domina todo. Incluso los ciudadanos más informados viven estos días instalados en un repulgo de amargura ante la ausencia de críticas razonadas.

-Sucede cuando las emociones y, sobre todo, las percepciones dominan la actualidad. Y acaso también la realidad. Ahora el presidente del Consejo, Charles Michel, pone a España y su forma de tratar la crisis de Afganistán como ejemplo de lo que ha de ser Europa. Ahora la Casa Blanca en un comunicado elogia nuestra forma de actuar. Ahora Sánchez se hace fotos con los refugiados que llegan a la base de Torrejón. Ahora se va a Ávila y anuncia allí ayudas para las zonas devastadas por los incendios. ¿A que no recuerdas esos versos de Sabina? Ahora que tengo un alma que no tenía. Ahora que suenan palmas por alegría.

El PP busca su sitio

-Si, conozco esa canción, pero, amigo mío, no me hagas trampas, esto no va de canciones.

-Va de eso con que se hacen las canciones, de emociones, percepciones y sentimientos. Eso pensaba ayer cuando escuchaba a un gemebundo Javier Maroto intentando hacer faena en Onda Cero para situar en algún lugar de la actualidad al PP. Lo escuchaba y se me aparecía Giulio Andreotti. ¿Lo recuerdas? El poder desgasta, sobre todo cuando no se tiene.

-Ya pero el PP no va estar de palmero del Gobierno.

-Desde luego. Pero, para ser creíble y no desgastarse más que el Gobierno, ha de ser serio. En España siempre los gobiernos socialistas y populares marcaron la política internacional como política de Estado. Así era, pero ya no. ¿Le da votos al PP la crítica por la crítica? Lo dudo. Le dará votos ser creíble, incluso si se atreviera a reconocer que alguna vez el Gobierno acierta, aunque sea sólo cuando, como decía Fraga,  se equivoca.

Demasiado ruido estos días, querido amigo. Lo vamos a dejar aquí. Cerramos estas Cotufas en el golfo con las que hemos pasado el verano, y si te parece nos disponemos a volver a nuestros quehaceres, y entre ellos al principal, que no es otro que huir de lo convencional. No lo olvides. El trabajo no es lo primero. Es sólo algo necesario. A fin de cuentas, terminaremos todos como el cardenal, convertidos en polvo, cenizas y nada. Los que nos gobiernan no lo saben. Pero tú y yo sí. No lo olvides.

Con todo mi aprecio y consideración.

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