Opinión

Pharmamar: del fondo marino al cielo del Ibex

Me encantaría que una empresa española, de entre todas las del mundo que están trabajando en ello, encontrara “la cura”, pero entiendo que suena demasiado conveniente, demasiado ideal... aunque, ¿y si fuera verdad?

 

Aunque fundada en 1986 como empresa de fármacos antitumorales de origen marino en realidad el origen de Pharmamar es anterior, de cuando se funda su matriz Zeltia, un laboratorio de investigación médica, en 1939. En los duros años de la postguerra esta compañía con sede en Vigo hizo dinero con derivados del hoy denostado DDT pero sus áreas de investigación y desarrollo fueron variadas y poco a poco fue creciendo y creando filiales. El gran salto de Zeltia como empresa nacional con proyección internacional se produce con la salida a Bolsa en octubre de 1998. En menos de dos años entra en el Ibex 35 (y dura en él hasta finales de 2004).

Entonces su producto estrella era un antitumoral llamado Yondelis, surgido del trabajo realizado en la filial Pharmamar. Su origen está en un alga que vive en las zonas tropicales y subtropicales del Atlántico llamada Ecteinascidia turbinata; de ella se extrae la trabectedina y esta sustancia es la base para elaborarlo. La batalla por conseguir que se aprobara su comercialización internacional fue muy larga pero finalmente ya desde hace años se vende en decenas de países, convirtiendo a la filial en más importante que la matriz. Quizás por ello a finales de 2015 hacen una operación poco habitual por la que Pharmamar absorbe a Zeltia. 

En torno a la historia de Zeltia hay varios nombres famosos. Por ejemplo, en 1945 participa en la creación de Antibióticos S.A. junto con los laboratorios Abelló (los fabricantes del popular Frenadol). Los fundadores de Zeltia mantienen una participación accionarial en esta empresa hasta que el director general de Laboratorios Abelló desde 1977, el entonces casi desconocido Mario Conde, se empeña en tomar el control absoluto. Para ello adquiere personalmente el 23% del capital social gracias a un crédito de Bankinter (presidido por Jaime Botín) que suma al 49% de su socio Juan Abelló y a otro 23% de los hermanos Botín (también se implicó el hoy fallecido Emilio, presidente del Banco Santander). Pocos meses después venden la empresa con un gran beneficio a la multinacional italiana Montedison. Curiosamente, con los beneficios obtenidos –lo que popularmente se denomina un “pelotazo”-, Mario Conde empieza a comprar acciones de Banesto, banco que acabaría dirigiendo -y hundiendo- y que acabó siendo propiedad del Santander de… Emilio Botín.

Un cierto aire familiar

Un nombre famoso más actual es el de Rosalía Mera, primera mujer de Amancio Ortega, el dueño y fundador de Inditex, que decidió entrar en el capital de Zeltia a mediados de 2002 y a su muerte dejó un 5% de la empresa a su hija y heredera Sandra Ortega lo que convierte a ésta, a día de hoy, en la tercera mayor accionista. El primero es José María Fernández Sousa y el segundo su esposa, lo que confiere un cierto aire familiar a esta gran empresa. Fernández Sousa es, además del principal accionista, el presidente del antiguo Grupo Zeltia desde 1985 lo que le convierte en unos de los máximos ejecutivos del Ibex con más tiempo en su puesto. Doctor en Bioquímica por la Universidad Complutense de Madrid, también fue profesor titular y catedrático en la Universidad de Santiago de Compostela. Un científico y docente -antes de incorporarse a Zeltia, trabajó en instituciones como la Universidad de Basilea (Suiza) o la Universidad Washington de San Luis (Estados Unidos)- que lo aleja del típico cliché del directivo español. 

No es un producto nuevo, de hecho fue vetada su comercialización para uso humano en la UE en 2017 si bien su posible uso contra el coronavirus le abrió las puertas del mercado australiano

En contraste con su hermano, expresidente de Pescanova que no hace mucho fue condenado a 8 años de prisión, el empeño de José María Fernández Sousa (que justo esta semana ha sido recibido en el Congreso por Inés Arrimadas) siempre ha sido explorar el mar no en busca de pescado, sino de medicamentos. Esto se ha notado en el penúltimo producto estrella de Pharmamar, el Aplidin, cuyo origen no es vegetal como el Yondelis.

