Opinión

Pinceladas liberales

El término neoliberal y sus postulados resultan imprecisos. La economía de libre mercado no ha existido nunca strictu sensu

No se le puede negar a Carlos Rodríguez Braun dos características. La primera es ser ariete del sistema económico aunque bajo la etiqueta del liberalismo y, la segunda, ser un excelente actor de lo que puedo dar fe por presenciar sus magníficas actuaciones como primer actor en las piezas de teatro que Antonio Garrigues organizaba todos los veranos en Sotogrande.

Pues bien, ahí van unas consideraciones referentes al primer aspecto:

No es fácil encontrar una visión crítica, o realista, de las doctrinas neoliberales que dan por supuesto que defienden la libertad. Pero no todo el monte es orégano.

El término neoliberal y sus postulados resultan imprecisos. La economía de libre mercado no ha existido nunca strictu sensu y hoy, sin embargo, existe una economía socialista de mercado. Impreciso, también, porque su liberalismo se ciñe a la economía. Veamos. Un muy somero apunte de los representantes de la escuela austriaca o, por mejor decir, de la escuela de Ginebra o de la sociedad Mont Pelerín (sin olvidar importantes contribuciones como la Walter Lippman) pone en evidencia que el liberalismo, entendido como predominio de todas las libertades del sujeto individual, no solamente no es acogido en dicha doctrina sino fervientemente rechazado. Sin ir más lejos, Hayek y compañeros “liberales”, en un primer momento, concentraron su defensa en la oposición radical a la intervención del Estado en la economía pero esta posición ha ido matizándose a lo largo del periodo entre guerras y la segunda guerra mundial para desembocar en la situación de hoy en la que la globalización unida a la intervención del estado se han convertido en una realidad innegable y dificil de rechazar y combatir intelectualmente por los actuales discípulos.

Es cierto que en la escuela neoliberal no hay uniformidad pues entre el monetarismo de Friedman y las posiciones Hayek o Von Mises hay discrepancia. Pero, todos coinciden en los foros y supuestos básicos.

La exposición primera y meridiana podría ser la de la escuela de Ginebra al criticar sin ambages la soberanía nacional y la democracia como principales enemigos de su liberalismo

Quizás por influencia de la escuela de Ginebra, la idea del noli me tangere (la economía es intocable) con pinitos de escepticismo tomados del empirismo de Hume se refuerzan en Hayek quien, no obstante, sufre una evolución para defender “el ordo económicus”2 internacional desde el año 1940 asumiendo las tesis del profesor Carl Smith, uno de los principales juristas del nazismo, el cual desglosa la realidad social entre el mundo del imperium que es el del poder del Estado y el mundo del dominium que sería el de la economía.

Calificar de liberal, a secas, a quien rechaza principios básicos de la democracia, e incluso esta misma, como, en una y otra forma, realizan los foros citados no parece sostenible. La exposición primera y meridiana podría ser la de la escuela de Ginebra al criticar sin ambages la soberanía nacional y la democracia como principales enemigos de su liberalismo. La “contradictio in terminis” parece evidente.

Wilheim Ropke dice al respecto : “El exceso de soberanía se debería abolir, no transferir a una unidad política geográfica superior” y el propio Hayek en Derecho, legislación y libertad teoriza sobre los efectos perjudiciales de la democracia en los procesos de mercado.

Para los neoliberales la “amenaza democrática” ha adoptado muchas formas, fundamentalmente, a partir de los años 30 del siglo pasado

Mirando hacia atrás, tampoco demasiado, vemos que desde Hayek hasta Freedman pasando por Wilheim Röpke, cuyas perlas luego reproduciremos, se oculta que, por ejemplo, fueron fervientes defensores del régimen del “apartheid” sudafricano. Tanto Röpke como Hayek acudieron en auxilio del régimen racista defendiéndolo u oponiéndose a las sanciones con total claridad . Röpke incluso, mantiene la necesidad de la segregación y la imposibilidad e inconveniencia de “un hombre un voto”. Es más, lo reiteraría en otro foro ad hoc: USA al defender la supremacía de la raza blanca. En realidad, no tiene nada de extraño puesto que la oposición de las escuelas neoliberales a la descolonización fue manifiesta. Para los neoliberales la “amenaza democrática” ha adoptado muchas formas, fundamentalmente, a partir de los años 30 del siglo pasado: desde la propia clase trabajadora blanca, al proletariado, al que se llega a considerar como un horrendo mal, hasta el mundo no europeo en proceso de descolonización.

