El acuerdo impulsado desde Moncloa para que Illa acceda a la presidencia de Cataluña es un desastre sin paliativos, solo concebible en un individuo que se limita a primar sus propios intereses de corto plazo y se desentiende de los efectos a medio y largo. La solidaridad es un elemento capital del Estado y romperla es destruir sus fundamentos. Que Cataluña aduzca que tiene un déficit fiscal, que los demás le roban y que quiere cobrar el 100% de sus impuestos es como si lo dijeran los vecinos del distrito más rico de Barcelona, de Madrid, o los de la urbanización costera más elitista. Si en el caso de todos estos nos parecería absurdo, también en el primero. Para hacerlo más digerible nos “venden” que ya aportarán algo para las CCAA de menor renta… pero sólo si esas comunidades mantienen un esfuerzo fiscal alto. Lo que resulta realmente un escarnio y abre la puerta para disminuir aún más o anular la contribución de Cataluña en el futuro.
Si hay más importe a repartir solo puede ser porque el Estado central se queda con menos, o porque se suben los impuestos, o bien se aumenta la deuda
Y todo esto lo hacen los socialistas que, en teoría, predican una mayor igualdad. Es increíble. Ha habido, incluso, gente de ese partido y de ese Gobierno que se ha permitido afirmar que, con el nuevo acuerdo, habrá más dinero para todas las CCAA. Decir eso en algo que resulta ser, en el mejor de los casos, un juego de suma cero (es decir, que lo que unos ganan lo pierden otros), es absurdo. Pero lo repetirán como consigna, a ver si engañan a alguien, aunque hace falta ser muy ignorante o muy estúpido para creérselo. Si hay más importe a repartir solo puede ser porque el Estado central se queda con menos, o porque se suben los impuestos, o bien se aumenta la deuda (cuyo coste para colmo nos encarecerán los mercados) y en todos esos casos también somos el resto los damnificados. Pura palabrería para engañar a incautos.
En realidad, ni siquiera es un juego de suma cero. Sino de suma negativa. Porque todo esto empeorará la eficacia tributaria global, producirá daños a la seguridad jurídica en España, repercutirá en un menor atractivo para la inversión, generará éxodo de capitales… Y, además, solo cabe desconfiar de la gestión que lleven a cabo unos políticos catalanes que se muestran expertos en burlar la ley, favorecer a los propios y malgastar los recursos. Todo ello afectará al PIB, a los ingresos fiscales y a la disposición de recursos por parte de las administraciones.
Señalamiento como traidores
Los diputados del PSOE que representen a CCAA perdedoras con el nuevo acuerdo (o sea, casi todas) serán verdaderamente repulsivos si votan afirmativamente ese bodrio cuando llegue a las Cortes. Pero el afán por mantener las prebendas que les ha otorgado Sánchez al colocarlos en las listas llevaría a un voto favorable, aunque, eso sí, vergonzoso. Refrendar algo que perjudica a los votantes que los han elegido solo les haría merecedores del desprecio de los electores, de su señalamiento público como traidores y de su condena al ostracismo en cuanto acabe su mandato. Pero, vistos los antecedentes, no cabe confiar en absoluto en los diputados de ese partido, otrora socialista, que camina hacia su autodestrucción.
Quizás más factible podría ser que no lo aprobaran otras fuerzas políticas regionales aliadas de Frankenstein. O incluso los del PNV, que ya disfrutan de concierto. A este partido lo que más le convendría es que se diluyese este asunto y se hablara poco del tema de la solidaridad, ausente básicamente en el cupo vasco (que se negocia, no se calcula). Tampoco le conviene que puedan aflorar otros asuntos paralelos como las liquidaciones del IVA, con abundante picaresca en contra del Estado. Y ya el colmo es lo de las pensiones, cuyo déficit sufraga el Estado (igual que ocurriría, en su caso, en Cataluña). Por eso, lo mejor que podrían hacer los diputados del PNV sobre el acuerdo con ERC es votar en contra o abstenerse.
Como demuestran todos los estudios sobre balanzas regionales, no es precisamente Cataluña una comunidad autónoma con infra-financiación. Sino que lo serían, sobre todo, Murcia y la Comunidad Valenciana
Algunos afines al PSOE intentan sacar la cara por el nuevo acuerdo diciendo que la financiación de las CCAA lleva muchos años caducada, es realmente deficiente y había que hacer algo para cambiarla. Incluso reprochan a los críticos del acuerdo con ERC que no propongan alternativas… Hay que ver a lo que lleva la falta de argumentos (y de vergüenza). Porque, como demuestran todos los estudios sobre balanzas regionales, no es precisamente Cataluña una comunidad autónoma con infra-financiación. Sino que lo serían, sobre todo, Murcia y la Comunidad Valenciana. Y tampoco es Cataluña la región que más recursos cede a otras CCAA, sino que lo es Madrid y con mucha diferencia. Aunque sí que es verdad que el sistema de financiación de las CCAA es malo. Viene de un Gobierno socialista, por cierto (el lamentable de Zapatero), y habría que reformarlo. Que no se haga es por la incapacidad de unos y otros. Yo sí sería partidario de descentralizar el ingreso, no solo el gasto, para aumentar la corresponsabilidad fiscal. Pero con consenso y con cálculos técnicos de los eventuales cupos y aportaciones a la solidaridad, realizados por alguien independiente, no con negociaciones bilaterales espúreas y a cambio de votos para una investidura u otras transacciones oscuras.
Lo peor es que, tras haber colocado a sus huestes en el Tribunal Constitucional, que es político más que jurídico, nada asegura que se haga respetar la Carta Magna sino más bien lo contrario
En fin, resulta alucinante que Sánchez nos haya metido en este asunto. El tipo habla de federalización, pero lo que ha aprobado es el camino hacia una confederalización asimétrica. Porque, por ejemplo, Madrid reclamaría lo mismo e iríamos hacia un Estado central poco relevante y las CCAA, al menos algunas, serían auténticos Estados. Una barbaridad. Supone pretender cambiar la concepción de España contra la Constitución y sin consenso Y lo peor es que, tras haber colocado a sus huestes en el Tribunal Constitucional, que es político más que jurídico, nada asegura que se haga respetar la carta magna sino más bien lo contrario. Así que los españoles, que se aguanten, sin ni siquiera consultarles ni llevar en el programa electoral todo eso.
¡Qué personaje! O, más bien, ¡qué desgracia de personajillo! Hace unos años, me encontré a Rajoy -cuando era presidente del Gobierno- caminando por un sendero. Le saludaban los que pasaban y hasta le pedían fotos, a las que se prestaba con amabilidad a pesar del incordio que le debía suponer. Como me encuentre a Sánchez ahora sospecho que, desde luego, no sería lo mismo. Más bien podría haber palabras malsonantes y, a lo peor, hasta actuación de los escoltas. Al fin y al cabo, su merecido…
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