Opinión

El peligro del Islam y lo woke

En medio de este páramo de confusión identitaria y moral, Europa se convirtió en un campo abandonado de Cristianismo y Cristiandad, dejando que esos espacios vitales fuesen ocupados a través de la inmigración por otra religión, el Islam

En el libro Una mirada a Europa (Ed. Rialp, 1992) Joseph Ratzinger, con extrema lucidez, encuentra que los fundamentos inalienables de Europa se hallan en su profunda identidad cristiana a pesar de que las creencias de esta sociedad se dividen en católicos, protestantes y ateos. Sin lugar a dudas, el ateísmo, fruto de la venerada Ilustración, actuó como un poder político (no)religioso que amenazaba la supervivencia de lo cristiano al intentar sustituirlo como nuevo orden social. Por eso el liberalismo y el marxismo buscaban impedir que la religión cristiana tuviese algún papel público, político y por tanto de poder. El laicismo ha jugado un papel esencial en la eliminación de la identidad del hombre en toda Europa y ha creado una sociedad vacía, sin arraigo en nada verdadero.

En medio de este páramo de confusión identitaria y moral, Europa se convirtió en un campo abandonado de Cristianismo y Cristiandad, dejando que esos espacios vitales fuesen ocupados, a través de la inmigración, por otra religión, el Islam. Pero también ha sido ocupado estos últimos años por algo que no alcanza la categoría de religión, pero sí tiene el funcionamiento político de ella, el wokismo (cultura de la cancelación o lo políticamente correcto). Acierta el filósofo Miguel Ángel Quintana Paz cuando afirma que la sociedad europea se divide actualmente en Cristianismo, Islam y wokismo, en su interesante estudio publicado por la Fundación Disenso «¿Se ha acabado la Cristiandad?», dedicado al poder político de la religión.

Unas élites de unos hombres que juegan a ser dioses con la excusa falaz de tener la misión de salvar el planeta, para lo que han de reducir la población con políticas antinatalistas

El europeo se ha convertido en un ser absurdo, sin identidad ni eje moral, fuera de un materialismo que dé sentido a su vida. La demanda religiosa o espiritual, inherente a la existencia humana, que el laicismo creyó poder eliminar, puede dirigirse ahora hacia esa especie de esoterismo que es lo woke. Una ideología creada por las élites que buscan la fragmentación de la sociedad en identidades posmodernas para tener el control absoluto de una población despojada de su propia identidad moral. Unas élites de unos hombres que juegan a ser dioses con la excusa falaz de tener la misión de salvar el planeta, para lo que han de reducir la población con políticas antinatalistas.

La propaganda islámica ha sabido detectar las debilidades de la sociedad europea al presentarse de forma engañosa ante jóvenes desarraigados sin identidad como un modelo de vida superior moralmente. Formar una familia numerosa, sirvió de reclamo para muchas jóvenes en Suecia para ser reclutadas y llevadas a Siria por parte del Daesh. Ahora Irán presenta en videos propagandísticos frente al europeo empobrecido sin familia, a un musulmán triunfador donde tener hijos y éxito es equivalente a una mujer sumisa. Promesas de vírgenes celestiales para pobres tontos desarraigados y enfadados. 

La religión o ciertos valores conservadores se presentan como un modelo en oposición y en defensa ante el actual estallido woke

Hay un resurgir de esa necesidad tan humana de tener un modelo de vida alrededor de un eje con raíces profundas y no alrededor de un género fluido o la huella de carbono. La religión o ciertos valores conservadores se presentan como un modelo en oposición y en defensa ante el actual estallido woke. Un orden social en el que no exista la familia, se celebre el aborto, la eutanasia se recomiende al pobre o donde el hombre esté perseguido bajo un feminismo desquiciado que defiende políticas contra los propios intereses de las mujeres y una seguridad en las calles representada por una policía amenazada que persigue «machetes» en bici o coche eléctricos.

El peligro es que ante un posible fin de la Cristiandad, como se percibe en Francia, y una hegemonía mediática del wokismo, el número de conservadores que simpatizan con el Islam puede crecer creyendo que el conservadurismo integrista opresor es compatible con sus intereses. Especialmente entre la misoginia que aumenta como reacción equivocada que sirve al feminismo político de tercera ola.

El Islamismo no conserva nada de los fundamentos que forman parte de la Cristiandad, de la identidad europea y especialmente de la española

Algunos no vacilan en afirmar que preferirían vivir en una sociedad bajo el poder islámico creyendo que tendrían más libertad que en una gobernada por lo woke. Yo como mujer nunca, jamás, preferiría una sociedad islámica a cualquier otra opción. Si no puede haber futuro a espaldas de la religión, tampoco puede haberlo de espaldas a lo inherente de interpretar el mundo bajo una identidad. El Islamismo no conserva nada de los fundamentos que forman parte de la Cristiandad, de la identidad europea y especialmente de la española. Identidades incompatibles en el poder porque el Islam sólo puede ser político.

En la magnífica novela de Houellebecq, Sumisión, el hombre sin rumbo, ridículo, sin una identidad de valores profundos es el sujeto que encuentra más cómodo someterse al no tener nada que defender ni reivindicar frente al islamismo de avanzadilla que compra equipos de fútbol y le ofrece mujeres. La seducción del Islam, de identidad excluyente, sólo lleva a la sumisión. Supone el fin de la civilización europea, española y el fin de la Cristiandad al igual que el hijab. Su defensa implica el rechazo de todo poder que atente contra la dignidad de la mujer.

La solución no es elegir entre un modo u otro de poder, ambos incompatibles con nuestra verdadera esencia. Es el momento de reivindicar el humanismo cristiano, el eje de nuestra civilización alrededor de la dignidad de la persona que lleva a sociedades libres, prósperas, guiadas por un sentido verdadero de la existencia.

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