Confieso que cuando leí la noticia de que el Sindicato de Artistas Musicales de EE.UU. (AGMA son sus siglas en inglés) confirmó las acusaciones contra Plácido Domingo tras abrir una “investigación independiente” me picó la curiosidad. La prensa, en general, dio carpetazo al asunto tras el comunicado del músico español pidiendo perdón a las denunciantes por “el dolor causado” y asumiendo “toda la responsabilidad de las acciones”. Algunos hasta se atrevieron a exigir un acto de contrición a quienes en su día pedimos prudencia y demandamos que se respetase la presunción de inocencia del artista en tanto no existiese una sentencia firme de condena.
Aunque ante este panorama lo fácil era asumir que las disculpas de Plácido equivalen a una confesión, a mí había algo de todo esto que me escamaba. Básicamente porque ningún sindicato, por muy americano y artístico que sea, es un tribunal. Porque es imposible conocer los entresijos de la investigación, qué pruebas han manejado o cómo las han obtenido. Pero lo más importante es que no existe ninguna garantía de independencia, por más que intenten adjetivar con esta cualidad su investigación.
Así que decidí bucear un poco y no tardé mucho en encontrar evidencias que me llevan a concluir que, el caso de Plácido Domingo plantea dudas razonables. El in dubio pro reo en torno al que gira el proceso penal y que tanto molesta a los entusiastas de los linchamientos públicos.
Resulta que el Sindicato AGMA es una filial del El Sindicato de Actores de Cine y la Federación Americana de Artistas de Radio y Televisión estadounidenses (SAG-AFTRA). En cuanto descubrí esta vinculación, se me encendió una bombillita. Mi memoria fotográfica, que para según qué cosas puede ser una maldición, almacenaba algún recuerdo que vinculaba a este sindicato con la Iglesia de la cienciología. Google hizo las veces de fact checker para ayudarme a confirmar que esa vinculación realmente existe: en 2017, jóvenes actores denunciaron que la secta invertía millones en SAG AFTRA en forma de publicidad y que muchos eran captados por la cienciología a través de los anuncios. Efectivamente, en la revista del sindicato de artistas norteamericano, aparecían anuncios de la secta animando a quienes querían triunfar en el mundo del espectáculo a adquirir sus guías espirituales en la web “scientologyforartists.com”, que dirige a la página web del centro de celebridades de la cienciología. En la publicación del magazine de SAG AFTA del verano de 2014 figuraba, junto a la carta de su vicepresidenta Gabrielle Carteris, el anuncio de marras.
Enfrentamiento con la secta
¿Y por qué es importante esta vinculación? Porque es público y notorio el enfrentamiento de Plácido Domingo con la secta. En 1992 la nuera de Plácido comenzó a trabajar en el centro de celebridades de la cienciología que hasta hace apenas tres años se anunciaba en las publicaciones del sindicato. Allí conoció a los dos hijos de Plácido, miembros de la secta, y se casó con uno de ellos. Plácido siempre intentó liberar a sus hijos de las garras de la secta, y lo consiguió con uno de ellos. El otro, según la familia, sigue siendo miembro porque la Iglesia de la Cienciología está estrechamente ligada al mundo del famoseo estadounidense, muchos de cuyos miembros también lo son del sindicato. La secta decidió tomar represalias contra Plácido machacándolo en lo privado para arruinarlo en lo público. Y parece que encontró en las ansias revanchistas del movimiento Me Too el instrumento perfecto. Y, al margen de otras consideraciones, les ha funcionado.
Todo lo expuesto me impide dictar sentencia con la misma rapidez y contundencia con la que otros lo han hecho. Como reza el evangelio según San Lucas, “no juzguéis, y no seréis juzgados”. Y no me venga con la musiquita de cuántas mujeres tienen que denunciarlo para que se las crea”. Para empezar, denuncias ante un juzgado contra Plácido no me consta ninguna. Y, en cualquier caso, esto no se trata de creer, sino de demostrar. Convertir la mera palabra de alguien, por muy mujer que sea, en un dogma fe no casa bien con el Derecho, sino con la religión. Y ya ni les cuento si esas denuncias (anónimas además) las investiga y enjuicia una entidad extrajudicial sobre la que, a la vista está, existen serias sospechas de parcialidad.
Ante la duda razonable, prefiero que prevalezca el respeto a los derechos humanos y libertades fundamentales de Plácido Domingo. Al fin y a la postre, son los de todos.
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