Conforme se acercan las elecciones del 3 de noviembre, el temor a la injerencia extranjera crece en Estados Unidos. Hace cuatro años Rusia fue el gran protagonista y el asunto además trajo cola durante años. Dio lugar a una investigación a cargo del fiscal especial Robert Mueller que concluyó hace sólo año medio, en marzo de 2019, con el informe que Mueller envió al fiscal general Barr poniendo la guinda final al caso. Pocas cosas han hecho correr tanta tinta en los últimos años como la trama rusa de 2016. Mueller no encontró pruebas de que la campaña de Trump se conchabase con agentes rusos para perjudicar a Hillary Clinton y el asunto quedó ahí.
Lo de Rusia sigue vivo. Surgen acusaciones aquí y allá de que desde Moscú se opera de manera subterránea para promover la elección de Trump, pero son eso mismo, acusaciones sin apoyo firme con pruebas por delante. Es posible que Vladimir Putin prefiera en el despacho oval a Trump que a Biden, pero eso no demuestra nada per se. A Trump no le sobran los amigos por el mundo, todo lo contrario. Aparte de los enemigos natos de EEUU como Irán o Venezuela, en otros lugares del mundo se la tienen jurada. Nada gustaría más a los líderes de la Unión Europea que la era Trump acabase cuanto antes. No digamos ya al régimen chino que, desde que Trump aterrizó en la Casa Blanca, se ha convertido en el villano número uno para su administración.
El Partido Comunista no quiere que nadie cuestione su régimen y, menos aún, que estorben en sus planes por Eurasia y África
A China, como segunda potencia mundial que es, le afecta quien gobierne en EEUU. Posee una cantidad muy grande de deuda estadounidense, algo más de un billón de dólares, y es su primer mercado de exportación. Aproximadamente el 20% de las exportaciones chinas van a EEUU. Ya sólo por eso están muy interesados en que el presidente sea amigo de China como lo fue, por ejemplo, Clinton, Bush u Obama. Pero el Gobierno chino tiene también intereses políticos y geoestratégicos. El Partido Comunista no quiere que nadie cuestione su régimen y, menos aún, que estorben en sus planes de expansión por Eurasia y África.
Trump les declaró, nada más llegar, la guerra comercial, subió aranceles, machacó a Huawei, pidió a las empresas estadounidenses que se fuesen de allí y ha apoyado a todos los que están a malas con Pekín, desde las Filipinas de Rodrigo Duterte a los rebeldes hongkoneses. En definitiva, Trump está siendo una pesadilla para el régimen, su animadversión hacia él ha crecido incluso con la aparición del coronavirus, al que Trump hace unos meses se refirió despectivamente como 'virus chino'. Ante tanta hostilidad, los chicos de Xi Jinping no se iban a quedar de brazos cruzados y de un modo discreto pero efectivo hacen todo lo posible por influir en Washington tratando de contrarrestar las críticas hacia su Gobierno.
Tensiones raciales
Circulan informes de inteligencia que señalan actividades de agentes chinos dentro de EEUU. Uno de esos informes sirvió para que hace dos meses Trump ordenase el cierre del consulado chino en Houston donde, al parecer, se llevaba a cabo ciberespionaje y se dirigía una operación para identificar a los cabecillas de las protestas de Black Lives Matter, contractar con ellos y entrenarlos en técnicas de contrainformación a través de la red. No parece un mal método. Si en el interior de tu enemigo anidan tensiones raciales puedes utilizarlas en su contra. Eso es exactamente lo que el Partido Demócrata está haciendo, aunque ya descuentan que la operación se les ha ido de las manos y van poco a poco desmarcándose de los más violentos.
Esto, de cualquier modo, no es nuevo. En las elecciones de medio mandato de 2018 patrocinaron reportajes en la prensa de los Estados agrarios del interior (los más interesados en la exportación) para socavar las políticas proteccionistas de Trump. Aquello estuvo muy a la vista, otras operaciones no lo están tanto. A través de las redes sociales se puede hacer mucho más daño y ahí los chinos son unos alumnos aventajados de los rusos. Poseen redes de spam político que organizan campañas puntuales de desinformación colándose directamente en los teléfonos móviles a través de Twitter, Facebook o incluso Whatsapp.
Graphika ha detectado que esta red debutó hace cosa de un año con el estallido de las protestas en Hong Kong
Una conocida consultora de redes llamada Graphika tiene este procedimiento de infiltración e intoxicación muy bien estudiado. El mes pasado publicó un informe en el que señalaba a una de estas redes, conocida como Spamouflage Dragon, un nombre digno de una película de James Bond, como responsable de orquestar una campaña a gran escala de ciber-intoxicación a través de redes sociales. En esta red se elaboran y distribuyen una cantidad vídeos a través de Twitter y YouTube en los que se ataca a la administración Trump. La viralidad de estas plataformas hace el resto. Graphika ha detectado que esta red debutó hace cosa de un año con el estallido de las protestas en Hong Kong. A principios de 2020 cambió de tema y se pusieron a defender la gestión de la pandemia por parte del Gobierno chino. Aquello se sincronizó con el momento en el que todo el mundo acusaba a Pekín de haber ocultado durante meses la existencia de la enfermedad y de no estar dando toda la información sobre su origen y su extensión. Hace tres meses entraron en la campaña electoral de EEUU coincidiendo con el final de las primarias.
Este tipo de campañas de desinformación masiva no son fáciles de detectar cuando hay tanto ruido ambiente. Aún así el Gobierno chino no se esconde demasiado. Entre 2016 y 2020 ha gastado más de once millones de dólares en publicidad e inclusión de encartes y suplementos en la prensa estadounidense. A modo de comparación, se estima que los agentes rusos dedicaron unos 200.000 dólares a poner anuncios en Facebook contra Hillary Clinton. El célebre refrán de ‘unos llevan la fama y otros cardan la lana’ encaja como un guante aquí. Mientras todos miran hacia Rusia, los que han convertido estas elecciones en una cuestión de Estado son los jefes del Partido Comunista chino. Les va mucho en ello por lo que mantendrán el esfuerzo hasta el final.
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