Con los presupuestos aprobados la semana que viene tendrán en la Moncloa tiempo y calma para decidir el momento adecuado de la convocatoria de las próximas elecciones generales. Como ha explicado el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, el acuerdo es para “dos años”. Sánchez completará el puzle sin agobio hasta el encaje de todas las piezas. Con la covid traspasada a las Comunidades Autónomas, sin ningún tipo de complejo al respecto, no hay prisa, aunque tampoco pausa. Sánchez soltó la gestión tras la primera ola y se puso a cubierto.
El presidente se apunta los tantos de la vacunación cuando en realidad su papel se limita a la distribución entre la compra por parte de la UE y la inoculación a cargo de los 17 sistemas de Salud de nuestro Estado fragmentado. ¿Por qué en cinco autonomías se va a vacunar en los colegios y en 12 no? Un misterio sin resolver, uno más, fuera del alcance del sentido común. ¿Alguna razón médica, estudio epidemiológico o evaluación pediátrica para la diferencia? Sánchez se invento la co-gobernanza para amparar la ansiada desigualdad nacionalista y quitarse otro problema de encima. Cuando se aprueben las cuentas del 22 Sánchez respirará hondo, oteará el paisaje y evaluará la posición de sus adversarios, incluidos los sentados a la mesa del Consejo de ministros. La habilidad para resolver su supervivencia pasará otra prueba. Ni siquiera los aspavientos de Rufián le inmutan. Lo de Netflix y demás plataformas multinacionales con la cuota del catalán lo pagarán los españoles con sus impuestos. “El Estado está aquí”, dijo el presidente en la orilla del Ebro, salvo cuando se marcha a sabiendas. La sentencia del 25% de castellano en todo el sistema educativo de Cataluña no se cumplirá como obliga la Justicia. El presidente niega la segregación, el señalamiento de quienes se atreven a defender su derecho a la enseñanza en castellano, no solo del castellano. Ni siquiera le hace falta recurrir a la complicidad de la izquierda con la supresión del español, en varias partes de territorio nacional, para mirar hacia otro lado. Necesita los 18 votos de la alianza ERC/Bildu sin más pretextos. Sánchez invierte en su futuro con la cuenta de los escaños, hasta 176, como la primera vez en la censura.
La recuperación económica, a pesar de la tozudez de la vicepresidenta económica, no llegará en esta legislatura, pero sí el maná de los fondos europeos
Esta semana ha reaparecido en el Congreso. Recitó el número de intervenciones parlamentarias para demostrarse así mismo que no tiene alergia al Parlamento: “El año que viene celebraremos el Debate sobre el Estado de la Nación”. Como si fuera una concesión. Remató el anuncio con la frase solemne de guardia: “Es bueno para España recuperar la normalidad democrática”. Luego en algún momento se perdió. No concreta la fecha de dicho debate parlamentario. Por algo será. Táctica pura y dura. Se jacta de “recuperar la normalidad democrática” al aprobar unos presupuestos en el plazo previsto después de haber prorrogado los de Montoro para el 19 y el 20 sin pestañear. Seguirá el juego y ve en el 22 una nueva oportunidad. Tras caer noqueado el 4M de Ayuso, precipitó una remodelación ministerial a modo de protección, prescindió de todos los que le acompañaron en su regreso al poder tras ser defenestrado en 2016 y se reafirmó en el plan de aguantar hasta que escampara principios del 24.
¿Qué ha pasado para que al presidente del Gobierno pueda tentarle convocar el año que viene? La recuperación económica, a pesar de la tozudez de la vicepresidenta económica, no llegará en esta legislatura, pero sí el maná de los fondos europeos. Al igual que con las vacunas, Sánchez no duda en apuntarse ya el tanto. El presidente del Gobierno y su equipo se han quedado perplejos y preocupados, con la audiencia del Papa a la vicepresidenta Yolanda Díaz en su campaña de creación de marca personal. No es de extrañar que Sánchez se mantenga alejado de la negociación de la reforma laboral. Si sale mal o regular, va por ese camino, se anotará en el debe de Díaz. Sánchez no le puede dar mucho más tiempo para crear su frente amplio competidor del voto de la izquierda urbana.
Y para colmo, en el puzle, una pieza de regalo. El PP ha dilapidado la ventaja en las encuestas, o lo que es lo mismo ha roto el marco mental de la existencia de una alternativa tras el 4M de Madrid. Por si faltaba algo, la dirección nacional del PP le afea a Ayuso su gestión de la pandemia como hacía a diario el ministro Illa antes imponer a un estado de alarma solo para Madrid. Se empieza a ver en las encuestas que el estancamiento de septiembre ya no es otra cosa en diciembre. Si el PP profundiza en esa tendencia a la baja, Sánchez encajará la última pieza del puzle antes de tomar la decisión. El presidente ha gobernado igual con 84 escaños que 123. Le da lo mismo si después encaja todo el rompecabezas hasta 176. Ni siquiera le hace falta ser primero.
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