Opinión

Peor imposible

Imposible imaginar una salida airosa para este gran país en manos de su atolondrado cuerpo electoral

En poco más de una semana hemos asistido al síncope de la icónica democracia americana y hemos visto las ruinas de la democracia española chapoteando en el trágico fangal provocado por la DANA. Difícil será que lleguemos a vivir un doblete semejante –la muerte súbita de Tocqueville y el jamacuco de la Transición— con la imagen del Jefe del Estado rehén de unos y otros complementado por la del presidente del Gobierno llevado en vilo por la escolta con el rostro desencajado. Difícil, ya digo, empeorar el presente tenso en que vivimos dentro y fuera de nuestras fronteras y prácticamente imposible imaginar una salida airosa para este gran país en manos de su atolondrado cuerpo electoral.

Hay práctica unanimidad en el elogio de los Reyes por su dignísima actitud. Y frente a ellos, un generalizado desprecio ante la imagen de un presidente que abandona el conflicto poniendo pies en polvorosa. ¿Cobarde? Creo que no se trata de calificar ese gesto porque, al fin y al cabo, como aseguran los medrosos, el miedo es libre. De lo que se trata es de hacer balance de la situación calamitosa en que se encuentra nuestro sistema de libertades, en manos de un Gobierno por completo desacreditado que, sin embargo, se ha dado traza y modo para acumular el mayor poder que nunca tuvo un presidente de nuestra democracia. Fíjense, aunque sea así, por encima, la realidad de ese Gobierno a la deriva: un presidente que tiene a su mujer y a un hermano con un pie en el banquillo; a su mano derecha en el ejecutivo y en el partido imputado por Tribunal Supremo de diversos y graves delitos; a un Fiscal General del Estado que tal baila, caso único en la crónica judicial; que ha sido humillado sin respuesta por su impresentable colega argentino, además de quedar como Cagancho en Almagro acogiendo en Barajas a una proscrita, cargada con no sé cuántas sospechosas maletas cuyo contenido ignoró la aduana seguramente condicionada por la presencia de un ministro y varios trapisondistas de su equipo exactor.. ¿Hay quién dé más?

¿Cabe un cuadro más degradado, se puede caer más bajo en una democracia que llevaba cuarenta años sobreviviendo mal que bien lo mismo en mano de tirios que de troyanos?

 

Mi padre, que era un monárquico juanista que no partía peras con Franco, solía justificar el golpe de éste con el argumento de que, cuando lo perpetró, la autoridad estaba tirada por el suelo y era menester recogerla. Y yo nunca he visto mejor representada esa opinión que al contemplar hace días a una chusma acosando a la las primeras autoridades y llamándolas “asesinas”, por no hablar de un chavalín con el bozo incipiente aleccionando al Jefe del Estado con el dedo índice erecto, en plan Ferreras el de la Sexta, mientras la Reina –ultrajada pero firme— consolaba a las víctimas y hasta era abrazada por ellas. ¿Cabe un cuadro más degradado, se puede caer más bajo en una democracia que llevaba cuarenta años sobreviviendo mal que bien lo mismo en mano de tirios que de troyanos? Aunque esté feo comparar, háganlo poniendo frente a frente a un Sánchez despavorido con un Suárez o un Carrillo sentados en su escaño mientras los golpistas disparaban ráfagas en el Congreso, o a un anciano general como Gutiérrez Mellado plantado con firme serenidad ante los amotinados. La gran pregunta es si esa foto fija de la máxima autoridad acosada en el fango o la del presidente en fuga no representarán el fracaso de todo el sistema a ellos encomendado, esto es, si de verdad y en serio los ciudadanos pueden seguir sintiéndose amparados en un ámbito libre garantizado por una Constitución o, por el contrario, habrán de caer en la cuenta de que lo que queda de la legitimidad política en España no es más que un paisaje ruinoso en el que les está reservado sólo el papel de corderos.

Tardarán esas calles en recobrar su esplendor perdido pero seguro que no tanto como ha de durar la dignidad de un Rey profesional manteniendo su fuero junto al brete ridículo de un presidente okupa escapando asustado del disturbio. Mientras tanto, la democracia que elegimos hace décadas tampoco ha de restaurar el prestigio que ha tenido, dentro y fuera de España, durante casi medio siglo.

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