Opinión

Podemos, una empresa en demolición

El mundo que la pareja de Galapagar sueña como ideal es un infierno que únicamente se puede construir sobre los escombros de la civilización occidental

Desde hace meses, los dirigentes de Podemos pugnan por entrar en el Gobierno y someten a Pedro Sánchez a todo tipo de presiones para conseguirlo. Sin embargo, cada vez que el presidente en funciones les presenta una oferta concreta especificando las carteras que les corresponderían, incluyendo una Vicepresidencia, la rechazan por insuficiente. Su última maniobra ha sido la remisión al PSOE de un extenso documento programático que contiene numerosas medidas concretas que el eventual Ejecutivo de coalición debería desarrollar. Analizadas una a una, la conclusión es que el propósito de la fuerza morada es llevar a España al estancamiento económico, incrementar el paro, provocar la quiebra definitiva de la Seguridad Social, hundir la Bolsa y facilitar la liquidación de la unidad nacional por los separatistas.

Si la pesadilla que el matrimonio Iglesias-Montero ha pergeñado se hiciera realidad y sus iniciativas alcanzasen las páginas del BOE los efectos sobre el país serian semejantes a los de un ciclón de intensidad extrema. La fuga de capitales, el cierre de empresas y la inestabilidad política que resultarían de la aplicación de la agenda podemita causarían un daño de tal magnitud que necesitaríamos al menos una década para recuperar el crecimiento y poner las cosas otra vez en su sitio, eso en la hipótesis optimista de que el desastre no fuera irreversible.

Otra consecuencia inevitable de esta lista diabólica de barbaridades sería la pérdida de las elecciones por parte del PSOE, tal como le sucedió a ZP en 2011. Los españoles, horrorizados ante el panorama desolador creado por una legislatura comunista-secesionista, tras ver evaporarse sus ahorros, desaparecer sus puestos de trabajo, fragmentarse la Nación, reinar la delincuencia en las calles (véase el siniestro ejemplo de la Barcelona de Colau) y soportar la vergüenza de las sanciones de la Unión Europea, se lanzarían en manos de la alternativa liberal-conservadora que sin duda cristalizaría en circunstancias tan dramáticas.

Nadie en su sano juicio recomendaría brutales subidas de impuestos cuando el horizonte es recesivo

Pedro Sánchez lo sabe y por eso se resiste a poner en manos de Podemos ministerios con capacidad efectiva de actuación e insiste en la fórmula portuguesa. Incluso un individuo tan carente de escrúpulos y tan cegado por la ambición egolátrica como el actual inquilino interino de La Moncloa tiene instinto de conservación y no desea perecer ahogado por el abrazo del mismo oso ideológico que ha hecho que venezolanos hambrientos y desesperados enciendan hogueras con montones de billetes de una divisa reducida a papel higiénico.

La resistencia de Pablo Iglesias a aceptar una posibilidad en apariencia tan atractiva para una opción en declive como tres ministerios de contenido social y una Vicepresidencia se explica si se consideran los verdaderos objetivos del líder capilarmente equino. El cabeza de filas de Podemos no pretende en absoluto mejorar las condiciones de vida de las capas más desfavorecidas de la sociedad, cuya suerte, al igual que a sus homólogos chavistas, peronistas, castristas o norcoreanos, le tiene sin cuidado, sino destruir un sistema de libertades, de imperio de la ley, de democracia garantista y de economía de mercado del que abomina para reemplazarlo por un régimen colectivista de partido único con él y su cónyuge sentados en el doble solio del politburó.

Podemos nunca ha sido una organización política, sino una empresa de demolición cuyos votantes apoyan

Nadie en su sano juicio recomendaría brutales subidas de impuestos cuando el horizonte es recesivo, el aumento de rigideces en la normativa laboral cuando sufrimos un nivel altísimo de desocupados o el vaciamiento del Estado de Derecho mediante órganos paralelos extrajudiciales en favor de los golpistas catalanes. Semejantes desatinos sólo se justifican racionalmente desde una voluntad feroz de hacer tabla rasa del orden liberal para transformar a una colectividad de ciudadanos libres e iguales en un rebaño esclavizado por utopías inhumanas y totalitarias. El mundo que la pareja de Galapagar sueña como ideal es un infierno que únicamente se puede construir sobre los escombros de la civilización occidental. Por eso Podemos nunca ha sido una organización política, sino una empresa de demolición cuyos votantes apoyan sin advertir que aquellos que les prometen el cielo en la tierra les conducen en realidad a la miseria de un suicidio colectivo.

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