Opinión

La peligrosa ludopatía de los mercados financieros

Las personas con problemas con el juego son, en muchas ocasiones, como las que tienen problemas con la bebida, individuos perfectamente funcionales de los que pocos sospecharían que son adictos a algo. Igual que hay gente que necesita un cierto nivel de al

Las personas con problemas con el juego son, en muchas ocasiones, como las que tienen problemas con la bebida, individuos perfectamente funcionales de los que pocos sospecharían que son adictos a algo. Igual que hay gente que necesita un cierto nivel de alcohol en sangre para interactuar con otras, sobrellevar las vicisitudes vitales o incluso poder dormir por las noches, hay quien está enganchado al bingo, las apuestas y… a los mercados financieros. Justo cuando yo empecé a trabajar se desató en España la fiebre por las máquinas tragaperras y se veía en los bares a cualquier hora del día a personas gastando moneda tras moneda esperando la canción y las luces (¡qué primitivo parece pero qué efectivo!) que atraían a los incautos, entonces no podía sospechar que pasara algo parecido con la bolsa. Por entonces comprar acciones era de lo más tedioso: ibas a la sucursal de tu banco o caja de ahorros (donde, eso sí, te atendían sin cita previa simplemente haciendo una cola) y rellenabas un papel con calco (del mismo modo que se rellenaba el IRPF cada año) diciendo qué acción querías comprar (encima el precio de las acciones no era el de las cotizaciones, ya que había que multiplicar por el nominal, que no era el mismo en cada una) y cuánto te querías gastar y días después te enterabas de si habías comprado, siendo la comisión entre la compra y la venta cercana al 2% de lo invertido.

Pero llegó el Ibex y algunos ya pudieron empezar a operar por teléfono, y luego llegó internet y ya cualquiera podía directamente comprar y vender no sólo acciones nacionales, también internacionales, y hasta meterse en el muy volátil mundo de las divisas, quizás donde primero empecé a notar esa ludopatía entre compañeros de trabajo que en teoría sabían del tema (lo de que en casa del herrero, cuchillo de palo, es totalmente cierto)…y llegaron los derivados, productos creados como coberturas que acabaron siendo los reyes de la especulación. Y es que los derivados implicaban apalancamiento, es decir, que con una cantidad muy inferior, se podía apostar a un lado o a otro por una muy superior. Era demasiado tentador. Yo también caí por supuesto, más cuando eres joven y crees que por trabajar en el sector puedes saber qué va a pasar en el futuro mejor que los demás. De aquellas primeras experiencias, de las que tanto aprendí a pesar de su coste, han pasado muchos años pero por desgracia es muy complicado trasmitir a otros ciertas lecciones que cada uno debe aprender por sí mismo, ya que no hay mejor escuela que los errores.

No hay mayor tentación para un ludópata que poder estar jugando siempre, de hecho la creación y comercialización de miles y miles de “criptos” que no sirven para nada en un 99% de las ocasiones, está relacionado con ello

No obstante, llevo mucho tiempo intentando aleccionar a quien se mete en los mercados financieros, y especialmente en productos de máximo riesgo como los derivados, que se centren en limitar las pérdidas, que no piensen en lo que van a ganar sino sobre todo en qué harán si se equivocan etc. etc. y por desgracia, de poco sirve. Al final la experiencia demuestra que, más allá de lo que uno sepa sobre bolsa, divisas, bonos etc. lo más importante, y lo más difícil de aprender, es asumir las pérdidas, por lo que implica de aceptar que uno se ha equivocado.

El caso es que toda esta ludopatía se aceleró con la llegada de las criptomonedas. No sólo porque durante años parecía que todos ganaban excepto el que no estaba metido en ellas, sobre todo porque son un instrumento con el que se puede especular en cada momento de cada día, incluso en fin de semana. No hay mayor tentación para un ludópata que poder estar jugando siempre, de hecho la creación y comercialización de miles y miles de “criptos” que no sirven para nada en un 99% de las ocasiones, está relacionado con ello y con el beneficio que sacan los intermediarios de la habitual gran diferencia entre el precio de compra y el de venta. Y estoy convencido que todo este negocio ha despertado el recelo de la New York Stock Exchange y está detrás de su disparatada idea de crear un mercado de valores 24/7, que nunca cierre. Esto es algo que hace muchos años intentó, sólo para sus clientes, un banco de inversión estadounidense, y lo tuvo que cerrar porque vio que lo que ganaba en comisiones lo perdía al vaciarse, por las pérdidas, las cuentas de esos mismos clientes que, por tanto, dejaban de operar. A esto hay que sumar que, si alguien tiene un problema en su operativa, será complicado que pueda encontrar a alguien en su plataforma de inversión que le atienda en su idioma en cualquier momento, e incluso que -si está- pueda hacer algo si no hay técnicos disponibles, ya que eso multiplica el coste.

Cuando se desata el pánico

Y es que es muy arriesgado, como vimos hace escasos fines de semana con los ataques entre Irán e Israel, tener abiertos los mercados con un volumen ridículo ante noticias inesperadas que pueden generar una gran volatilidad, ya que un simple 2% arriba o abajo puede suponer, especialmente si hay apalancamiento, una pérdida enorme. Como ya explicamos tras el crash de 1987 y otros posteriores, numerosos reguladores bursátiles se han inclinado por parar la negociación, e incluso suspenderla, ante momentos de pánico. Nada calma más a los mercados (es decir, a la gente) que hacer una pausa. Por eso es tan peligroso que un domingo temprano salga la noticia de un misil lanzado por Corea del Norte que puede o no impactar en, digamos Tokio, y con los mercados abiertos se desate el mayor de los pánicos, aunque luego se desmienta todo (algo de lo que se enterará, por supuesto, antes Goldman Sachs que el que se cree que por estar atento a Twitter sabe todo a la vez que los mayores especuladores del mundo). El mundo de las inversiones no es un juego, facilitar que tantos se lo tomen como tal, es una irresponsabilidad.

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