Respecto al principio sacrosanto del sistema de señalización de precios como medio óptimo de garantizar la competencia, Hayek ya encabezó la lucha en los años 40 del siglo pasado, ya se situó en contra de la tesis que el conocimiento de los precios era lo único que se necesitaba para manejar la economía.

La estadofobia (Michel Foucault) de los neoliberales tiene sus lógicas excepciones, por ejemplo, son admisibles los impuestos ...siempre que sirvan para financiar los intereses comerciales pero la sociedad y los ciudadanos ...que procuren hacer el menor ruido posible. Lo cierto es que, aunque no podemos entrar en este aspecto, además de la doctrina del profesor Carl Smith, la concepción del estado de derecho surgida de la república de Weimar vino en auxilio de los “liberales” pero hasta esa concepción puramente formal parecía excesivo.

Y comencemos a ver perlas categóricas y concretas.

Röpke expresó al rechazar la política de no intervención en la Sudáfrica del apartheid no oponerse a la descolonización que habría traído como consecuencia “efectos sociales adversos que se expresaban mejor en la enfermedad llamada proletariado (¡!)”.

Según Von Mises en Nación, Estado y Economía, la sociedad capitalista era o debía ser una democracia del consumidor en la que cada centavo representa una papeleta electoral. ¡Como les molestaba y les molesta la democracia!

Arrebatarles el Estado a las masas

Röpke afirmó, en 1942, sin empacho, después de su visita a Estados Unidos, el monstruoso mal uso del poder hecho por los grandes grupos de interés que son, en primer lugar, los agricultores y los sindicatos. “Hay que arrebatarles el estado a las masas”.

Y ahí va nueva perla de Röpke en el coloquio Walter Wilman: “Coincido en que las viejas fórmulas de democracia parlamentaria han demostrado ser inútiles. La gente debe acostumbrarse al hecho de que existe también una democracia presidencial autoritaria e incluso dictatorial”.

El hecho de que en Camino de Servidumbre (Hayek 1934) defienda tímidamente una red básica de seguridad social e incluso una cierta intervención fiscal anticíclica no pasa de ser una anécdota frente a los presupuestos generales de la expansión desenfrenada de la democracia. Los derechos humanos se subordinan a los derechos humanos del capital e incluso, en la sociedad Mont Pèlerin, se escucha una visión de los derechos de los inversores en la economía como alternativa a de los derechos humanos.

Vayamos con otra afirmación relevante que se califica por sí misma, esta vez de Schock Joyce “no se puede resucitar a 6.000.000 de judíos poniendo en su lugar a los caníbales y sirviéndoles como festín, aproximadamente, la misma cantidad de blancos.

Perseguir el espejismo de la justicia social suponía anular la capacidad creativa de la competencia al encriptar las señales de precios del mercado

En 1934 en Derecho, Legislación y libertad, Hayek insistió en la imposibilidad de conocer la economía y se acercó a la teoría de sistemas mientras, paralelamente, no hacía mucho tiempo que había manifestado explícitamente que perseguir el espejismo de la justicia social suponía anular la capacidad creativa de la competencia al encriptar las señales de precios del mercado y, en definitiva, erigirse en “destructor de una civilización...desarrollada gracias a los esfuerzos libres de millones de personas”.

Es preciso, aunque solo sea un apunte, señalar el profundo desconocimiento de la amplia obra de Marx quizás porque se considera irrelevante su estudio en la senda de la defensa de sus postulados pero sorprende que, por ejemplo, Hayek en su libro dedicado al socialismo (La fatal arrogancia, 1918) solo cite un par de veces al de Treveris y, además, poniéndole en relación con Saint-Simon o parcos juicios que, por supuesto, desfiguran lo dicho por el autor. En la bibliografía de la obra citada, pone de manifiesto que no ha leído un solo libro del autor del Capital pero esta cuestión ocuparía bastante espacio. Termino con las dos últimas perlas de principios.

Hayek afirmó que prefería un dictador liberal antes que un gobierno democrático sin liberalismo y que es posible que un dictador gobierne de manera liberal. Y, el segundo de abordo, Von Mises escribió ya en el año 1927, sin que se retractase en ningún momento, “el fascismo italiano y los movimientos similares que aspiren a instaurar las dictaduras están cargados de las mejores intenciones y su intervención ha salvado, por el momento, a la civilización europea. El valor que de este modo ha demostrado tener el fascismo pervivirá para siempre en la historia”

La rotundidad de esta última cita excusa comentarios pero, a lo largo de estas líneas, forzosamente escuetas, creo haber evidenciado la atribución ideológica injusta de más de un economista “liberal”.

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