Una turba de fanáticos aúlla como lobos frente a un hotel propiedad de un judío en Barcelona. Con la ayuda de escaleras y entre gritos de “Muera Israel!” arrancan las banderas de España y de Israel; en Martorell, otrora ciudad industrial, se ha producido la manifestación anti israelita más grande de España; Gerona, Lérida, Tarragona y no sigo, son ciudades catalanas en las que el paseante puede encontrar abundantes pintadas antisemitas. En cambio, la impunidad en materia delictiva con esa población de la que no se puede hacer mención so pena de ser tildado de racista, es indignante.
Es antisemitismo. Es un delito de odio sin parangón. Ataques a sinagogas, a negocios propiedad de hebreos, violencia verbal como pocas veces habíamos visto, turbas enarbolando pancartas repletas de odio contra una nación cuyo único delito es defenderse. El antisemitismo, vileza repugnante y vomitiva, se ha implantado en nuestra nación de manera ponzoñosa y pútrida. ¿Lo ha traído VOX?, preguntarán aquellos que no dudan en calificar a Santiago Abascal y a su partido como extrema derecha. Pues no, VOX es precisamente un partido que está inequívocamente al lado de Israel y con su causa. No podemos decir lo mismo de los “democráticos” podemitas, Bildu, las CUP e incluso algunos que tienen mayor peso. VOX, en cambio, como el PP, están en el lado correcto de la historia, el de la heroica resistencia en el gueto de Varsovia, el de las víctimas judías entregadas a las SS en la infame redada francesa del Vel d’Iv, la mayor de Europa; están, en suma, con los asesinados en los campos de exterminio. Entonces, ¿quién nos ha traído el antisemitismo?
¿Quién nos ha traído el antisemitismo? Pues ha sido la izquierda, los que alaban la Siria del baasismo, a Arafat, la OLP, las primaveras árabes, el régimen de Irán, Saddam Hussein o Gadafi y sus dictaduras
Pues ha sido la izquierda, los que alaban la Siria del baasismo, a Arafat, la OLP, las primaveras árabes, el régimen de Irán, Saddam Hussein o Gadafi y sus dictaduras, al partido comunista del Líbano, a toda la hez que han producido aquellos países. Es la izquierda del PSUC solidario con todo menos con los regímenes democráticos y sus legítimos representantes, que se corrían de gusto cuando recibían a gente del Frente Sandinista de Revolución Nacional, al Frente Farabundo Martí, a los Montoneros, al primer delegado cubano de lo que fuese que pisara territorio nacional y lo mismo con cualquier árabe que se declarase enemigo de Israel y miembro de una organización consagrada a esas dos abominaciones llamadas comunismo y antisemitismo.
Pero no nos olvidemos de los socialistas.
Desde las instituciones por ellos regidas se han regado con subvenciones y todo tipo de facilidades a esos grupúsculos que celebraban los crímenes de Hamás, de Al Fatah y de toda esa recua de criminales disfrazados de revolucionarios. Son esos papanatas que prefieren dejar que los pregones o los premios se los lleven asesinos liberticidas y los agasajan a cuerpo de rey, pero se oponen virulentamente a cualquier gesto de amistad y reconocimiento para con nuestros hermanos israelíes.
Son los que instigan los pogromos en Cataluña y en cualquier otra parte de España. ¿Saben por qué? Porque odian la libertad, la democracia y que tengamos todos los mismos derechos y deberes
Ahora que las cosas están poniéndose más que feas y los odios empiezan a inundar con su pestilencia nuestra vida diaria, bueno es recordar a quien se lo debemos: a la izquierda, a esa izquierda que pretende recordar tan solo lo que le conviene y esconder debajo de la alfombra de la cobardía todo lo que la inculpa. Son ellos quienes han reivindicado a Largo Caballero y aquella república de asesinatos, checas y Paracuellos y son ellos quienes nos dicen que los terroristas de Hamás tienen razón.
Son los que instigan los pogromos en Cataluña y en cualquier otra parte de España. ¿Saben por qué? Porque odian la libertad, la democracia y que tengamos todos los mismos derechos y deberes. Lo mismo que los nazis en su día.
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