Opinión

Perdonen la tristeza

Todos encerrados en nuestras casas y nuestros representantes, en cambio, no tienen tiempo para llamarse, para verse, para ponerse de acuerdo en algo

En estos días repetidos, es muy triste llegar a la hora de acostarse y pensar que lo mejor ha sido el primer sorbo del café de la mañana. A partir de ese momento, las horas han ido deslizándose por un tobogán de opiniones a cada cual más estrambótica. Si pones una emisora de radio determinada, los muertos son cifras que suben y bajan como la bolsa y en el mercado de futuros, la cosa pinta bien para la vida y mucho peor para las funerarias. Pero si das un golpe de dial, los cadáveres se apilan en las calles mientras la autoridad competente lanza confetis propagandísticos e incurre una y otra vez en errores. Cada jornada hay mantequilla de sobra para untar en el pan quemado.

El día avanza entre algunos periódicos o televisiones que están editados en el mismo país pero en realidades distintas. Letras y palabras pronunciadas desde trincheras tan profundas que impiden ver la luz. Lenguaje bélico para dar épica y relato a la contención de un virus como si Pedro Sánchez fuese George Patton y el maldito SARS-CoV-2 el mismísimo Erwin Rommel. Titulares gruesos para ensalzar o utilizar una catástrofe a favor o en contra de un Gobierno. Las víctimas, ya lo imaginan, son los espectadores. Todos los espectadores. Rara vez la metralla araña las vidrieras de los despachos.

A la 8 de la tarde se llenan los balcones. Todos con nuestros héroes. Pero los imprescindibles de hoy serán los maltratados de mañana. Ya no habrá aplausos ni portadas. Lo que sí quedarán serán los recortes, los ERTE convertidos en ERE, los desahucios, la pobreza. La incapacidad para tejer acuerdos, entendimientos, para empatizar, para reformar y mejorar. Lo necesario se perderá entre gritos y ‘tuits’ pagados. Y para saber qué le pasa a la gente de verdad habrá que viajar apretados en autobús, tranvía o metro, compartiendo toses y empujones. Porque la realidad pasará a un segundo o tercer plano en ese abismo cada vez más grande entre la opinión pública y la publicada.

Información y caricatura

Pareciera que en esta España cainita lo importante no es contar la verdad con rigor sino hacerlo con saña. Cuando pase esta crisis, algunos periodistas deberían plantearse si lo que hacen es explicar la realidad bajo su prisma o simplemente tratan de imponer sus puntos de vista en vez de contar los de los demás. Porque no es lo mismo ejercer la noble e imprescindible función de contrapoder que ir directamente contra el poder. Suena parecido, pero son funciones muy distintas. Una cosa es la información, material sagrado, la otra es la caricatura, carne hasta hace no mucho de los tebeos.

Claro, que cierta clase política pone complicado hacer información seria. En este país la polémica no es si el Gobierno actúa bien o mal. Si se pasa los consensos, las consultas o la libertad de prensa por el forro de sus caprichos. No, aquí se habla de problemas de agenda. Todos encerrados en nuestras casas y nuestros representantes, en cambio, no tienen tiempo para llamarse, para verse, para ponerse de acuerdo en algo.

Vuelve la España de ‘La vaquilla’. Vuelve la España dividida en la que dos bandos se pelean por un animal flaco y languidecido

Nuestros ‘líderes’ se enzarzan en la cortesía parlamentaria. Entre un gobierno que no llamó a los empresarios para frenar la producción y con ello la economía y un partido de la oposición que tiene grandes maestros de la educación y el protocolo en sus filas. Sirva como ejemplo Díaz Ayuso que, quizás por ser controladora aérea o quizás por querer sacarse una foto, plantó al presidente en la conferencia entre las 17 comunidades autónomas para recibir un avión de material sanitario. La que se hubiera liado si llegan a ser Urkullu o Torra.

Vuelve la España de ‘La vaquilla’. Vuelve la España dividida en la que dos bandos se pelean por un animal flaco y languidecido, qué es lo que le va a pasar a la ciudadanía de este país cuando acabe la crisis sanitaria del coronavirus. Porque la económica ha venido para quedarse mucho tiempo. No nos merecemos esta clase política, no nos merecemos unos líderes como los que tenemos en estos momentos.

Un día menos

El día sigue y se acerca a su fin. Un final igual que el de ayer. Y estamos aburridos. Y ansiosos. Y parece que por decir que lo estamos, fallamos al sistema. Hay que estar ‘flower power’ como esa gente que aparece en un telediario en el que no se ve ni uno solo de los casi 20.000 ataúdes. Y aparecen profesionales que nos dicen que todo irá bien y que saldremos de ésta y que queda un día menos. ‘Resistiré’ suena por todos los lados, en todos los diales y balcones.

Pero por cada día menos que queda, llevamos uno más encerrados. Uno más sin ser capaces de ver el futuro más allá de la parrilla de la TV, de las pajas mentales que nos hagamos con el porvenir laboral y con los deseos que ya no sabemos si son reales o imposibles. Y de eso es de lo que casi nadie nos habla, explica ni rinde cuentas. Creen que no somos lo suficientemente maduros o que no estamos capacitados para entender lo que pasa. Así que es mejor volver al café de la mañana. Por mucha cafeína que lleve no nos va a quitar el sueño más que la cruda realidad y la nula capacidad de nuestros representantes para solucionarla.

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