Se ha dicho y repetido que la presencia de Podemos en el Gobierno de la Nación por decisión de Pedro Sánchez es una anomalía insalvable que ha contribuido decisivamente a la derrota de la izquierda que las encuestas anuncian para dentro de año y medio. En efecto, un partido que no cree en la economía de mercado instalado en la sala de máquinas de un país miembro de la Unión Europea, organización supranacional que tiene como uno de sus ejes la libertad de empresa, un partido que se alinea sistemáticamente con los enemigos declarados de España, sean éstos interiores, como los golpistas catalanes o Bildu, o exteriores, como el Foro de Sao Paulo o el Grupo de Puebla y un partido, en fin, que tiene como objetivo palpable la demolición del orden constitucional de 1978 y su ejemplar obra de reconciliación nacional, representa un peligro existencial que sólo un insensato como el actual inquilino de La Moncloa podía situar en el corazón del Estado, con el agravante de contradecirse a sí mismo y de haber engañado a sus votantes de manera flagrante.
Vistas desde una perspectiva fríamente analítica, las posiciones de Podemos en todas las áreas de la política, economía, educación, empleo, sanidad, bienestar social, defensa, seguridad, relaciones exteriores, justicia, derechos y libertades, medio ambiente, corresponden a un dogmatismo neomarxista rancio y probadamente fracasado allí donde se ha ensayado en el pasado y donde impera en los pocos países en que para desgracia de sus ciudadanos todavía hoy les oprime con su tenaza totalitaria y ruinosa. Véanse los ejemplos de las extintas URSS y Camboya de Pol Pot o de la Venezuela y la Cuba del presente. Sin embargo, la característica más inquietante en términos conceptuales y, si se quiere, hasta psicológicos, que define invariablemente las actitudes, propuestas y acciones de la formación morada es su total falta de contacto con la realidad, su vagar por un universo onírico de planteamientos imaginarios absolutamente impermeable a los hechos tangibles y observables.
Este rasgo evidente de Podemos, puesto de manifiesto continuamente en todo lo que sus dirigentes opinan, propugnan o hacen, se vuelve vívidamente patente si se compara su trayectoria con la de otra opción también europea y asimismo de izquierda, como son los Verdes alemanes. Esta opción electoral nació en la entonces Alemania Occidental hace más de cuatro décadas con un programa inequívoco en cuanto a su filiación ideológica: ecologismo radical, oposición a la energía nuclear como fuente de producción de electricidad, antiamericanismo visceral y pacifismo militante. Sus manifestaciones multitudinarias contra el despliegue de misiles nucleares de alcance medio estadounidenses en suelo alemán o sus intentos de bloqueo de centrales nucleares o de transporte ferroviario de residuos radiactivos fueron legendarios en los años ochenta. Se especuló, incluso, con que estas exhibiciones masivas de conciencia medioambiental eran estimuladas financieramente desde Moscú.
Los Verdes son hoy en Alemania decididos defensores del envío de material ofensivo pesado a Ucrania, se pronuncian de manera ferozmente crítica respecto a la invasión rusa
Pues bien, en la actualidad los Verdes son un sólido componente del tripartito que gobierna Alemania y sus co-líderes desempeñan nada menos que las carteras de Exteriores y de Economía, conviviendo leal y constructivamente con un ministro de Finanzas liberal, sin que esta combinación chirríe ni desestabilice al Ejecutivo de la República Federal, sino todo lo contrario. En relación a sus tradicionales pacifismo y ecologismo, los Verdes son hoy en Alemania decididos defensores del envío de material ofensivo pesado a Ucrania, se pronuncian de manera ferozmente crítica respecto a la invasión rusa, sus máximos dirigentes han visitado zonas de guerra en solidaridad con la nación eslava víctima del expansionismo criminal de Putin, aprueban el proyecto de rearme del canciller Scholz y ya han dejado claro que el plan heredado de Merkel de clausurar las tres centrales nucleares que siguen operativas es irrealizable por el momento.
Hay que tener presente que este giro de ciento ochenta grados los Verdes alemanes lo han llevado a cabo con la mayor convicción, sin acogerse a excusas pusilánimes, afirmando con rotundidad y sin complejos que los hechos son los que son y que negarlos sería irresponsable y deshonesto, en línea con la célebre sentencia de Keynes sobre los cambios de opinión. No se puede ignorar tampoco que en la sociedad alemana el pacifismo y la apertura al Este han sido, hasta la agresión rusa a Ucrania, bases inamovibles de una cultura política derivada de la necesidad vital de superar los terribles traumas sufridos en su etapa histórica más oscura. Así, el rechazo del militarismo, la persistencia en disponer de unas fuerzas armadas de tamaño modesto y la creencia, acompañada de una práctica llena de riesgos, de que unos intensos lazos comerciales con Rusia frenarían cualquier tentación imperialista del Kremlin, se han mantenido por gobiernos socialdemócratas o demócrata-cristianos desde el final de la Segunda Guerra Mundial, incluso desoyendo las voces que advertían que una dependencia del gas ruso en más del cincuenta por ciento del suministro era una trampa potencialmente mortal. En semejante contexto, el viraje de los Verdes adquiere su verdadero relieve y prueba su coraje político, su solvencia moral y su honradez intelectual.
El contraste de tan admirable realismo con el empecinamiento de Podemos en aferrarse a la rígida madeja de recetas izquierdistas que sólo conducen al agravamiento de todos nuestros problemas nos pone ante la desgracia de padecer a una izquierda que no sólo es, como señalaba yo recientemente en una reciente columna en este mismo medio digital, la más zafia y ridícula de Europa, sino la más opuesta a la evidencia empírica, es decir, la menos científica, con lo que eso conlleva de capacidad destructiva de la riqueza nacional y de la paz social. El infortunio de que Podemos no sea de este mundo, nos impide estar en él con posibilidades de éxito. Confiemos en que pronto acabará esta pesadilla y los españoles podamos disponer de un Gobierno con los pies en el suelo y la cabeza en su sitio.
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