Opinión

La peligrosa violencia política

Un escritor de 71 años con licencia de armas: quién es el autor del atentado contra Robert Fico
Imágenes del atentado y de Juraj Cintula

Han vuelto a la escena política los llamamientos para evitar los discursos de odio en una campaña que marca el escenario político sobre el que se va a desarrollar el relato: la violencia política. “Las palabras de odio llevan a la violencia, así que prohibiendo un discurso se protege la democracia”. Bajo esta falacia se pretende silenciar al disidente y a cualquiera que denuncie a un político en el poder. Normalmente, las personas señaladas como «generadoras de odio» lo son porque no han asumido el discurso hegemónico globalista sobre una agenda de género, multicultural y de empobrecimiento, por lo que se las califica, desde todos los medios, como «ultraderecha».

Reconozco que tenía mis dudas sobre estos conceptos tan fluidos e indeterminados, pero desde que el presidente de Eslovaquia, Robert Fico, fuese tiroteado prácticamente a bocajarro, ha clarificado y delimitado a la perfección en qué consisten esos peligrosos discursos de odio que acaban en violencia política.

Calificar a alguien de «ultraderecha», «trumpista», «prorruso» «amigo de Orbán» y «tránsfobo» de forma machacona e identificarlo como «enemigo de la democracia» tiene unas terribles consecuencias. «Ultraderecha» es un término utilizado como elemento discriminatorio y supone una sentencia de muerte civil. No así el de «inmigrante ilegal», concepto erróneo, pero esa es otra cuestión.

El discurso victimista de la violencia política es tan siniestro. No busca denunciar un clima de violencia sino crearlo de forma impune contra el adversario político

La «galaxia ultraderechista» es el discurso más repetido con rabia, de forma unánime en los medios de comunicación y la mayoría de los políticos. Esto es violencia verbal, esto es violencia política. Es colgar una diana en la espalda para que algún violento de la extrema izquierda termine de hacer el trabajo. Debieran ser esas palabras las que sean proscritas como discurso de odio, en caso de que alguna tuviera que serlo. La guinda de la clave del terror es que te acusen de algo sin que sea verdad.

Robert Fico había sido acusado de todo esto. Contrario a la inmigración masiva islámica tras la oleada de refugiados de 2015, anunció un cese de la ayuda militar a Ucrania en su campaña electoral, lo que le hizo ganar las elecciones en el 2023 en las que le llamaban el Trump de Eslovaquia. Fue felicitado por Orban, que le llamó patriota, —esto es peligroso en la Europa de las libertades— y los medios del mundo libre le tacharon de “ultraderechista”. Fico tenía demasiadas dianas y mala seguridad.

Es un caso de violencia política de manual, pero no es el manual de la progresía dirigente. En el diario La Razón dijeron que el perfil del terrorista ¡es poco habitual! Un hombre de 71 años, rabiosamente de izquierdas, con familia ucraniana que destacó entre sus motivaciones políticas el cierre de la televisión pública y no apoyar a Ucrania con armamento.

Se trata de un grito desesperado de auxilio por parte de la víctima, que señala a los cómplices que han abierto la puerta al agresor y han tapado la boca a la víctima para que el crimen quede impune

Denunciar que la inmigración masiva y hostil a Occidente acarrea inseguridad no puede entrar dentro de la calificación de discurso de odio ni de violencia política, pues este discurso no genera violencia, salvo para el que lo pronuncia. Es más bien un grito desesperado de auxilio por parte de la víctima, que señala a los cómplices que han abierto la puerta al agresor y han tapado la boca a la víctima para que el crimen quede impune.

La inmensa mayoría de las agresiones políticas en España las sufre Vox por el señalamiento como ultraderecha por parte de esos medios que llaman 'poeta' al de los cinco tiros. Por eso el discurso victimista de la violencia política es tan siniestro. No busca denunciar un clima de violencia, sino crearlo de forma impune contra el adversario político, estigmatizando a la víctima como si fuese el agresor.

Si la política en Europa representa la debacle moral en la que está inmerso Occidente, la política en España en manos de los socialistas representa la vanguardia de una nueva concepción del mundo que nos emancipa de la realidad, la vergüenza y la dignidad humana. Pedro Sánchez, un chico bien mandado de la agenda globalista, es un activo innovador a la hora de eliminar las líneas entre el Bien y el Mal, la verdad y la mentira con su anhelo enfermizo de victimización paranoide ha secuestrado a los súbditos en un fango de inmoralidad que les impide distinguir la realidad. La vicepresidenta y ministra Teresa Rivera señaló como culpable del atentado a Fico los “discursos de odio de la ultraderecha de Vox y Aznar”. Sin pudor. No importa la verdad, el adversario político será acusado de los crímenes que decida el poder, empezando por los cometidos por la izquierda.

Esto no es una cuestión ideológica, sino de supervivencia y dignidad. Detrás de la moderación que reclaman únicamente los populares para distinguirse de la 'ultraderecha', no hay nada más que cobardía, complicidad con el agresor y rendición para participar del botín. Es como pedir que la mujer maltratada no se defienda para no dar razones al agresor. El verdadero peligro son los discursos de señalamiento como ultraderecha, hacen que cualquier psicópata solitario se sienta protegido y apoyado.

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