El viernes pasado tuvimos, en menos de media hora, dos lanzamientos muy relevantes en el ámbito del análisis de la coyuntura económica. A estos, además hay que sumarle lo publicado solo un día antes, y que nos permitió cuadrar el marco macroeconómico del primer trimestre de 2022. Hablo, por supuesto, de la EPA, del dato de inflación, el adelanto del PIB para el primer trimestre de 2022 y la revisión del cuadro macroeconómico que el gobierno presentó ante los nuevos eventos acaecidos en estos últimos meses.
Si quieren un titular, tomen este: “Podría haber sido peor”. Digamos que la historia se repite. Si recuerdan lo sucedido hace casi un año, la llegada de la tormenta Filomena y la tercera ola redujeron significativamente el crecimiento durante los primeros meses de 2021. En esta ocasión tenemos razones donde elegir para poder explicar este relativo mal comportamiento del trimestre cuando se esperaba, como mínimo, tres veces más de lo que finalmente se ha publicado (0,3 % intertrimestral de crecimiento frente a un esperado 0,9 %). Estas razones son, por orden de relevancia, la inflación, la huelga de transporte y la sexta ola. A esto sumen el mal comportamiento de otras economías y, posiblemente, los efectos que deben notarse ya por las restricciones a la actividad derivadas de los confinamientos en China.
Sin embargo, comentaba que podría haber sido peor. Me explico. Por un lado, la EPA no ha dado señales de ir a peor, eso sí, tampoco a mejor. A pesar de que las cifras de los tres primeros meses del año muestran una destrucción de empleo, en términos desestacionalizados no se observa tal cosa. Recordemos que el primer trimestre suele ser malo salvo porque la Semana Santa caiga en marzo, algo que no ha sucedido este año. Todas las cifras de la EPA, o al menos buena parte de ellas, muestran un comportamiento muy similar al del IV trimestre de 2021, por lo que no ha sido la EPA quien haya recogido, de forma evidente, un claro deterioro de la economía.
Por lo menos, y esto nos abre un pequeño rayo de esperanza, el dato de abril es menor que el de marzo, y muy posiblemente mayor que el de mayo
En cuanto a la inflación, el dato sigue siendo espectacular y, a la vez, negativo. Que la tasa de inflación se haya mantenido por encima del 8% durante abril no nos dice nada bueno. En marzo rozamos el 10 %, lo que sin duda ha afectado al consumo y explicaría en parte su caída en términos reales durante el I trimestre de este año, según cifras del INE. Pero por lo menos, y esto nos abre un pequeño rayo de esperanza, el dato de abril es menor que el de marzo, y muy posiblemente mayor que el de mayo. Así pues, y aunque aún deberemos convivir con tasas relativamente elevadas de inflación en algunos meses, podríamos afirmar, no sin los adecuados avisos de que no somos capaces de predecir eventos no económicos que tengan fuertes consecuencias sobre la actividad, que lo peor podría haber pasado. Las reformas aprobadas el pasado jueves podría impulsar la desaceleración de la inflación, lo que no vendría mal para corregir desequilibrios de aquí a finales de año y así eliminar algún viento en contra.
Conflictos masivos en China
En cuanto a las previsiones, el gobierno hizo público el nuevo cuadro macroeconómico para 2022 y siguientes años pocos minutos después de que el INE hiciera pública su estimación de crecimiento para los primeros tres meses del año. El crecimiento esperado es del 4,3 %, muy inferior al previsto unos meses antes, pero que no contaba con un conflicto armado en Europa como así finalmente ocurrió. Además, esta previsión incorporará el repunte de la inflación, consecuencia también en buena medida del conflicto y las nuevas disrupciones en los mercados internacionales por los confinamientos masivos en China.
Este dato obligará a la economía española, para que se cumplan, a crecer una media del 0,5 % intertrimestral durante los trimestres que aún restan del año. No es un dato descabellado ni imposible. Un 0,5 % en un entorno aún de recuperación de actividades, y pienso por ejemplo en el turismo, no es demasiado exigente. Pero como sabemos, los vientos en contra parecen intensificarse y multiplicarse y estos pueden más que compensar dicho efecto positivo, llevándonos a un final de año en negativo.
En definitiva, si uno lo piensa tranquilamente, peor hubiera podido ser a la vista de lo ocurrido en otros países. Esperemos que lo que resta de año no nos lleve a tener que revisar, una vez más, nuestras previsiones y análisis sobre la actividad. Sin embargo, no las tenemos todas con nosotros y las razones por las que la situación pudiera deteriorarse no son pocas y cada vez más intensas. Veremos.
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