El dinero es el mejor novelista del mundo: convierte en destino la vida de los hombres. La frase es de Ricardo Piglia. La eligió Constantino Bértolo para encabezar su prólogo a una nueva edición de Literatura y dinero, de Émile Zolá, que publica Trama Editorial. Además de lapidaria, la expresión del argentino describe con exactitud lo que alguien sería capaz de hacer para conseguir fortuna o tenerla a buen resguardo.
Quien codicia se vuelve un aventajado del cuento, o eso que ahora a muchos les da por llamar el 'relato'. Ha de dominar los retorcimientos, giros, retruécanos y demostrar una inagotable capacidad de fabulación con tal de conseguir, ¡ay por Dios!, los dineros suficientes para llenar las arcas propias. Hay quienes estrujan esa fortuna y se pasan el día entero sobando monedas mientras se rebanan la quijotera pensando en cómo conseguir más, también los afanosos que trabajan duro para producirlo o aquellos a los que con robarlo les basta.
Sabía Ricardo Piglia de lo que hablaba: el dinero acelera los desenlaces y empeora cualquier tragedia, para prueba un puñadito del arsénico del que echó mano la endeudada e insatisfecha Emma Bovary. En aquella novela con la que Piglia ganó el Planeta en Argentina, Plata quemada, el escritor volvía sobre un caso de la crónica policial de 1965: el asalto a un banco en la provincia de Buenos Aires, en el que estaban involucrados políticos y policías. Todo debía salir sin problemas, de no ser porque los ladrones deciden traicionar a sus socios y escapar con todo el dinero.
El afán excesivo de riquezas puede tener muchas versiones, en ocasiones no sólo el metálico basta como fortuna y cuando se unen todas las apetencias ocurre lo que hemos visto en el hemiciclo esta semana, en la que Pedro Sánchez ha movido a su favor las fichas de las que dispone y las ordena a su arbitrio de predicador feriante. Los presupuestos tendrán que salir, con Esquerra o Ciudadanos, eso ya se verá. Por eso el actual gobierno socialista intercambia el palo y la zanahoria. El primero para Ciudadanos y el segundo para uno de sus socios de investidura. Aunque la verdad es que nadie puede asegurar si la semana que viene conservarán ese orden.
Que Pedro Sánchez es un aventajado para la ficción y un virtuoso del revés es algo que los ciudadanos descubren sin demasiado esfuerzo. Cumple ya dos años probándolo una y otra vez. Y no es porque tenga especial codicia metálica, sino porque asegurar un presupuesto nacional sellaría la legislatura y agigantaría su amor propio. El Julián Sorel de Ferraz se valdrá de quien sea para hacerse con el botín y sacar adelante unas cuentas nacionales. A menos, quién sabe, que sus socios hagan los que ladrones en la novela de Piglia: dejarlo tirado. Tenía razón el argentino. El dinero es el mejor novelista.