Opinión

El penoso espectáculo del Hemiciclo

Lo que se necesita en la política actual es más seriedad de la que se percibe en los escaños del Congreso

El hemiciclo del Congreso de los Diputados casi vacío.

Cuando tenemos una inflación que roza los dos dígitos a los que la vicepresidenta económica y el presidente del Gobierno aseguraban que no íbamos a llegar, cuando tenemos la calle en pie de guerra –como trataba la semana pasada-, cuando la gente está sobrepasada por una cesta de la compra cada vez más impagable, con una calidad de vida lastrada por la pandemia, con unos servicios públicos esenciales totalmente deficientes –la atención con el médico de primaria de turno sigue siendo telefónica en muchos casos-, desde la sanidad pública a la educación, cuando todo parece que todo se va al traste son tiempos para el ejemplo. Un ejemplo que debe dar la política y que por lo que se ve en en los plenos del Congreso tan sólo cabe hacer una reflexión: los parlamentarios españoles se pegan la vida madre.

Hagan recesos, paren si necesitan descanso, turnos, pero no abandonen la Cámara porque el absentismo político, coincidiendo con las horas de comer, es un insulto al ciudadano. No solo para aquel que debe ir a un comedor social o a recibir la cesta de la comida de un banco de alimentos, o aquel que no baja la persiana de su negocio en el que se pasa media vida... Caben un sinfín de ejemplos, pero se consideraría populista cuando lo que se necesita en la política actual es más seriedad de la que se percibe en los escaños del Congreso con un mínimo vistazo a la televisión.. No pueden freírnos a mítines el fin de semana y no estar donde deben estar pegados a la silla del hemiciclo las horas que sean necesarias.

Cuando en la calle hace tanto frío no se puede por menos que demostrar que hacen su trabajo de forma diligente, no sólo a golpe de titular, de canutazo, de tuit, de mitin

Entre las dos y las cuatro de la tarde de la tan esperada comparecencia de Pedro Sánchez no quedan ni cuatro gatos en el Hemiciclo. Los miembros de la Mesa, que cobran unas cantidades más que decentes, desertaron de sus puestos a la hora de comer. Sólo quedó el hijo de Adolfo Suárez. Y de diputados ya no digamos. Los que nos hemos dedicado a seguir de cerca la vida parlamentaria sabemos que hay más trabajo en los despachos de lo que se ve en la sala de plenos, pero estamos en un momento en el que debemos estar donde se nos espera. A los políticos se les espera en el Congreso, sean las horas que sean, dure el pleno lo que dure. Porque justo a esa hora del almuerzo cuando se enteraban de que el BOE nos daba a conocer los depósitos y cuentas que muchos de los políticos tienen en los bancos. Algo que a priori no se debe cuestionar si hacen buena gestión de lo público –cantidades en el banco que superan los 100.000 euros- pero cuando en la calle hace tanto frío no se puede por menos que demostrar que hacen su trabajo de forma diligente, no sólo a golpe de titular, de canutazo, de tuit, de mitin.

Dice Héctor Gómez, portavoz del PSOE que “tenemos la peor oposición en el peor momento” mientras que Cuca Gamarra del PP afirma que “tenemos el peor Gobierno en el peor momento”. Está claro que va a ser el Gobierno de nuestra historia democrática que más situaciones críticas, excepcionales y dramáticas ha tenido que lidiar, lo que ha evidenciado la fragilidad de nuestro sistema y la urgente necesidad de mejora de lo público. Los ciudadanos, cuando llegue la hora de las urnas, decidirán lo que es mejor o peor para sus vidas, para sus bolsillos, para su tranquilidad, quizás pensando también en que es preciso algún intento de unidad. Unidad bien entendida, no decisiones unilaterales para las que luego se reclama apoyo y consenso sin haber intentado siquiera un amago de negociación. Yolanda Díaz, la vicepresidenta del Gobierno por el lado de Podemos, ha demostrado intentado, en forma sy discursos, unir más que dividir. Además de imponer, no sé si por obligado cumplimiento o por seguir el buen ejemplo, un outfit más formal y elegante en todo su grupo parlamentario, pero eso es otra historia. Cuídense.

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