En esta España de la eterna pelea entre Villarriba y Villabajo, en la que el odio cainita ha aplastado a la razón tantas y tantas veces, no resulta extraño que quien actúa en favor del bien común se lleve más golpes que quien se empeña en reventar la convivencia. La podredumbre está tan extendida y el horizonte está tan nublado que este jueves, cuando El Periódico de Catalunya dejó en evidencia a la Generalitat al publicar el mensaje de la CIA que revelaba que los Mossos d’Esquadra conocían riesgo de atentado en Barcelona desde el pasado mayo, no fueron pocos los que la emprendieron contra el director del diario y firmante de la noticia, Enric Hernández.
No es este articulista defensor del absurdo corporativismo que rodea a esta profesión, que provoca que una parte de quienes la ejercen caigan en un delirio onírico que les hace pensar que son importantes y necesarios. Ahora bien, eso no es óbice para denunciar un fenómeno que se ha vuelto últimamente demasiado habitual: emprenderla contra quien airea una exclusiva. Por desconfianza, por inquina o por motivos políticos o empresariales. Por esta razón, hubo un momento este jueves en el que dio la impresión de que se estaba llevando más palos el mensajero que quienes habían tratado de instrumentalizar el atentado para ganar posiciones en su batalla política.
Resulta curioso, en este sentido, que algunos de los periodistas que con más asiduidad acuden a la cloaca para arramblar con toda la información posible, limpia o intoxicada, hagan gala de un paladar tan fino a la hora de evaluar el trabajo de otros. O que algunos de los políticos con más tachones en rojo en su currículum –como en este caso Juan Carlos Monedero- se erijan como una especie de inquisidores.
Todo el mundo tiene el derecho (y el deber) de dudar de lo que figura en negro sobre blanco. Pero, francamente, hacerlo después de escuchar el jueves a Joaquim Forn admitir que los Mossos recibieron el 25 de mayo un aviso –“poco fiable”- sobre la posibilidad de que se produjera un atentado suena raro, cuanto menos. De hecho, quizá obedezca a razones políticas, empresariales o vaya usted a saber de qué tipo.
Territorio Comanche
En cualquier caso, lo que hizo El Periódico de Catalunya con la publicación de dicha exclusiva tiene implicaciones más allá del periodismo. Básicamente, porque osó plantar cara a la Generalitat y disparar al sheriff de una comunidad autónoma donde los medios han tenido tradicionalmente una fuerte dependencia del poder político. Pegó un bofetón al padre, a quien se le llenaba la boca con la libertad de expresión, pero mientras tanto colocaba a sus peones en el Consejo Audiovisual de Cataluña para no perder el control sobre las televisiones y las radios. Y quien, con la excusa de potenciar el catalán, entregó decenas de millones de euros a los periódicos para conseguir su amistad. En algunos casos, a prueba de balas.
Eso explica que desde que el Parlament aprobó la declaración de desconexión, el 9 de noviembre de 2015, y hasta el pasado marzo, los informativos de la televisión pública catalana dedicaran el doble de tiempo a hablar del proceso soberanista (27 horas, 8 minutos y 28 segundos) que de todos los casos de corrupción que desde entonces han estado de actualidad. Y eso explica que La Vanguardia, el periódico más influyente de Cataluña, emprendiera un viaje hacia el independentismo durante los últimos años de José Antich como director, abandonando a su suerte a su lector nacionalista.
'El Periódico' osó plantar cara a la Generalitat y disparar al sheriff de una comunidad autónoma donde los medios han tenido tradicionalmente una fuerte dependencia del poder político.
El Grupo Godó, propietario de esta cabecera, ha sido el principal beneficiario de las subvenciones de la Generalitat durante los últimos años. El pasado lunes, sus responsables enviaron un burofax al columnista Gregorio Morán para comunicarle su despido. Sucedió pocas semanas después de que criticara en un artículo -censurado- la docilidad de los medios de comunicación de esta comunidad autónoma, bien regados con dinero público.
Este viernes, el director de contenidos de Lavanguardia.com, Jordi Juan, publicaba un polémico artículo en el que lanzaba un dardo envenenado a El Periódico (“Crear campañas artificiales, manipular burdamente supuestos documentos oficiales”) y lamentaba la falta de ética de quienes se dejan intoxicar por las fuentes políticas interesadas. Eso sí, obviaba que Godó no ha estado precisamente alejado del Govern ni ha renunciado a las famosas ayudas públicas por la edición en catalán.
