El cocodrilo más grande es el Crocodylus porosus que alcanza 8,5 metros y pesa 1.700 kilitos de nada. A su lado, el que vive en el Nilo llamado Crocodylus niloticus es un alevín, porque solo alcanzan seis metros de largo y unos misérrimos 750 kilos. En política hay gente mantienen ciertas similitudes con esos animalitos, como por ejemplo las lágrimas. Ah, esas famosas lágrimas de cocodrilo que, según el acervo popular, vierten quienes simulan pena o aflicción cuando, en realidad, no experimentan nada parecido.
La perfidia de ese falso llanto se comprende mejor cuando la ciencia nos explica que las glándulas lagrimales de estos bichos se activan cuando salen del agua para matar a sus víctimas y, dado que se mueven en el agua, forzoso es que humedezcan sus ojitos sandungueros, permitiéndoles ver mejor dónde hincan sus mandíbulas.
Es lo mismo que hacen en Podemos. Lloran para enmascarar su mordisco sañudo y contumaz. Irene salió llorando el otro día del hemiciclo tras escuchar una puya que le dedicó una diputada de Vox, lo que la puso en todos sus estados. Y hala, ahí salió la violencia, el fascismo, la dictadura y toda la cabalgata retórica y falaz que emplean cuando de ocultar sus propios yerros se trata. Porque Irene pudo sentirse dolida cuando Carla Toscano le espetó que lo único que había estudiado en profundidad la ministra era a Pablo Iglesias.
Irene pudo sentirse dolida cuando Carla Toscano le espetó que lo único que había estudiado en profundidad la ministra era a Pablo Iglesias
Y pudo entender que eso era una intromisión en su vida privada. Pero recordemos las veces que han llamado ida a la presidenta Ayuso, cara polla al alcalde Almeida o lo que decía Pablo Iglesias de Ana Botella cuando era alcaldesa de Madrid. Que si estaba ahí por ser la mujer de Aznar, que no tenía preparación – es licenciada en Derecho y pertenece al Cuerpo Técnico de Administración Civil del Estado -, en fin, casi por ser el toro que mató a Manolete.
Hábiles como son los comunistas, el debate se ha centrado a partir de esa violencia política, según ellos, y no en los violadores que están saliendo de la cárcel merced a la ley del sí es sí por ser una chapuza legal. La cosa es armar ruido y tapar lo pésimos que son gobernando. Pero violencia política, ministra, es el escrache al que sometieron a Cristina Cifuentes. O el que sufrió con entereza y temple dignos de Winston Churchill doña Cayetana Álvarez de Toledo en la Universidad Autónoma de Barcelona.
Ahí están los vídeos que lo demuestran. Violencia es arrojar piedras a diputados de Vox en un acto público. Violencia es destrozar carpas de partidos. Violencia es lo que Arrimadas y muchos dirigentes de Ciudadanos llevan sufriendo en mi tierra hace años.
Violencia es arrojar piedras a diputados de Vox en un acto público. Violencia es destrozar carpas de partidos
¿Quiere saber qué es violencia política? Pregunte a sus socios separatas por la plaza Urquinaona. Pegunte a Bildu, que saben mucho de violencia, pero de la de verdad. Pregunte al PSOE si se acuerdan de cuando en la república amenazaban de muerte a políticos de la oposición como Gil Robles o Calvo Sotelo. Por cierto, al último lo asesinaron. Pregunte por los “piquetes informativos” en las huelgas que ustedes convocan, por el ambiente de checa que se vive en muchas universidades.
Y no llore más, ministra, porque en política se viene de casa llorado y es feo fingir que se está destrozado cuando el único destrozo real es el que este gobierno está causando. En un país donde hemos tenido violencia política para hartarnos deje de fingir lo que no es, una víctima. Concédase, al menos, esa pequeña parcela de dignidad.
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