Nadia Calviño lidera el ranking de los peores ministros responsables de política económica en Europa. Sin embargo, Pedro Sánchez la ha convertido en gurú del PSOE. Ni Iván Redondo ni Oscar López, ahora es ella la elegida para reanimar a un partido que apunta hacia el fondo en caída libre. El presidente del Gobierno la señaló el día en que en el Congreso se puso en pie para aplaudirle entusiasmado. Mirando a la vicepresidenta primera con la emoción de un náufrago que cree ver en el horizonte el humo de un barco al rescate, se puso en sus manos.
Calviño acababa de vociferar un discurso a ritmo de mitin en el que milagrosamente transformó los datos nefastos del FMI en “expectativas”. Sorprende con qué descaro esta funcionaria de Bruselas utiliza las trampas de la posverdad. Domina las técnicas orientadas a provocar en la opinión pública dudas sobre la veracidad de unos datos espantosos de nuestra realidad económica. Que quien alardea de una imagen de seriedad proclame “somos los que más crecemos” tiene un mérito indiscutible como artimaña de propaganda. Por eso, el sanchismo le ovaciona.
“Cómo voy a mentir yo” sería el mensaje, seguido de las falsedades más gruesas. Una hazaña, viniendo de la responsable de la única economía de la UE que aún no ha recuperado el nivel de PIB pre-pandemia de 2019. Entre aplausos, miente sin pestañear al día siguiente de que el Banco de España certifique en sus previsiones que “la recuperación del nivel de producto previo a la pandemia se retrasaría, probablemente, hasta el primer trimestre de 2024”. Y aún peor, según las últimas previsiones. No sé si se puede llamar habilidad al atrevimiento de esconder la caída del PIB en un ¡11,3%! en 2020, frente al 6,3% de la eurozona. ¿Ocultar que ese año Alemania cayó un 4,6% para simular que España va mejor?
Lo que aplauden entusiasmados Sánchez y la bancada del PSOE es el cuajo de Nadia a la hora de falsificar la realidad
Todos los países de la UE hoy crecen, poco o mucho, mientras España está aún en fase de recuperación. Hará falta mucha posverdad para tapar tanta evidencia. Lo que aplauden entusiasmados Sánchez y la bancada del PSOE es el cuajo de Nadia a la hora de falsificar la realidad. Como respuesta a las graves advertencias del FMI -Fiscal Monitor de octubre- sobre la evolución del déficit estructural, descontadas pandemia y guerra, ella alardea de “responsabilidad fiscal del Gobierno”. Gracias a su gestión, heredamos un océano de deuda para generaciones, pero Nadia Calviño nos dice que la felicitan por su política de control de las cuentas públicas. La verdad es que las evaluaciones externas muestran que sus previsiones de reducción de déficit son brindis al sol, la política fiscal al servicio de un relato electoral.
El gabinete de La Moncloa le ha encontrado habilidades para competir en el espacio de Yolanda Díaz, el de los frentes amplios y las falacias soviéticas. Con récord europeo en paro, crecimiento constante del riesgo de pobreza y desigualdad durante su mandato -si Eurostat no miente-, la vicepresidenta primera se consagra a la lucha de clases en favor de los desheredados. La peor ministra coquetea con los radicalismos de izquierda, los del “Estado Comandante” que, en vez de incentivar las iniciativas de crecimiento económico, recurre a un gasto público descontrolado, fiscalmente insostenible, que desanima a la inversión.
Participa de la consideración de los empresarios como enemigos, el rasgo que ubica al PSOE en el populismo de izquierda, en las antípodas de socialdemocracias como las nórdicas o la de Portugal. Sirve a la disputa tribal izquierda-derecha, la que Ortega y Gasset calificaba como una hemiplejía moral que destrozaba al país. A esa causa se entrega la ministra con abundante verborrea. El Collins English Dictionary define posverdad como “la desaparición de los criterios objetivos comunes sobre la verdad”. Cualquier hecho puede ser falsificado con palabrería.
Entre las abundantes utilizaciones no éticas del poder, llaman la atención las que podrían identificarse como de corruptelas en pareja, inconcebibles en democracias consolidadas
Hace unos días Pedro Sánchez, en un pleno del Congreso, contradijo a su propio Ministerio de Sanidad para criticar a la presidenta de la Comunidad de Madrid con las listas de espera. La realidad no importa. El presidente de Méjico, López Obrador, es famoso por la invención de datos en sus ridículas “mañaneras” diarias. El periodista Jorge Ramos le preguntó por el crecimiento escandaloso de la violencia con números publicados por su propio gobierno. El presidente mejicano le negó la realidad con su frase habitual: “Yo tengo otros datos”. Sánchez y Calviño, también.
Moisés Naim -La revancha de los poderosos, 2022- explica cómo este “uso estratégico de la confusión”, la falsificación de los hechos para conservar el poder, está destinado a electores tratados como fieles acérrimos. “Más que ser líderes para sus seguidores, se convierten en estrellas para sus fans, sus hinchas”, explica. No es la única mala praxis de este Gobierno. Entre las abundantes utilizaciones no éticas del poder, llaman la atención las que podrían identificarse como de corruptelas en pareja, inconcebibles en democracias consolidadas. Especialmente, las que afectan al presidente y las dos vicepresidentas socialistas.
Mariano Bacigalupo, marido de la vicepresidenta Teresa Ribera, como consejero de la CNMC cuota PSOE, no se abstiene en asuntos que afectan al ministerio de su esposa. Ahora, para que no se quede sin plaza cuando cambie el gobierno, le han pasado a consejero del otro organismo supervisor, la CNMV. Ignacio Manrique de Lara, marido de Nadia Calviño, logró salvar su empresa, Beedigital, tras captar fondos controlados desde el departamento de su esposa, según se ha publicado en varios medios. La esposa del presidente del Gobierno, Begoña Gómez, sin contar con titulación universitaria, utiliza el cargo de “directora de la Cátedra de Transformación Social Competitiva”, creada por la Universidad Complutense de Madrid, como reclamo para hacer negocios.
Ni eficientes ni éticos. El resultado es una economía bloqueada y un empobrecimiento en ascenso. Cada vez hay más países de la UE que nos superan en nivel de Renta per cápita, o van camino de lograrlo, como Portugal. Nadia Calviño tenía poco que “vender” a los inversores en su cita de la pasada semana en Washington. “El futuro no está escrito”, dijo con solemnidad sanchista. Desgraciadamente, su desastrosa gestión es ya herencia consolidada para décadas.
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