Pedro Sánchez y los planetas políticos que orbitan a su alrededor – o al revés, que todo puede ser – comparten un rasgo fundamental: el desprecio por las leyes. No es extraño en aquellos que desean destrozar el orden constitucional para cambiarlo por una extraña república federal, de género, casoplón en Galapagar, sueldazos de escándalo y gobernada por todos, todas y todes. De ahí que VOX sea su enemigo máximo, porque el partido de Abascal se caracteriza por emplear la ley precisamente para ir derribando el constructo Frankenstein. Tienen los de VOX el criterio de acudir a la justicia cuando observan que este gobierno se aleja de la legalidad. Y les suelen dar la razón.
A Sánchez le han tumbado no menos de cuarenta y ocho decretos en lo que va de legislatura, han declarado ilegales los dos estados de alarma y le han dicho que cerrar el parlamento no era de recibo. Prácticamente todo lo que se ha hecho desde Moncloa y que se nos vendió como la única alternativa. Era imprescindible. Pero todo era humo, como el famoso comité de sabios. Como maniatar a los representantes legítimos de la nación. Como convertirnos en muñecos de ventrílocuo en los balcones, aplaudiendo. Como criticar al Zendal, como no visitar ni un solo hospital o residencia de ancianos durante el confinamiento. Como ordenar el cierre indiscriminado de miles de comercios, condenándolos a la ruina. Como aumentar impuestos cuando toda Europa los bajaba. Como endilgarnos discursos a la Castro en la televisión pública.
Pero todo era humo, como el famoso comité de sabios. Como maniatar a los representantes legítimos de la nación. Como convertirnos en muñecos de ventrílocuo en los balcones.
Pero los servicios jurídicos de VOX fueron presentando papeles y más papeles ante una justicia que, aunque lenta, una vez puesta en marcha, no conoce descanso. Porque, a pesar de vivir en un país que tiene memoria de pez, uno recuerda las aquiescencias ciudadanas e incluso populares con algunas de las tropelías cometidas en época de confinamiento, salvo las del partido verde. A los social comunistas, igual que a separatas o bilduetarras, les cabrea enormemente que no se les permita crear una ley habilitante como la que permitió a Hitler alcanzar el poder total. O aquella constitución ful que encumbró a Chávez. O a las leyes que desde la República permitían, so pretexto de protegerla, cerrar diarios y encarcelar a sus propietarios.
Los defensores del exprópiese chavista vierten a diario toneladas de basura sobre esta formación porque saben que a la democracia solo la salva la ley y los políticos que la defienden. Por eso quieren un Consejo General del Poder Judicial en el que solo manden los suyos, por eso se han apropiado de la Fiscalía y de la Abogacía del Estado, por eso retuercen medidas de gracia excepcionales como las del indulto, por eso esgrimen palas de sepulturero ante jueces y tribunales. No se les escapa que solo enterrando el principio de ley y justicia para todos podrán conseguir su meta ansiada, a saber, una sociedad totalitaria en la que las leyes se hagan y deshagan a criterio del comité central. Porque no se trata tan solo de vivir en un estado de derecho. La Rusia de Stalin tenía leyes, y la dictadura de los Jemeres rojos, o el Tercer Reich antes citado. Aquí lo que se ventila es que el marco legal sea democrático, imparcial, igual para todos los ciudadanos y no se incline ante el ministro o el diputado de turno.
Yo creo que a ojos de la banda de Sánchez el célebre abogado Perry Mason debe parecerles un facha de toda fachidad. Uno de VOX, un cayetano, un señoritingo al que hacerle escraches cuando en el juicio se dirija al testigo y le diga si no es más cierto que el saco del occiso se encontraba en la cajuela de su carro. Porque aquellos telefilmes inolvidables de nuestra infancia, con un Raymond Burr insuperable y aquel doblaje iguanero entrañable, nos enseñaron a toda una generación de españolitos que las leyes están para ser cumplidas, aunque los pillos se esfuercen en burlarlas para esconder sus fechorías. Este es el dique que ha de contener al actual gobierno y a todos los que le habrán de suceder. Sin ley no existe igualdad y sin esta no puede haber democracia. Lo saben en Moncloa. Vaya si lo saben.
Por eso consideran a Perry Mason de VOX.
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