Del artículo, también llama la atención la referencia a esos “nobles periodistas que no dudan abiertamente en decir que son independentistas o defensores de la unidad de España antes que periodistas”. Resulta chocante, precisamente, porque columnistas habituales de ese periódico, como Pilar Rahola, hace mucho tiempo que entraron en ese juego.
Sin ir más lejos, en el artículo que ha publicado este 1 de septiembre se ponía una venda en los ojos y, lejos de reconocer que los Mossos sabían de la existencia de un mensaje que advertía de la posibilidad de que se produjera un atentado en La Rambla –aunque no le dieran el crédito suficiente-, hablaba de una operación de desprestigio contra Cataluña que será contestada el 1-0 por la imparable “marabunta catalana”.
Salvar al soldado Puigdemont
Sería injusto obviar que el rotativo dirigido por Màrius Carol ha sido últimamente crítico con el devenir del proceso soberanista. Un mero vistazo a los editoriales que figuran en la hemeroteca sirve para comprobar que ha denunciado el sectarismo que impulsó recientemente a Carles Puigdemont a apear de su Gobierno a quienes dudaron del éxito de su viaje hacia la independencia. El diario también ha reprobado la falta de voluntad de diálogo tanto del Ejecutivo central como de la Generalitat; y los más febriles argumentos antisistema de la CUP. Y el pasado domingo, horas después de la manifestación de Barcelona, expresó su rechazo a la actitud de quienes pitaron al Rey.
Pero este viernes, con inesperada fiereza, el rotativo ha puesto en duda la veracidad del documento publicado por El Periódico y ha criticado a quienes tratan de incluir la ‘seguridad’ en la brega política. También ha valorado la labor de los Mossos d’Esquadra. Es decir, ha echado un capote al Govern y ha sembrado dudas sobre la labor de Enric Hernández, que da la impresión de haberse quedado solo en Cataluña. O casi.
A la campaña de una buena parte de los medios de comunicación de esta comunidad autónoma, que ha porfiado de lo publicado por El Periódico, se suma la de uno de los baluartes ideológicos del independentismo, la Asamblea Nacional Catalana (ANC), que publicaba hace unas horas un mensaje en Twitter que decía lo siguiente: “¿Flores en los coches o mierda en los periódicos? Nosotros lo tenemos claro. Yo, con Trapero (mayor de los Mossos. ¿Y tú?”.
Flors als cotxes o merda als diaris? Nosaltres ho tenim clar: #joambTrapero.
I tu? pic.twitter.com/419LA0PuBH— Assemblea Nacional Catalana (@assemblea) August 31, 2017
Pura demagogia. Una nueva muestra de que la batalla contra El Periódico de Catalunya y contra quien ponga en duda la versión oficial de los Mossos y la Generalitat ha comenzado. De momento, ya han sido varias personas del mundo de la política y del periodismo que le han acusado de nutrirse de la cloaca del Estado. Lo han hecho pese a que el propio Puigdemont reconoció hace dos meses a Enric Hernández que conocía la advertencia de los servicios de inteligencia. Da igual, todo vale. Lo importante es que el prusés siga en marcha.
Medios al servicio de 'la única verdad'
Está claro que ningún medio está libre de polvo y paja. También es innegable que prácticamente la totalidad de los empresarios del sector ingresan dinero público con una mayor o menor frecuencia. En algunos casos, de forma reprobable, como revelaba la investigación del caso Lezo, en la que se observaba cómo la prensa de la cuerda de Ignacio González recibía trato de cliente VIP. Cama balinesa, botella de champán, fresas con nata y una generosa ayuda económica.
El problema es que en Cataluña da la impresión de que el Govern, con estas subvenciones, ha pretendido que la prensa de esta comunidad autónoma difunda sólo su verdad y nada más que esa verdad, que incluye la suficiente dosis de odio como para agrandar la inquietante fractura existente entre España y una parte de la sociedad catalana.
Eso ha situado en la misma trinchera mediática a los fervientes defensores del proceso soberanista, a los que estaban medio convencidos y a los que ni fu ni fa, pero necesitaban mantener abierto el chiringuito en medio de la tormenta perfecta que se desató cuando llegaron, al mismo tiempo, la crisis de la prensa escrita y la recesión económica.
Publicó el diario El Mundo hace un tiempo que, entre 2008 y 2014, la Generalitat inyectó 181 millones de euros en los medios de comunicación. En esas circunstancias, ¿quién va renegar del independentismo?
¿Y quién va a disparar al sheriff?
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