No ha habido nunca nada espontáneo en Podemos. Este partido es de laboratorio, forjado a golpe de manual de marketing electoral y de guía profesional del activista de los movimientos sociales. Cada palabra, pose, performance y táctica están planeados. Oído uno de sus “dirigentes”, oídos todos: repiten eslóganes, expresiones, gestos e inflexión de voz. No importa la pregunta que se les haga porque ellos (y ellas, claro) sueltan el argumento del día con las ideas-fuerza y los conceptos clave. El caso es que ese seguimiento del libreto ha convertido a Podemos en un títere del independentismo. Repasemos.
El manual no dice nada
Esa virtud de la disciplina militar, casi religiosa, tiene una enorme debilidad: la rigidez del dogma. Su calculado apoyo al espíritu del golpe de Estado –hay quien habla de ellos como “trama civil”- no les ha salido bien. La reacción que inició Felipe VI, y que continuó la gente por las calles, les ha hecho caer en las encuestas electorales. Tiraron de manual leninista y han fallado.
La Asamblea golpista que intentaron crear en Zaragoza como alternativa fue un fiasco. No habría tenido repercusión en los medios si la Presidenta de la Cortes de Aragón no hubiera recibido un botellazo de un energúmeno. Es más; sus movilizaciones de los últimos dos meses en apoyo al referéndum ilegal no han tenido poder de convocatoria. Esto se debe a que su argumentación a favor del “diálogo” con los supremacistas del golpe carece de contenido y de letra pequeña, y el electorado, la gente, se ha dado cuenta. El manual falla.
La farsa del antagonismo
Podemos se configuró como una opción antagónica; es decir, empeñada en mostrar su oposición radical al régimen, tanto en su discurso como en su imagen y comportamiento. El antagonismo, definido como categoría política por su Ernesto Laclau, era la clave para que los descontentos se identificaran con su partido-movimiento gracias a una retórica populista, matemáticamente emocional y dura.
La debilidad del antagonismo está en su persistencia. El ardid queda al descubierto, y la farsa se salda con desafección y risas"
Esa posición antagónica tenía el objetivo de desestabilizar el Estado, tener presencia en los medios a cualquier precio, y convertir todo conflicto particular en la demostración de un conflicto general, amén de extremar y de irritar. Porque sin pelea no hay política. Eso ya estaba en las cuartillas de los resucitados Lenin, Trotski, Luxemburgo o Gramsci.
La debilidad del antagonismo está en su persistencia; esto es, en que no funcione a la primera convocatoria electoral, y que haya que utilizarlo durante años. El ardid queda al descubierto, y la farsa se salda con desafección y risas. Un ejemplo es el ridículo espantoso que han hecho los dirigentes podemitas con ocasión de los incendios en Galicia. Echenique y otros culpaban a Feijoo y a “los recortes” mientras se conocía que había sido un grupo de incendiarios.
Los presos políticos
El socialista alemán Christoph Streasser, diputado del Parlamento de Estrasburgo, consiguió que el Consejo de Europa aprobara en 2012 una definición de qué es y no es un “preso político”. Las personas que usan la violencia o incitan a ella no pueden considerarse “presos políticos”, decía, aunque afirmen haber actuado por “razones políticas”. Vamos, que la ideología no convierte una agresión a un policía en el ejercicio de la libertad de expresión.
Podemos, sin embargo, sostiene públicamente que la verdadera violencia es la que se ejerce contra los que quieren romper el Estado de Derecho y el imperio de la ley. Por eso, el terrorismo etarra es para ellos la manifestación de un conflicto político, Otegi un ejemplo digno de selfie, Bódalo un sindicalista ejemplar, Alfon un chico con mochila-bomba que pasaba por allí, la ocupación un modo de acceder a la vivienda, o un golpe de Estado contra la democracia constitucional una mera cuestión de sentarse a dialogar.
El seguimiento estricto del libreto ha entregado a Podemos al independentismo. El electorado ya no percibe diferencia entre los separatistas y los podemitas. El gran beneficiado ha sido Pedro Sánchez
Esta es la razón por la que Pablo Iglesias y sus corifeos parlamentarios, o Ada Colau y sus comunes adyacentes, hablan de “presos políticos” cuando en realidad son políticos presos por cometer actos ilegales.
Títeres del independentismo
El seguimiento estricto del libreto ha entregado a Podemos al independentismo. El electorado ya no percibe diferencia entre los separatistas y los podemitas. El gran beneficiado ha sido Pedro Sánchez, seguro de momento de que el sorpasso no se producirá. Frente a esta realidad, la gente de Pablo Iglesias ha vuelto a tirar de manual, y saca sus conceptos para tratar de ajustar los acontecimientos a su interpretación. Forma parte de esa estrategia que describe Žižek como batalla de las ideas: introducir en el debate político un concepto con un contenido propio, para hacer que los hechos se expliquen según su esquema partidista.
Así, los dirigentes de Podemos sacan en sus alocuciones conceptos como “triple alianza” y “alianza monárquica” para referirse a PP, PSOE y Ciudadanos, o el de “fraternidad”. Lo primero es hijo del antagonismo antes descrito, e inútil. Lo último, sin embargo, es nuevo. La fraternidad es la tercera pata de la triada revolucionaria francesa, la más útil para el populismo nacionalista y socialista, porque se basa en las emociones, no en la razón o la legalidad. Es la referencia predilecta de la retórica totalitaria, de esos ingenieros sociales que han poblado Europa desde Robespierre.
Podemos se ha entregado al espíritu del golpe de Estado, a su retórica y justificación, pone sobre la mesa conceptos e ideas que le convierten en un títere. Es paradójico, porque una formación que alardeaba de marcar el compás de la vida política, tras las entrevistas de su líder en Barcelona, se ha convertido en un apéndice de los separatistas. Y los apéndices se cortan cuando molestan.
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