Procede de la ascidia ("Aplidium albicans" es su nombre científico), un animal invertebrado que se fija a las rocas en mares tropicales. Teniendo en cuenta que existen más de 2.000 tipos de ascidia en los fondos marinos es evidente el enorme trabajo realizado para poder encontrar este antiviral. No es un producto nuevo, de hecho fue vetada su comercialización para uso humano en la UE en 2017 si bien su posible uso contra el coronavirus le abrió las puertas del mercado australiano en marzo lo que cambió totalmente la visión sobre este producto y ha ayudado al enorme tirón bursátil de Pharmamar en 2020 y a su entrada en el Ibex 35 -en septiembre- donde fue el año pasado uno de los valores con mayor revalorización (+70%), tendencia que ha continuado en 2021 habiendo sido en enero el valor más rentable de nuestro índice con un alza del 35%.

A pesar de todo esto, desde un punto de vista bursátil, los que recordamos la evolución histórica de Zeltia sabemos la cantidad de accionistas decepcionados que ha generado esta compañía. De hecho, a pesar del extraordinario comportamiento de Pharmamar de estos meses, no ha conseguido romper sus antiguos máximos históricos. Sólo en el primer semestre del año 2000 subió un 250% (de ahí que ese julio lanzara una OPV para el gran público que le abrió las puertas del Ibex).

Pero el estallido de la burbuja “.com” y la tardanza en conseguir las aprobaciones para el uso generalizado del Yondelis hicieron peligrar la estabilidad financiera de la empresa en muchas ocasiones y su estrella fue decayendo siendo expulsada del Ibex a finales de 2004 y teniendo que ampliar capital en 2006. Como la mayoría de acciones globales marca máximos de aquellos años en el otoño de 2007 y sufre una caída muy brusca desde ahí marcando mínimos en mayo de 2012 un 90% por debajo. Como vemos en el siguiente gráfico, aunque rebotó desde ahí durante un tiempo fue de nuevo una pesadilla para sus accionistas. En otoño de 2018 cotizaba a una cuarta parte de los máximos del año anterior. Nadie podía imaginar entonces una vuelta al Ibex ni mucho menos la explosión alcista actual.

Gráfico

El caso de Pharmamar es similar al de Zeltia en un aspecto: si en su día era el Yondelis lo que movía su cotización, ahora son los tratamientos anti-covid19 que dicen desarrollar -entre los que destaca el Aplidin- los protagonistas de los bruscos vaivenes que han vivido los accionistas. Y es que para muchos inversores bursátiles es un problema que no consiga apaciguar la volatilidad en sus cotizaciones, incluso con una tendencia alcista tan clara como la que disfruta desde hace meses.

No es raro en las empresas de su sector: siempre está la espada de Damocles de una prueba fallida, un rechazo a la comercialización de un medicamento, un efecto secundario inesperado… Pero también, en lo positivo, anuncios como el de hace unos días, en el que la prestigiosa revista Science publicó que el Aplidin reduce casi al 100% la carga viral de la covid-19. Lo deduce de un ensayo clínico realizado en 45 pacientes de 13 hospitales españoles, por lo que es una muestra algo limitada, lo que ha provocado que varias voces expertas llamen a la cautela. Confieso que me encantaría que una empresa española, de entre todas las del mundo que están trabajando en ello, encontrara “la cura” pero entiendo que suena demasiado conveniente, demasiado ideal.. aunque, ¿Y si fuera verdad?

Y es que más allá de la enorme volatilidad del precio de sus acciones (su preció tocó los 148 euros en octubre, 69 en diciembre, 116 en enero…) y de la posible efectividad o no del Aplidin, lo cierto es que empresas como Pharmamar son lo que necesita la economía española: de investigación y desarrollo (tiene varios productos “estrella”, algunos ya aprobados como la lurbinectedina contra el cáncer de pulmón), innovadoras en su campo y con prestigio internacional. Algunas más hay, y muchas no son conocidas por no cotizar en Bolsa, pero… ojalá hubiera más.

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