“Apertura de juicio oral, dimisión. Así de rápido, así de concreto”. Esa fue la respuesta de Pablo Iglesias a la pregunta de Vicente Vallés en el debate electoral de 2016 sobre cómo asumiría su partido, Podemos, denuncias por casos de corrupción interna. Mariano Rajoy ni soñaba con una moción de moción de censura y el Partido Popular llevaba el caso Gürtel como un cilicio, con tesorero preso y tramas regionales incluidas.
Cuatro años después, a Iglesias apenas le queda partido –pierde por igual militantes y votantes– pero sí una vicepresidencia segunda en el Gobierno de coalición con Pedro Sánchez. Desde ahí se enfrenta a cuatro causas judiciales: la de su ex asesora, Dina Bousselham, la chica de los veinti pocos ; la denuncia de malversación presentada por el exabogado de la formación, José Manuel Calvente, el mismo que denunció graves irregularidades internas y fue expulsado de Podemos por un supuesto caso de acoso sexual desestimado por la Fiscalía y, finalmente, los indicios de fraude en las primarias de 2019.
Este martes, el juez del Juzgado de Instrucción número 42 de Madrid, Juan José Escalonilla, citó como investigados al secretario de Comunicación de Podemos, Juanma del Olmo; al responsable de Finanzas, Daniel de Frutos; la gerente, Rocío Val y una responsable del departamento de Compras y Finanzas, Andrea Deodato, por malversación de caudales públicos. A día de hoy, Iglesias continúa siendo el secretario general de un partido ya más galapagueño que nacional y se mantiene muy callado en su búnker de La Navata. Así de sencillo, así de concreto.
Si hace menos de un lustro los morados pedían la cárcel y el ostracismo para los investigados en casos de corrupción, hoy le dan la vuelta a sus propias reglas y culpan a los medios y las cúpulas de poder de orquestar “una difamación mediática” contra ellos. Más que asaltar los cielos, lo que hicieron fue saquearlos y de qué forma: siendo más jóvenes que las formaciones a las que pretendían relevar, Podemos ha utilizado métodos muy similares. Si hasta parece que Juan Carlos Monedero, guardián de las esencias, exégeta y consejero del partido, habría cobrado comisiones ilegales. Al profesor universitario, a diferencia del emérito, no se le puede desterrar.
Esta semana ha salido Pablo Echenique, cual mozo de espadas de Iglesias, a repartir mandobles. La culpa es de los medios, de las cloacas, del Ibex 35… Rehuyó el portavoz de Podemos cualquier autocrítica o al menos la petición de una investigación interna. Qué bien se les da ver la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio. Más que una doble vara de medir, en Podemos tienen una doble garrocha: con una pican y con la otra saltan la valla, según convenga. Aunque eso, ya se sabe, es de primero de populismo: la culpa es siempre de alguien más.
Mientras España roza los tres mil positivos por coronavirus y los ingresos en hospitales alcanzan los niveles de abril, en Podemos pasan de morados a nazarenos, penitentes y mártires a los que alguien pretende apear del Ejecutivo. O así quieren venderlo ellos. Los que pudieron asaltar los cielos, terminaron por desvalijarlos, aunque vengan ahora a rasgarse el sayo, haciéndose los ofendidos.
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