Opinión

El poder ciudadano

No perderemos nada si todos los millones de ciudadanos que tienen abierta una cuenta en Twitter deciden cerrarla

Hay muy pocas ocasiones en las que los ciudadanos podemos demostrar nuestro poder. En el año 2010, un famoso futbolista francés, Eric Cantona, que jugaba en el Manchester United, lo intentó, haciendo un llamamiento para que todos cerráramos nuestras cuentas corrientes en los bancos que abusaban de nuestros ahorros. El exfutbolista pretendió erigirse en cabecilla de un movimiento contra la especulación financiera. En una entrevista en la prensa apostaba por jugar fuerte: “Hay una posibilidad. Se puede hacer una cosa. No me molesta la gente que se manifiesta, necesitan que se los defienda. Pero hoy salir a la calle ¿qué es? Hoy manifestarse en la calle ¿qué es? [...] La revolución se puede hacer de una manera muy simple hoy. El sistema gira en torno a los bancos. Así que hay que destruir el poder de los bancos. Hay tres millones de personas en la calle con una pancarta. Si esos tres millones van al banco y retiran su dinero, los bancos se hunden".

Estábamos en plena crisis provocada por el hundimiento del sistema financiero. En su opinión, los bancos fueron los protagonistas de la crisis y, en consecuencia, Cantona exigía un castigo para los causantes de la recesión; según el futbolista la banca debía pagar por ello. ¿Cómo? Haciendo quebrar al sistema a través del hundimiento de los bancos, “ya que hoy en día salir a la calle no significa nada”.

No lo consiguió. Era mucho riesgo. En esas cuentas no solo se guarda dinero sino que se domicilian recibos de los muchos que tenemos que pagar mensual, semestral o anualmente si queremos tener coche, hipoteca, entierro cuando dejemos de pagar todo y de cobrar algo, agua corriente, gas, luz, etc. Nadie sabía qué podría pasar con toda esa ristra de cobros y de pagos. Y la iniciativa fracasó.

Solo lo sentirían los que cobardemente se esconden en ellas para calumniar o insultar a quienes no se atreverían a hacerlo si se los encontraran en la calle

Ahora, se nos presenta una oportunidad única. No perderemos nada si todos los millones de ciudadanos que tienen abierta una cuenta en Twitter deciden cerrarla. Hemos vivido muchos años sin Twitter y no pasó nada. Se puede vivir sin redes sociales. Solo lo sentirían los que cobardemente se esconden en ellas para calumniar o insultar a quienes no se atreverían a hacerlo si se los encontraran en la calle. Siempre han existido energúmenos que mentían o difamaban a la hora del café o de la cerveza. A esos poseídos se les dio un smartphone  y ya no hay horas para el pendejo anónimo.

Elon Musk, el nuevo dueño de la red social, planeó despedir a 3.700 empleados en Twitter, casi la mitad de la plantilla. Y esos que desde que aparecieron las  Tecnologías de la Comunicación y del Conocimiento, la materia prima de la nueva economía es la inteligencia. Pero el señor Musk se está comportando como lo hace la economía antigua; para las empresas tradicionales, lo importante son sus trabajadores, pero cuando las cosas vienen mal dadas, de lo primero que prescinden es de “lo importante”, de sus trabajadores. Lo mismo que ha hecho el dueño de Twitter: reducir al 50% la inteligencia de su nueva empresa.

Sería de una enorme fuerza ver caer las cuentas de Twitter una detrás de otra como si fuesen fichas de dominó puestas en vertical unas junto a las otras

No creo que se nos vuelva a presentar otra oportunidad como esta para demostrarle al señor Musk que su dinero no vale nada cuando los ciudadanos decidimos poner en su sitio a quienes actúan con ese poder despótico y altanero. Si nos callamos, si nos mantenemos al margen de las argucias que pretende este señor tratando de dominar un mundo que no le pertenece por muchos dólares que tenga, habremos perdido una ocasión de demostrar que juntos somos capaces de ganarle la partida al hombre más rico del planeta. Sería de una enorme fuerza ver caer las cuentas de Twitter una detrás de otra como si fuesen fichas de dominó puestas en vertical unas junto a las otras.

Y si no fuera posible cerrar todas las cuentas por falta de valor o de ganas, sí, al menos, dejemos de comprar aquellos productos de empresas que mantengan su publicidad en Twitter si mantiene mensajes racistas, xenófobos, machistas, violentos o si pretende influir antidemocráticamente en la libre voluntad de los ciudadanos a la hora de elegir a nuestros representantes políticos e institucionales. La democracia no se debe dejar corromper por el dinero. Los demócratas tenemos herramientas en nuestras manos para evitarlo si nos lo proponemos. En esta ocasión es cuestión de querer utilizarlas.

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