Se jugaba Podemos mucho más que una pelea de gallos. El ser o no ser entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. Se jugaba su asalto a los cielos. Un nuevo estilo. Otro partido. La opción transversal. Una forma distinta de hacer las cosas. La evolución del 15M. Los gestos y eslóganes de aquella chavalería acampada en la Puerta del Sol ya han tocado techo electoral. Cinco millones de votos y 71 escaños. Buen bagaje para unos novatos. Mal síntoma para quienes no volverán a encontrarse un electorado tan permeable a la panacea que promete Podemos: trabajo al parado, casa al desahuciado y energía a quien tiene que cerrar los radiadores.
España ya no está cabreada por la crisis. Las cifras macro, esas que tan poco aparecen en el imaginario de Podemos, lo vociferan. Aumenta el consumo, crece el turismo interior, el precio de la vivienda encadena varios meses de subida, se crea empleo frente a la destrucción de hace un par de años… Todo es susceptible de mejora, sin duda. Especialmente, de mejora de la calidad en la recuperación económica. Pero negar las buenas estadísticas es hacerse trampas al solitario.
La moneda no podía salir de canto, como un partido de baloncesto no puede nunca acabar en empate. Triunfó Iglesias. Lógico. Para ello domina el aparato de Podemos. Y filtró su victoria a la prensa amiga para que desde las portadas de dos de los tres diarios digitales de izquierdas se enteraran Errejón y compañía. El recuento oficial había perdido todo suspense. En eso Vistalegre II fue como el cónclave del PP en la Caja Mágica. Ninguno fue un congreso valiente. Tampoco innovador. En el PP, el poder aparca el debate sucesorio de Rajoy. Nada cambia. Sigue María Dolores de Cospedal como secretaria general. También Javier Arenas se mantiene por la zona noble de Génova. El inmovilismo se traslada al debate de la ideas. Ni un ápice de atrevimiento con temas sociales, como la gestación subrogada. Eso sí, la digestión de los discursos de la Caja Mágica será placentera. Nada que ver con el thriller de Vistalegre que deja un regusto a fría y contundente purga.
España ya no está cabreada por la crisis. Las cifras macro, esas que tan poco aparecen en el imaginario de Podemos, lo vociferan
Errejón se la jugó a puerta grande o enfermería. Y acabó corneado por una militancia que sigue anclada en el romanticismo del 15M. En el grito coral del ‘Sí se puede’. En los eslóganes que tienen al ‘pueblo’ como sujeto. Bonitas palabras que luego Podemos no sabe traducir en acción política en el Congreso. Allí, el ‘Sí se puede’ se defiende trabajando desde las comisiones, las ponencias, las enmiendas a los proyectos de ley… Para ganar medallas (el PSOE ha arrebatado todas a Podemos en este arranque de legislatura), Podemos debe conocer cómo funciona el Congreso, el Senado, la CNMV, la CNMC, el Banco de España… Debe reunirse con los lobbies o hablar con el Ibex. Con todos ellos debe encontrar puntos de encuentro si realmente quiere beneficiar al ‘pueblo’. Errejón defendía esa evolución, sepultada por Vistalegre II.
De allí salió otro mandato. Más calle, más madera, más bronca. Todo lo contrario de lo que necesita Podemos para su asalto al poder. Aprender a gestionar para saber cómo gobernar. Porque una cosa es predicar y otra dar trigo. Carmena es un buen ejemplo. Su ayuntamiento del cambio es un cúmulo de despropósitos. Bajo su mandato han crecido las mafias que gestionan a golpe de garrote los pisos vacíos, frente a la falta de soluciones a las familias desahuciadas o negar desarrollos urbanísticos que cercenan el crecimiento económico. Pelillos a la mar, aseguran los podemitas.
Los discursos de la Asamblea en Vistalegre II se refirieron a las tres grandes carencias electorales de Podemos: el voto femenino, la España rural y los mayores de 45 años. Más peso y protagonismo para las mujeres, demandaron no pocos oradores; “la revolución será rural o no será”, vaticinaba una representante de los círculos; hay que garantizar “pensiones dignas”, coincidían todas las corrientes. Pero fue difícil colocar mensajes de políticas cuando todo quedó reducido a una batalla personal de antiguos amigos.
Podemos necesita dos millones de votos más para alcanzar el poder y no están a su izquierda. Errejón y su tropa lo saben. El todavía número dos solo quiso dar la batalla de las ideas, mantener el rumbo de la transversalidad y el aperturismo marcado en los inicios y no cavar unas trincheras en la sociedad civil inútiles para crecer en ese centro donde habita el grueso del electorado. De Vistalegre II, sin embargo, salió otra estrategia. Seguir vareando el olivo de la izquierda para recoger las aceitunas que caigan del PSOE. Las cuentas son difíciles por ese camino. Más con Iglesias de factótum morado con carta blanca para “tomar las calles”, como pregona. No cae simpático al personal. ¡Qué le va a hacer!
Podemos no gobernará nunca. Tarde o temprano, sin purga y especialmente si se materializa, en Vistalegre II se cocinó una escisión. Montero, jefa de gabinete de Iglesias, marcó claramente el futuro de Errejón. "Debe seguir jugando un papel fundamental", ha dicho, pero igual que otras figuras como "Carolina Bescansa, Nacho Álvarez o Juan Carlos Monedero", que han quedado fuera de la dirección de Podemos al no concurrir en ninguna lista. Errejón debe decidir ahora si toma la puerta de salida de Podemos. Iglesias debe calcular ahora el precio del divorcio. Abrir la puerta o retener a su antiguo amigo para no perder fondo electoral.
Fue difícil colocar mensajes de políticas cuando todo quedó reducido a una batalla personal de antiguos amigos
En octubre, Errejón dejaba entrever que el divorcio llegaría en cuanto Podemos quede sin opciones de gobernar (en coalición o en solitario). "Ese riesgo existe, ese tipo de Podemos pequeñito y en la esquina izquierda del tablero, sería muy funcional a los poderosos, una pequeña minoría que protesta, que se queja, que está enfadada, pero que tiene poca capacidad de trascender sus propias fronteras, sus propios límites, de hablarle a gente diferente y de persuadir para construir una mayoría nueva", explicaba en la Ser. Su ideario ha quedado muerto tras Vistalegre II.
Fuera de Podemos, el paisaje es, sin embargo, hermoso. Errejón no está solo, sino todo lo contrario. El equipo lo tiene y el ADN emprendedor para fundar un partido también. El movimiento ayudaría al PSOE a mantener su 'status quo' en la izquierda ante la disgregación de votantes. "Nos daría tiempo para recomponernos y poder ejercer de principal partido de la oposición", esgrimen en Ferraz. Pero lo que no parecen calibrar en la sede del PSOE es que Errejón arrastraría al votante joven socialista, ese que no aprueba la abstención a Rajoy y que se alinea con el discurso más social y de izquierda dura de Pedro Sánchez. ¿Futuro socio? El tiempo, las purgas y las circunstancias lo dirán.