Los ataques a periodistas y a medios de comunicación críticos con este Gobierno solo se ha visto en regímenes autoritarios, justo antes de dar el salto al totalitarismo. Es cuando aparece el delito de opinión, y disentir se convierte en una profesión de riesgo. Una denuncia convierte al periodista o al columnista en el blanco de las iras gubernamentales y de sus satélites mediáticos y comunicativos.
Denunciar la negligencia y las mentiras del Gobierno con la covid-19, y su deriva autoritaria tiene graves consecuencias: el señalamiento público y la persecución. Eso es lo que le ha pasado a Vicente Vallés. Utilizan todos la misma jerga, el manual del totalitario que pretende la humillación personal y profesional del crítico para desautorizar su labor. El periodista se convierte para ellos en un instrumento de intereses oscuros y espurios, un vendido, un traidor y un mentiroso, un ser abyecto al que hay que apartar. Ponen así en marcha la agresividad de la falsa víctima, algo muy típico de los populismos.
El comunismo de corte populista que ha llegado al Gobierno lleva en su esencia el totalitarismo. Los gestos autoritarios lo dejan claro: critican el pluralismo y llaman a la unidad ciega tras el Gobierno, les molesta la independencia judicial, el contrapeso institucional, la propiedad y el libre mercado, la libertad de educación, el derecho de manifestación de los otros, y la libertad de expresión. A todos insultan y luego intentan recortar los instrumentos de la democracia, que no son otros que mantener a raya al Gobierno y sus terminales para salvaguardar la libertad del individuo.
Ingeniería social
La democracia no está concebida para servir al proyecto de ingeniería social de los totalitarios, sino para resolver conflictos bajo la inamovible estructura del Estado de Derecho que garantiza la libertad. Porque sin libertad no hay democracia, y con estos comunistas no puede haber ni una ni otra.
Ahora se les ha ocurrido que la libertad de expresión no es algo individual, sino colectivo y que pertenece a la sociedad. ¿Qué quiere decir esto? Que son ellos quienes deciden qué hay que expresar, quién, cuándo y dónde, porque solo ellos, falsos representantes del todo, de la sociedad, son los únicos legitimados para dictar el bien común y la verdad.
Se creen la democracia, el progreso, la igualdad y la libertad, la justicia revivida, los herederos de una Historia que falsean, la cultura, los portavoces de los nuevos tiempos. Falso. Es todo lo contrario
Una de las pruebas de la degradación moral que vivimos es que exasesores de dictaduras que han llevado a sus países a la ruina y al conflicto se pasean por la política y los medios intentando dar lecciones. Destilan odio y sectarismo al tiempo que intentan atribuirse lo que no son: defensores de la gente. Allí donde han estado, como Venezuela, Bolivia o Ecuador, jugando a ser el Che y enriqueciéndose a costa de los demás, la vida pública y privada han quedado emponzoñadas, hundidas para generaciones.
Se creen la democracia, el progreso, la igualdad y la libertad, la Justicia revivida, los herederos de una Historia que falsean, la cultura, los portavoces de los nuevos tiempos. Falso. Es todo lo contrario. Sin embargo, este es el precio de la democracia, aguantar a estas personas y partidos que de mandar impedirían la existencia de los disidentes.
Responsabilidad individual
El totalitario no quiere que pensemos sino que obedezcamos. No hay pensamiento crítico posible ni libertad de expresión, sino repetición de consignas y construcción del relato. Pero no basta con criticar y denunciar a los Iglesias, Monederos y demás tropa. Eso es una responsabilidad individual frente a los totalitarios, como escribió Arendt. Un derecho a la resistencia, a atesorar la libertad en tiempos de dictadores.
Pero cabe también una resistencia colectiva. No podemos escapar a la responsabilidad política porque vivimos en comunidad. No vale la equidistancia, ni el silencio. Cuando han dicho que "el miedo va a cambiar de bando” era una amenaza que se ha cumplido. Cuando apuntan “¿Qué buscáis? ¿Meternos miedo? ¿No sabéis de qué tradición venimos?”, no fallan. Sabemos de qué tradición vienen: la violencia, el terror, la imposición y la dictadura. No nos engañan.
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